¿Logrará ser referente de un país que logra reformarse y dar canales para que la ciudadanía tenga una incidencia efectiva en los procesos políticos? El politólogo Matías Bianchi aborda el futuro de la nueva carta magna del vecino país
A partir del plebiscito del pasado domingo, Chile comienza un proceso histórico. La Convención Constitucional, un grupo de personas que será elegido a través del voto popular sólo con el propósito de redactar una nueva carta magna, recibió el 25 de octubre 79% de apoyo. Será paritaria, lo que asegura un mínimo de 45% de mujeres.
El rol del Estado y la garantía de los derechos sociales como salud, educación y pensiones están en el centro de la escena.
Para el politólogo Matías Bianchi, director de Asuntos del Sur, organización que diseña e implementa innovaciones políticas, el proceso que inició el país vecino tiene condimentos únicos pero también desafíos y sobreexpectativas sobre los que deberá equilibrarse.
En diálogo con Comercio y Justicia, analizó diferentes aspectos del tema.
¿Qué desafíos, en términos político-ciudadanos, representa la conformación de la Convención Constitucional?
Es un hecho histórico. Por primera vez en dos siglos van a escribir con una hoja en blanco una nueva constitución, algo que había quedado de la pesada herencia del pinochetismo.
Ser 100% elegida y que sea paritaria le dan un carácter único. De todas maneras, hay claroscuros y el optimismo se modera. No ha habido una reconciliación de la ciudadanía chilena con su clase política, ningún partido político puede arrogarse este triunfo, ni siquiera los emergentes más nuevos como el Frente Amplio, que surgió hace 10 años, hijo de movilizaciones anteriores vinculadas con la educación pública, con la movilización estudiantil.
Tampoco ellos lograron capturar el humor social, interpelar, canalizar las protestas que vimos el año pasado que desbordaron todo tipo de institucionalidad y que un año después nadie logra capitalizar. Menos aún a los sectores populares. Hay una disociación. Chile funcionaba bien como una sociedad restringida, un sistema para la mitad de la sociedad, pero lo que entra ahora en crisis es esa mitad que funcionaba.
El otro elemento para moderar el optimismo es que votó la mitad de la sociedad en un evento que se creía refundacional de la sociedad.
Es un hecho histórico, es maravilloso, es referente, pero con estos atenuantes.
¿Cómo cree que podrán canalizar en una nueva constitución las demandas surgidas del estallido social de 2019?
Eso es un proceso bien complejo. Es un avance porque se empieza de cero cuando la elite política quería que fuera mixta, con representantes del Congreso y la otra mitad elegida por voto. La Convención se va a votar en abril 2021, la misma fecha en que se votan todas las otras autoridades; hay concejos municipales, otro tipo de autoridades y la maquinaria partidaria tradicional va a estar activada. Por otro lado, se decidió elegir con los mismos distritos electorales y la misma ley electoral con que se elige a los diputados y todavía no se ha definido si se van a dar bancas a los pueblos originarios, qué se va a hacer con los independientes.
Hoy tenemos el riesgo de que esta instancia que esperamos sea transformadora, pueda ser un espejo de la actual representación. Hay un grave riesgo también de la polarización que hay en la oposición, hay al menos 15 partidos. Es una incógnita también la participación ciudadana. Conozco decenas de instancias, acuerdos multiinstitucionales. Conozco uno que se llama Ahora nos toca participar (ANTP), que es una instancia que reúne a decenas de organizaciones que buscan una mayor oxigenación de construcción de esa agenda. Hay también instancias de cabildeos ciudadanos, hay otras articulaciones como Think Tanks, Plural, hay muchas iniciativas interesantes, pero eso es todavía una incógnita, están poco articulados. Los que están organizados son los partidos políticos tradicionales.
Hay que ver cómo se van a decidir las candidaturas independientes, hay que ver qué fortalezas de articulación tendrán los cabildos ciudadanos para poder influenciar, pero hay riesgos.
¿Cuáles, por ejemplo?
Hay un riesgo de seguir con la constitución pinochetista. Por ejemplo, si no hay acuerdo en el texto. En el texto constitucional van a estar los artículos que tengan dos tercios de consenso. Si no hay consenso no se escribe y para meter reformas va a ser difícil porque hay una oposición muy polarizada. Y el segundo punto es que hasta puede ser rechazada porque después se termina haciendo una votación para aprobarla o no.
El segundo elemento es el de una constitución que se ponía solamente como articuladora entre Estado y mercado, dio un avance a un sistema de servicios esenciales como salud, educación, seguridad social y demás, que le dio el paso a una implementación neoliberal bastante extrema. Por ese lado va a haber elementos importantes de reforma y también la descentralización en lo administrativo. Ahí va a estar el corazón del contenido.