Por Virginia Busnelli
La pandemia de la obesidad y el sobrepeso infantil crece a escala mundial, afecta en nuestro país a 37% de los niños entre 10 y 19 años, de manera más significativa a los que ya se encuentran en situación de vulnerabilidad socioeconómica.
El sobrepeso y la obesidad afectan su salud psicofísica, los predispone a un mayor riesgo de sufrir enfermedades no transmisibles, disminuye el rendimiento escolar y aumenta las probabilidades de sufrir intimidación o bullying.
Todos deberíamos tener la oportunidad de tener acceso físico y económico a una alimentación suficiente, segura y saludable, a satisfacer las necesidades nutricionales, a practicar actividad física, gozar de un descanso de calidad, como así también del bienestar emocional; componentes que contribuyen a prevenir la obesidad infantil. Pero actualmente, con el confinamiento, se nos plantean nuevos desafíos para alcanzar la seguridad alimentaria nutricional.
El brote de la covid-19 afecta la vida de todo el mundo. Madres, padres e hijos deben quedarse dentro del hogar, nuevo escenario para la coexistencia de las dos pandemias, o porque no, para la prevención y concientización sobre ambas.
El coronavirus ocasionó interrupciones en la vida cotidiana y los niños se están viendo profundamente afectados por esos cambios. La paradoja es que el confinamiento ayuda a controlar la transmisión de la enfermedad, pero se espera que deteriore los hábitos de salud y el bienestar de los niños y niñas, con incrementos del sedentarismo y tiempo de pantalla, dificultad para dormir las horas de sueño recomendadas, la presencia de un mayor nivel de estrés en los adultos, que habitualmente se transmite a los niños, el aburrimiento que se asocia a la mayor ingesta de alimentos, la dificultad para acceder a alimentos saludables y la fácil accesibilidad de los niños a alimentos ultraprocesados.
Pese a esto, el hogar y el ámbito familiar son un espacio idóneo para fomentar la creación o el fortalecimiento de hábitos saludables:
-Cocinar con los chicos: fortalece lazos familiares, son un recurso para que se diviertan y aprendan sobre los alimentos. Ofrece un espacio para conversar, dar cariño y mejorar la calidad de alimentación. Tener horarios más o menos fijos para comer, puede contribuir a reducir la ansiedad de los niños.
-Tener frutas y verduras disponibles permite brindar a los chicos una opción saludable y de fácil acceso.
-Lavado de manos: hemos aprendido que ayuda a evitar el contagio del virus. Es ideal también para enseñar la importancia del lavado de frutas y verduras antes de su consumo.
Si bien existen recomendaciones para mejorar la alimentación en los niños, cómo incluir más frutas y verduras, lácteos y alimentos ricos en fibra, no existe un patrón exactamente igual para todos, ya que hay numerosos factores que individualizan cada necesidad y situación. Pero si se puede generalizar en que la alimentación en niños, en especial en momentos estos, requiere de flexibilidad y de un abordaje amoroso y empático.
La familia es una oportunidad para enseñar sobre alimentación saludable mediante el vínculo, el contagio, el juego y el ejemplo.
* Médica especialista en nutrición y directora del Centro de Endocrinología y Nutrición (Crenyf).