“La dirigencia en general debe comprender que a los pueblos no se los pueden ni se los deben mandar. Hay que escucharlos y hacerlos partícipes en la toma de decisiones por constituir un atributo esencial de una democracia actualizada”.
Por Luis Alberto Esterlizi (*)
A nadie sorprenden hoy las manifestaciones – algunas por demás violentas – de los pueblos que, especialmente en América del Sur, buscan superar el manejo de gobiernos autocráticos que los han sumido en situaciones sociales vergonzantes y deleznables y que por causa de esta crisis mundial que nos ha invadido, sus tragedias han quedado al desnudo en su cruda magnitud.
Lo más preocupante de este modelo arcaico de gobernar es que la clase política que usufructúa de ello no se hace cargo de ninguno de estos descalabros políticos, económicos y sociales como si los mismos fueran producto del azar.
Es por eso que si hiciésemos un parangón con los sucesos que se venían produciendo en Europa, y que incidieron en Sudamérica y particularmente en nuestro Virreinato del Río de la Plata, y que dieran a luz los sucesos de mayo de 1810 en lo que se llamó Cabildo Abierto vemos por primera vez a los compatriotas de aquel entonces reunidos frente a los representantes del pueblo para saber qué era lo que trataban, al mismo tiempo que exigían la libertad política para decidir el destino de esta incipiente nación.
Cualquier festejo de estos acontecimientos no puede quedar en el simple recordatorio si no transportamos sus objetivos a la realidad que hoy vive Argentina para superar el difícil trance generado por una crisis mundial que arrastra, además, los estigmas producto de nuestros errores y desgobiernos.
Es ineludible transitar el camino de la emancipación nacional para reconstruir una nación que nos permita a los argentinos -comprometidos con el futuro de Argentina- mostrar la dignidad del trabajo fecundo, a los empresarios la tenacidad emprendedora, a los científicos y técnicos la sabiduría y la perseverancia, a los docentes el virtuosismo de la comunicación y la integración en el saber, a los padres y mayores la promoción de lo trascendente, etc.
Emancipación que significa liberarse de confrontaciones estériles, de particularidades que agreden, de xenofobias raciales o clasistas, de necias especulaciones y corrupciones, etc. Y de cualquier injerencia contraria o ajena a nuestra idiosincrasia.
Ello nos permitirá – como comunidad con identidad propia, férreamente unida y organizada – poder integrarnos a un mundo que nos impondrá enormes desafíos como la de armonizar la evolución tecnológica, científica y del conocimiento con el recuperado esplendor de la naturaleza.
Pero este proceso podrá realizarse si es impulsado por argentinos que con fe, esperanza y la fortaleza espiritual cultivada, estemos consustanciados con el propósito de persuadir a nuestra sociedad que lo fundamental es levantar nuestra autoestima y volver a encarar el destino trascendente que alguna vez pretendimos y que nos fuera arrebatado por descuidos irresponsables y deshonrosas ambiciones personales y/o corporativas.
Cambio de paradigmas
Para ello es ineludible conformar un ámbito de coincidencias esenciales en lo político, económico y social bajo el compromiso institucional de desarrollar dicha tesis, como única manera de asegurar la realización de la sociedad en su conjunto, resguardando particularidades, intereses sectoriales e instituciones que tiendan a darle organicidad y legitimidad a dicho proceso. Si la sociedad no es la protagonista y ejecutora principal de dicho proceso, difícilmente podamos superar esta nueva y difícil circunstancia.
Con solo comunicar y promover eficientemente esta política desde los sectores públicos como privados estaríamos dando comienzo a un cambio de época, ya que la asunción de consensuadas responsabilidades por parte del pueblo organizado, es el verdadero cambio y a su vez respuesta a los desmanejos arbitrarios y expeditivos que durante muchos años se han cometido desde los gobiernos de marcado acento elitista tanto progresistas como neoliberales.
Joseph Schumpeter (1883/1951), notable economista, de origen austriaco-norteamericano sostenía: “Tradicionalmente suele creerse que en una democracia, el electorado define y decide las controversias políticas primero y designa después a un conjunto de representantes para que se ocupen de implementar las decisiones. Se trata en esencia de la visión que define al gobierno del pueblo. Sin embargo, salvo casos excepcionales, en la práctica las cosas nunca suceden así. Por el contrario, la secuencia se invierte: primero se elige a los representantes y éstos son los que se encargan de resolver las controversias y tomar decisiones, definiendo de esta forma al gobierno de los políticos”
Por lo tanto, el primer y principal cambio de paradigmas es comenzar por no esperar que un líder infalible aparezca en el medio de la borrasca y nos lleve donde su locura o tozudez se lo dicte.
Un auténtico cambio de época y que simboliza todo un desafío, se produce cuando se institucionalizan las herramientas y los instrumentos para que las comunidades organizadas puedan protagonizar las políticas de Estado. Pero para que ello suceda es esencial que los gobiernos habiliten institucionalmente los ámbitos donde se consensuen las acciones tanto emergentes como estratégicas con dichas entidades intermedias que como partes del pueblo deben incluirse bajo los conceptos de una democracia social y participativa y de la confluencia público-privado.
También es el momento en que la dirigencia sectorial y social responda a los auténticos intereses de las entidades que representan, conduciéndolas -sin especulaciones de ninguna índole- por el camino de la responsabilidad social y con el compromiso de aportar su trascendencia al servicio de la sociedad argentina, alejándolas de las injerencias de otros intereses, sean partidarios, clasistas o racistas.
De esta forma, las políticas públicas serán concebidas por decisiones integradas entre Gobierno y sociedad y no por compulsión, generándose de esta forma un Gobierno del pueblo, especialmente cuando éste ha tomado la decisión de ser parte de las soluciones poniéndole fin al ciclo de los viejos pergaminos de un ejercicio democrático obsoleto y/o desvirtuado por desidias deshonestas
La realidad nacional
En las actuales circunstancias es fundamental comprender que hoy Argentina, como casi todos los países del mundo, libra una verdadera guerra, que aunque peleemos con un enemigo invisible actúa y agrede con sus propias armas, destruyendo vidas, trabajo, producción, comercio, educación, salud, etc. Y debe ser combatido no sólo con métodos defensivos, aunque ello constituya una primera etapa de la lucha.
Al triunfo definitivo sobre dicho enemigo lo lograremos saliendo y recuperando los que nos hubiese quitado, enfrentándolo sin desesperación, con inteligencia, organización y acatamiento irrestricto de los protocolos establecidos por organismos multidisciplinarios e institucionales, por ser partes de la misma sociedad atacada en su conjunto.
Pero para que esta estrategia pueda ser conscientemente realizada por todos como expresan los gobiernos de turno, es menester reconocer que los argentinos no peleamos en las mismas condiciones y con las mismas armas, y que tanto la comunidad como el gobierno, al ser conscientes de ello, deberán establecer no solo prioridades y distintas tácticas y características del accionar, debiendo evitar tanto a los retardatarios como a los apresurados que la mayoría de las veces generan más caos que institucionalidad.
Por lo tanto, la planificación de las salidas pautadas debido a la cuarentena establecida, como la elección de una estrategia integral tanto interna como externa post pandemia, deben ser definidas por medio de la integración público-privado a partir del consenso logrado entre las entidades y organismos existentes que se comprometan -según la existencia de un ámbito de coincidencias esenciales– a cumplir con los aportes o responsabilidades que a cada sector le corresponda.
Para ello –repito- todos los instrumentos para el análisis y la toma de decisiones deben constituirse no solo con el sector político-partidario sino fundamentalmente entre gobierno y sociedad organizada, hecho que permitirá arribar a soluciones aseguradas en su cumplimiento.
Debemos ser conscientes que después de esta crisis mundial ya nada será igual, y que para prevalecer más allá de las deshonrosas e ingratas secuelas que nos dejará esta guerra integral comprendamos –como parte de un cambio de paradigmas– que solo en la realización plena de la sociedad cada uno de los argentinos encontraremos nuestra propia realización.
(*) Presidente Foro Productivo de la Zona Norte