Un aspecto que hace tiempo me viene llamando la atención en las mediaciones familiares, es el de los hijos que en algún momento buscan a sus padres supuestamente “abandónicos”. La verdad, he advertido que en muchos de esos casos no existió abandono, sino conductas obstructivas por parte de la mamá o su entorno familiar No digo que ocurra en todos las oportunidades, tampoco que no existan padres que se desentienden de sus obligaciones parentales (que los hay y muchos), sino que me refiero a situaciones en las que la progenitora cree haber conseguido excluir de la vida de su hijo a ese “ser despreciable” que viene a ser el padre y luego, en algún momento, el chico lo busca e intenta vincularse por su cuenta.
De hecho, el año pasado se me presentaron cinco situaciones de estas características. Considero importante tener en cuenta este aspecto, para no creer que “todo es lo mismo”, que “todos los padres son iguales” para, de ese modo, atender adecuadamente en mediación este tipo de casos.
Uno de ellos, es el de una joven, Florencia, de 24 años, estudiante universitaria, que ha solicitado la mediación pidiendo que lo citen a su papá, Pedro. La carátula del legajo de mediación dice “otras cuestiones derivadas de las relaciones de familia” (o sea, nada que nos ayude a saber de qué se trata, porque las causas más frecuentes de hijos de esta edad que citan a sus padres, es por dinero para sostener sus estudios). Cuando estábamos en la sala esperando, antes de la hora de la primera reunión, entra Pedro muy angustiado, se presenta y nos pregunta si necesita custodia policial.
Nosotras le explicamos que el proceso de mediación es pacífico y que no comprendíamos por qué el creía que necesitaba protección. Allí se aflojó y nos contó que había tenido una relación sentimental muy estrecha con Carmen, la mamá de Florencia, que realmente se amaban mucho. Que eran muy jóvenes y cuando ella quedó embarazada, el hermano de Carmen le dio tal paliza que le sacó varios dientes delanteros; que luego un tío (policía), le disparó con un arma en la pierna. Que él pensaba que lo iban a matar y por miedo se fue de la provincia a trabajar en otro lado, que nunca más le permitieron comunicarse con Carmen, pese a que lo intentó y que además nunca se animó a volver. En la actualidad reside en Tucumán. Que por amigos comunes siempre estuvo al tanto de las cuestiones que tuvieran que ver con su hija y que de hecho le había mandado regalos haciéndole creer que provenían de esta gente. Que no sabía por qué su hija lo citaba, que la conocía solo por fotos. Mientras hablábamos con Pedro, se anunció la abogada de Florencia. Las hicimos esperar. Obviamente decidimos manejarnos en un primer momento con reuniones privadas.
En una primera audiencia con Florencia nos expresó que no conocía a su papá, que lo único que le había dicho su familia era que él se “borró” cuando la mamá quedó embarazada y jamás se hizo cargo de nada. Que no “apareció” nunca más en 25 años dejándola a su pobre madre sola para que se las arregle como pueda. Que ella lo había buscado a través de las redes sociales porque necesitaba conocerlo, saber si tenía otra familia, si estaba enterado de su existencia, si tenía algo que decirle. Que a la mediación la había pedido por su cuenta, a escondidas de su mamá y por su necesidad de conocer otra versión de su historia. Sólo necesitaba conocerlo y escuchar lo él tuviera para decirle. Que no quería plata, que ella trabajaba para sostener sus estudios, de modo que dejaba librada a la voluntad de su papá si quería o no darle dinero.
En reunión privada con Pedro, le transmitimos las inquietudes de Florencia y la tranquilidad de que la madre y la familia no estaban enteradas de la mediación. Pedro comenzó a lagrimear. Estaba encantado de poder relacionarse con su hija, conocerla, pero no quería contarle todo, no quería hablarle mal de su familia materna. No sabía cómo “maquillar” la historia. Le reiteramos que ella quería conocerlo a él, que le contara lo que quisiera o pudiera, que no hacía falta decir nada que perjudicara el encuentro entre ellos. Ese día sólo los presentamos y ambos manifestaron su necesidad de que la próxima reunión fuera con nosotras para que los ayudáramos a comunicarse. Acordamos en encontrarnos en un mes. No se animaron (esa es la palabra) a intercambiarse sus teléfonos.
La segunda reunión fue mucho más distendida. Ambos habían traído fotos e historias para compartir y terminaron dialogando directamente entre ellos (el momento de todo mediador es cuando descubrimos que ya no nos necesitan porque que pudimos generar un espacio de dialogo directo entre las partes). No fue necesario firmar un acuerdo homologable en tribunales. Decidieron compartir la tarde hasta el momento del viaje de regreso de Pedro a Tucumán esa noche. Hablaron de programar viajes para encontrarse y ahora sí se facilitaron sus respectivos números telefónicos para comunicarse mientras tanto.
* Abogada, escribana, mediadora.
Hermosa tarea la tuya Nora. Y se que la cumplís con muchísimo profesionalismo, pero más aún con muchísimo amor.
Las generalizaciones de la violencia de género, tiene sus excepciones a las que hay prestar mucha atención.
Gtacias Nora por compartir esta opinión.