Para Paula Hunziker, doctora en Filosofía, la actual situación ha despertado los pensamientos. “Tenemos que confiar en que podemos pensar en nuevas reglas, pero tenemos que pensarlas nosotros”, puntualiza. Asimismo advierte: “No podemos reaccionar ante el descalabro en el que estamos con una hipernormalización”
Carolina Klepp [email protected]
La filosofía también está en ebullición con la pandemia. Como todos los órdenes de la vida, navega entre preguntas, muchas sin respuestas aún, otras en clave de oportunidades que pueden aprovecharse.
El día a día de una familia en cuarentena ha cambiado sin dudas diametralmente lo que podría ser una “cotideaneidad”.
“La pandemia lleva a pensar los roles de la casa, y eso en un mundo que no estimula mucho a que pensemos, ya puede ser una ganancia. Cómo la atravesamos y cómo pensamos el futuro va a depender de lo que nosotros hagamos. Esta pandemia puede ser una oportunidad para, por ejemplo, pensar lo que hacemos en términos de cuidado de la vida”, afirma Paula Hunziker, doctora en filosofía, profesora e investigadora de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.
Al mismo tiempo reflexiona también ante el aislamiento social obligatorio y las múltiples realidades que disparó el coronavirus: “No podemos reaccionar ante el descalabro en el que estamos con una hipernormalización. Tenemos que poder pensar sobre lo que estamos haciendo. Muchos dicen que necesitamos una rutina. En situaciones excepcionales, cuando se piden reglas es un problema, porque -en todo caso- el problema no es la regla sino que tenemos que poder pensar en una situación en que las reglas que teníamos no se aplican y todavía no tenemos otras para el futuro. Tenemos que confiar en que podemos pensar unas nuevas, pero tenemos que pensarlas nosotros”, subraya Hunziker, quien además coordina el Área de Filosofía del Centro de Investigaciones de la mencionada facultad.
¿Qué nos está pasando?
La filósofa describe que hay distintas líneas de interpretación de pensadores que están trabajando sobre el significado actual del Covid-19 y el uso de la pandemia en el futuro.
Así, menciona y coincide con Rita Segato, escritora, antropóloga y activista feminista. “Segato hizo mención sobre que cada posición que intenta pensar en el futuro de la pandemia y en su significado actual tiene como presupuesto un proyecto político, un sistema de valores”, subraya.
Luego, hace mención a las discusiones enfrentadas que aparecieron en “Sopa de Wuhan” con los filósofos Giorgio Agamben y de Slavoj Zizek. “Zizek dice que es el fin de todo y el fin del capitalismo, y que va a ser muy bueno para nosotros porque va a permitir darnos cuenta de la interdependencia. En cambio, Agamben es apocalíptico, dice que esto es algo que va a hacernos mucho daño. Ambos son especulativos”, aclara.
Para Hunziker, en la búsqueda de significados a la pandemia habrá una disputa por el sentido sobre las narraciones de aquello que nos está pasando o lo que nos pasó. Y al respecto, cita nuevamente a Segato: “Ella dice que lo que hoy tenemos es una especie de irrupción de algo que no esperábamos en absoluto. Lo dice lacanianamente, como una irrupción de lo real. Para Lacan tenemos un imaginario, como una grilla que nos permite filtrar todo lo que vemos del mundo, nuestra percepción, una fina tela, y que más allá de ella se encuentra la naturaleza, cual fuera, y eso a veces irrumpe y nuestra fina tela se desgarra y no sabemos qué hacer”.
Aunque la filósofa de la UNC aclara que, sostenernos en cierta incertidumbre no significa no pensar para nada, sino todo lo contrario, significa pensar el presente, aquello que está trastocado en nuestras vidas y no sólo en nuestros trabajos.
La pandemia, sin dudas, ha modificado la percepción del espacio y del tiempo, como lo ha trastocado en la vida el salto de un virus animal en la especie humana.
En principio, según su análisis, se trata de un trastocamiento espacial: hacer lo que se hacía en otros espacios, ahora desde la casa.
“Históricamente la casa ha sido el lugar de las mujeres -describe Hunziker-, la modernidad posibilitó que las mujeres pudieran trabajar y, en menor medida, participar políticamente. Las mujeres siguieron haciéndose cargo del cuidado. El resultado de esto es una mujer al borde de un ataque de nervios respecto a las múltiples funciones que debe cubrir en espacios que no están dispuestos a brindarles los beneficios de la libertad que prometen (tanto el trabajo como la política) o en el ámbito doméstico donde no pueden dedicarle todo el tiempo que esto requiere (cocinar, bañarse)”. Alienta a que en esta situación de cuarentena, donde las parejas están dentro del hogar, puedan repensar la distribución de las tareas de cuidado, de la casa. “El tiempo de la labor doméstica está comiendo el tiempo del trabajo y eso le agrega una carga a la vida”, afirma.
Una humanidad “más porosa”
En esta realidad, la filósofa se pregunta si a partir de esta “casa desordenada” que tenemos todos no se podría pensar en una humanidad “más porosa” que implique una continuidad mayor con los niños, con las mascotas, con las plantas hogareñas, con el dormir.
“No deja de ser irónico plantearse que un virus animal ha saltado de pronto a nuestra especie. Es un acontecimiento natural que muestra esa misma porosidad en su dimensión de facto y de inminente peligro. ¿Qué hacemos con esa porosidad de facto? Podemos reaccionar inmunitariamente, construir fortaleza, tratar de controlar la vida, pero eso es paradójico porque son efectivamente esos espacios de la casa, cuando estamos más en contacto con eso, que el tiempo no vale, porque la vida misma se abre paso y puede destruirnos, es indominable y debemos habitar y cuidar más que controlar”, señala.
Finalmente, concuerda también con Segato en que las mujeres están mejor preparadas para esta experiencia de una casa desordenada porque, tradicionalmente, son las que han tenido que enfrentarse más de cerca a esta forma de vida que es el cuidado, aunque también advierte que no se debe idealizar la situación “porque este cuidado siempre ha estado teñido por la presión, por el malestar y por la no elección”. Por ello hace hincapié en el rol de Estado en esta secuencia de análisis: “A las mujeres se las ha obligado a estar en la casa, solo a través del Estado es posible transformar eso que es el malestar en la casa y recuperar un sentido emancipatorio. Sin esa ayuda estatal no se puede, porque las casas son también lugares de violencia y de opresión”.