viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Relaciones pecaminosas entre la CIA y la política latinoamericana

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Por Silverio E. Escudero

Esta intrincada red de espionaje y captación tuvo orfebres destacados. En ese
cuadro se destaca el editor californiano Thomas W. Braden, quien reconoció –ante
un tribunal- haber sido jefe de la División Internacional de la CIA y distribuido dinero,
tanto dentro de EEUU como en el exterior

El aislamiento social y la toma de medidas sanitarias acerca de la pandemia obliga a todos a asumir sus responsabilidades solidarias. Ante esa perspectiva, para paliar el encierro buceamos en nuestra biblioteca en procura de antiguos temas que necesitan ser actualizados.

Nuestra colección de recortes e informes especiales presentan las relaciones que existieron –y existen- entre la Central Intelligence Agency (CIA) de Estados Unidos y la clase política latino- americana, que recibe financiamiento ilegal en forma constante, a pesar de sus furibundos discursos antiimperialistas y amenazas de romper relaciones diplomáticas con la Casa Blanca.

Es por ello, antes de avanzar en este breve ensayo, que se advierte que lo que aquí se afirma h sido contrastado con versiones periodísticas de diverso alineamiento ideológico, con papers oficiales e investigaciones académicas, para evitar habituales simplificaciones o sustracciones maliciosas de parte de los textos materia de estudio.

Quizás sería oportuno volver, con mayor atención, a las sesudas investigaciones de Gregorio Selser o las del querido Rogelio García Lupo y cotejarlas, por ejemplo, con el mítico informe del New York Times titulado: “La CIA: ¿hacedora de política o instrumento”, publicado en el ya lejano
abril de 1966.
Ni qué decir de los rastros de las actividades de espionaje y paramilitares de subversión y terrorismo en contra de gobiernos legítimos de América Latina y las tareas de infiltración cultural financiadas por agencias o fundaciones que jamás han mostrado el origen de los fondos que distribuyen
a manos llenas.

El tema que siempre ha sido motivo de preocupación de este cronista exige una vuelta de tuerca adicional. Por ello, en busca de nuevas pistas, nuevos indicios, distribuimos una vez más entre
becarios de diversas nacionalidades un conjunto de preguntas. Lo hacemos en busca de respuestas distintas a las que es posible encontrar en cientos o miles de grupos de debate radicados en la red de redes que bucean, con distinto grado de seriedad, los temas que nos ocupan.

La lucha contra el comunismo permitió a Washington justificar todo tipo de tropelías que pronto encontraron justificaciones de la elite intelectual de nuestro continente financiada por, entre otras, las fundaciones J. M. (Jacob Merrill) Kaplan, Rockefeller y Ford, para encontrar sus huellas detrás de los sangrientos golpes de estado de Guatemala (1954) y Chile (1973).

Un acápite especial merece la celebérrima

Alianza para el Progreso, que enmascaraba el accionar de la CIA en América Central. Los gobiernos de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia cerraron los ojos al accionar de la industria farmacéutica, que realizó crueles experimentos en humanos que acabaron con poblaciones enteras.
Esos experimentos transformaron a Josef Mengele en un ingenuo aprendiz de brujo. “Mediante canales similares –copiamos de la edición facsimilar del diario estadounidense que está ante nuestra vista- la CIA ha apoyado a grupos de Exiliados de Cuba y refugiados de los países de Europa, u organizaciones de intelectuales anticomunistas (…) como el Congreso por la Libertad de la Cultura, y algunos de sus diarios y revistas para despertar el espíritu beligerante de anquilosadas sociedades conservadoras”.

La revista Encounter, un mensuario intelectual anticomunista editado en Gran Bretaña que se
distribuía en América Latina el día 15 de cada mes, fue uno de los beneficiarios indirectos de la
central de inteligencia, a cambio de recorrer las escuelas secundarias de todo el continente para
alertar sobre el peligro comunista. Tarea que, en nuestro país, emprendió Miguel Lawler Fitzgerald, un piloto argentino que aterrizó en 1964 en las Islas Malvinas.

Los partidos políticos argentinos sin excepción, mediante acuerdos nunca explicitados, recibieron grandes remesas de dinero. Tanto que es posible, además, leer en papeles desclasificados, nombres de conspicuos políticos argentinos, organizaciones nacionalistas y/o liberales, cuyos dirigentes vivieron una primavera económica.

El rumboso estilo de vida despertó dudas y cuestionamientos en un conjunto de honestos militantes antiimperialistas que se sintieron profundamente estafados.

La investigación del New York Times provocó enormes escozores en la casona de la avenida Pensilvania. Ante el escándalo que escaló a proporciones inauditas, muchos de los que pasaban por ventanilla buscaron refugio en Europa.

A la hora de justificar la ausencia mintieron. Salvo excepciones nunca asistieron a las universidades europeas de las que mostraban certificaciones académicas para aseverar que realizaron cursos de especialización o dictado de cursos imposibles de comprobar.

De lo que tenemos constancia cierta es que los viajes fueron realizados. Viajes que financió –y financia- la Fundación Ford, que erogó cerca de 3,5 millones de dólares en el período comprendido entre 1957 y 1966, distribuido en todo el continente mediante los institutos de enseñanza de inglés –en Argentina, Iicana- cuyos vice directores fungían como agentes encubiertos.
Cuando aún no se habían acallado los ecos de la investigación periodística que se referencia, surgió otro sustancioso informe sobre las relaciones del movimiento estudiantil latinoamericano con la CIA mediante de la Fundación Farfield, que tercerizaba fondos de la Fundación Rabb.
Los datos produjeron un nuevo temblor en las vértebras de nuestro continente. Basta con repasar la nómina de becarios del Departamento de Estado y de los intercambios estudiantiles de la American Field Service que apuntaba a captar alumnos brillantes de las escuelas secundarias latinoamericanas.

Esta intrincada red de espionaje y captación tuvo orfebres destacados. En ese cuadro se destaca el editor californiano Thomas W. Braden, que reconoció –ante un tribunal- haber sido jefe de la

División Internacional de la CIA y distribuido dinero, tanto dentro de EEUU como en el exterior, para financiar las actividades de organizaciones ultraderechistas que tenían en su horizonte acabar con la “sinarquía internacional”.

Debió reconocer, además, frente a las abrumadoras pruebas de la fiscalía, haber proporcionado armamento y explosivos que fueron usados en la voladura –a lo largo del continente- de entidades judías, templos masónicos y sedes de partidos de izquierda o los domicilios de sus dirigentes más notables.

Voceros informales de la CIA trataron de desmentir y descalificar a Braden. Les fue casi imposible hacerlo. La documentación era abrumadora. Tanto que estalló el corazón de la política italiana al recordarse que la CIA, fundada en 1947 por el presidente Harry Truman, se presentó en sociedad en las elecciones italianas de 1948 para evitar el triunfo del Partido Comunista o de los socialistas.

Se pretendía beneficiar a Alcide De Gasperi, candidato de la democracia cristiana que, en un furibundo discurso de cierre de campaña pronunciado en Nápoles, aseveró -señalando a sus contrincantes-: “Esa gente en los países socialistas se comen a sus propios hijos”.
Descabellada idea que se continúa repitiendo, pese al paso del tiempo, en iglesias y templos católicos, protestantes, evangélicos y pentecostales, llamando en algunos casos, al exterminio de librepensadores, agnósticos y no creyentes.
Uno de los fundadores de la revista Encounter intentó descalificar a Braden en un viaje a Gran Bretaña. Irving Kristol, considerado además como el fundador del neoconservadurismo estadounidense, aseveró que los dichos de Braden fueron irresponsables y difamatorios al tratar de
implicar a los directores del mensuario en tratos reñidos con la moral y contrarios a la libertad. Kristol dijo a la influyente revista estadounidense The Saturday Evening Post –fundada en 1895-: “Nunca he sido, no soy y no tengo intenciones de ser jamás un agente de la CIA. He llamado la atención de mis abogados y ellos están considerando los aspectos legales
del asunto”.

 

Comentarios 1

  1. Ricardo Gustavo Espeja says:

    Muy buen ensayo y con excelente documentación

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