Por Salvador Treber
Para la epidemia asiática de fiebre porcina no existen vacunas, pese a lo cual las autoridades de Pekín han adoptado una serie de medidas en un esfuerzo desesperado por frenar aunque más no sea la extensión y persistencia de dicha epidemia. A tal efecto incluso se vuelcan toneladas de desinfectantes -hasta ahora sin buenos resultados- sobre muchos miles de cerdos muertos debido a la denominada fiebre porcina africana, que en esta ocasión surgió con singular violencia en todos los países del área oriental de Asia bañados por los océanos Pacífico e Índico.
Dicho virus es conocido como “ébola de los cerdos”, que les causa hemorragias internas mortales. Ello obliga a encarar el exterminio virtualmente total debido a que no existen vacunas ni tratamientos curativos efectivos. Son muy pocos los que como este caso han hecho sucumbir masivamente a los cerdos y no existe solución que permita frenar la expansión de dicho tipo de epidemias, en cuya circunstancia obligan a realizar matanzas generalizada. La trasmisión del virus entre los animales es muy rápida y la posibilidad de resistencia casi nula.
Actualmente las epidemias registran su epicentro en la zona de Asia Oriental y el primer caso detectado fue en la provincia china de Liaoning. Las autoridades del lugar -profundos conocedores del problema- procuraron frenar una gran expansión procediendo a sacrificar unos mil animales pero con ello no se logró detener tal proceso y sólo un par de semanas después se verificó otro caso en la provincia de Henan, la cual dista más de 2.000 mil kilómetros del lugar en que fue localizado el brote inicial. Tras ellos se verificaron muchos más en toda China y se extendieron a Corea del Norte, Mongolia, Camboya y Hong Kong. Por prevención, en Japón, Corea del Sur y Taiwán están procediendo, sin excepción alguna, a escanear a todos los viajeros en los respectivos aeropuertos y también -mediante perros especialmente entrenados- a controlar más efectivamente el equipaje de todos los viajeros, tanto en el momento de partir como en el de llegada a destino.
La reacción oficial ante la epidemia
Entre las medidas de contralor adoptadas se distingue la de prohibir el transporte y/o consumo de subproductos porcinos al par que se han elevado las multas por transgresiones o contrabando de dicha carne que actualmente ascienden a una cifra equivalente a US$8.400.
Además, se han redactado y difundido profusamente una serie de medidas que se consideran apropiadas, pese a lo cual no han podido impedir que el área afectada se haya extendido a numerosos países de la región; pero evitaron que llegara a Europa y a otros lugares del norte de África, éxito sanitario éste que constituye un hecho nada habitual.
Las previsiones adoptadas incluyen el inmediato sacrificio de cualquier animal que presente síntomas de infección, lo que no ha sucedido en varios países del Continente Europeo Occidental y/o Central, por lo que se teme que -si no se actúa de esa manera- se extienda a esa región. Los expertos sostienen que no es nada fácil una erradicación total del virus pero sostienen que es indispensable “aprender a convivir” con él” y “tan sólo circunscribir su influencia”.
Se ha aconsejado encarar una amplia dispersión de granjas, por lo que se está procurando que las producciones agrícolas europea en grandes establecimientos de muchos miles de km2 estén lo más alejadas posibles entre ellas. Por su parte, China adoptó un criterio muy diverso pues ha optado por encarar la atomización de la producción, desperdigándola en múltiples pequeñas granjas y en todo su extenso territorio. Las autoridades chinas sostienen: “El problema es que carecemos de precedentes de una situación como la actual, porque no existe otra parte en el mundo que tenga tantos cerdos que sufran inapropiadas condiciones que ponen en serio peligro incluso su existencia en un espacio geográfico tan extenso”.
Las autoridades de Pekín no disimulan su honda preocupación pues las consecuencias económicas y sociales se han tornado dramáticas. Esta industria viene movilizando alrededor de US$128 mil millones y cuenta al efecto con 700 millones de cerdos que en fechas recientes han tenido que sacrificar hasta un millón de cabezas, aunque los especialistas estiman que se requerirá hacerlo con no menos de 30% del total. Obviamente los consumidores se ven obligados a afrontar el alto costo que genera esa obligada masacre generalizada.
Los efectos en el mercado
Una palmaria prueba de sus consecuencias es que el precio se ha elevado 70% y ello, obviamente, crea un problema inesperado y sin solución a la vista.
La epidemia desde China ya se extendió a Vietnam, donde en alrededor de ocho meses se abarcó a 48 de sus 63 provincias y a 80% de los animales. Los denodados esfuerzos de Hanoi no han podido evitar que se haya tenido que sacrificar unos dos millones de cabezas; además debieron movilizar a la policía y el ejército para tratar de frenar la epidemia cuya carne implica 75% de toda la que consume en dicho país. Su ministro de Agricultura advirtió en tono dramático que “ni en Vietnam ni en el mundo se ha enfrentado una epidemia tan peligrosa, compleja y cara”, no sabiendo todavía cuando cederá.
Los especialistas aconsejan mantenerse vigilantes en todos los continentes. Tampoco pues pueden asegurar que dicho foco no se extienda al continente americano pues “puede haber llegado ya en varias ocasiones a través de productos y de carne contaminada pero nunca en contacto con cerdos vulnerables”. En este área se señala que el efecto siempre será diverso pues la densidad de la población es mucho menor que en China.
Si se produce dicho contagio la extensión de la infección indefectiblemente se convierte en endémica. Para poder detener esa eventual situación se debería apelar a sacrificios a gran escala; aún sí es imposible asegurar un éxito en tal cometido. Un factor muy importante al efecto lo constituye el comercio, tanto formal como informal de comercialización y el tratamiento con que se manejen los cerdos considerados “salvajes”. Resulta obvio que la menor extensión de superficie atenúa la amenaza de la que la bioseguridad se resienta sensiblemente y el contralor puede ser más efectivo.
Perdedores y ganadores
Los posibles efectos de dicha crisis se están extendiendo en Asia Oriental y, por ello, los precios se han incrementado en alrededor de 40%.
En China, además, la epidemia está afectando también a los pollos, y todos los potenciales subproductos de ambas productos. Por otro lado, el drama chino en tal aspecto ha convertido en factor senil de dinámica económica para los países que le proveen en la emergencia. En tal sentido los más beneficiados son Alemania y España que se han convertido en los principales exportadores con dicho destino, a los que se han unido, aunque en menor medida, Brasil, Australia y Canadá.
Argentina ha efectuado los primeros envíos de carne porcina, incluyendo también carne vacuna y de pollo aunque en mucha menor proporción. Todavía no se sabe a ciencia cierta cuál será la realidad en el mediano y largo plazo en cuanto al mantenimiento de dichos envíos. Si la situación obliga a China a apelar en gran medida a importaciones, lo más probable es que ello se extienda como mínimo a una década; tiempo que los especialistas estiman indispensable eliminar todos los cerdos infectados y lograr una recuperación que sustituya la enorme mortandad actual. La situación se agrava debido a que se desconoce cómo surgió y se extendió la epidemia en tal medida.
De todas maneras, las consecuencias socioeconómicas en China han asumido niveles catastróficos y han obligado a adoptar medidas muy drásticas, aunque por su poderío está en condiciones de encarar -y lo está haciendo- pero a los países vecinos les causó una muy sensible caída de su nivel de vida.
La carne contaminada genera un grave peligro de extensión y no existe todavía ninguna forma de prevención o métodos efectivos para detener un proceso que ya se haya iniciado. Todo ello ha inducido al gobierno chino a ofrecer una fuerte recompensa para quienes logren crear métodos y elementos que coadyuven a enfrentar exitosamente este tipo de epidemias.