Por Néstor Pitrola
Dirigente del Partido Obrero
La coalición pejotista-kirchnerista-massista que encabeza Alberto Fernández asumirá el gobierno bajo el fuego cruzado de una polarización en América Latina. Pero no entre dos “modelos” sino entre los gobiernos ajustadores y las masas populares que se rebelan contra ellos. Sean gobiernos neoliberales o que se proclaman “antineoliberales”.
Es lo que marcan la rebelión en Chile, las huelgas en Colombia, la resistencia al golpe en Bolivia, la irrupción obrera y campesina en Ecuador contra el heredero de Correa y el FMI, unos meses antes contra el plan fondomonetarista en la Nicaragua de Ortega o la que sigue en las calles de la devastada Haití.
La derrota del FA uruguayo y el retroceso electoral de Evo Morales, como la descomposición del régimen chavista de Maduro y la pasividad del PT ante el golpe a Dilma y la cárcel de Lula, expresan el agotamiento de todo un ciclo de gobiernos nacionalistas y centroizquierdistas, del que se aprovechan la derecha y el bolsonarismo.
El nexo invariable de todas esas crisis políticas y levantamientos sociales es, como en otras latitudes, la crisis capitalista mundial que presenta un horizonte de recesión y deflación de precios internacionales, de guerras comerciales y devaluaciones monetarias.
Argentina es, económica y socialmente, un vértice de esa crisis capitalista en América Latina: default, inflación galopante, desocupación de dos dígitos, récord de recesión, fuga de capitales, tarifazos a repetición y 40% de los argentinos debajo de la línea de pobreza.
Fernández se propone arbitrar en la crisis mediante subsidios al capital y compromisos con la banca acreedora y el FMI. Pero antes de asumir Fernández, la disputa de EEUU con China en América Latina mostró su rostro con los aranceles anunciados por Trump contra Argentina y Brasil. Una presión adicional para meter al FMI de inmediato en la negociación del default. Somos territorio de pelea por el saqueo de nuestros recursos naturales y por la superexplotación de nuestra fuerza de trabajo.
El gabinete anunciado tiene por hoja de ruta una enorme emisión para pagar la deuda en pesos, lograr plazos de la deuda en dólares y sostener una política de subsidios al capital para morigerar los explosivos tarifazos postergados por Macri, lo cual nos hace asomar al abismo de la hiperinflación. En la previa a la designación del gabinete el presidente electo sufrió la presión del FMI y de los fondos de inversión porque el primero pretende quita en la deuda y los segundos no, lo cual demuestra hasta dónde somos una colonia financiera del capital internacional.
La remarcación de precios no cesa. A pesar del aumento a repetición en los combustibles, las petroleras han respondido con 600 despidos amenazando que serán 3.000, porque quieren garantías leoninas. Del “plan verano” lo que quedará para los trabajadores será la estatización de los sindicatos y organizaciones sociales de la mano de las burocracias sindicales en un concejo económico y social.
El “pacto social” propuesto es un plato recalentado de repetidos fracasos, sea el de Perón, Rucci y Gelbard, la convertibilidad de Menem y Cavallo o el plan austral de Alfonsín. Todas experiencias de congelamiento y atadura al movimiento obrero que estallaron por los aires.
El Partido Obrero en el FIT abogará por la autonomía de las organizaciones obreras y populares para defender el derecho al trabajo y a un salario y jubilaciones equivalentes a la canasta familiar. Para defender los derechos de la mujer y la juventud, por la separación de la Iglesia y el Estado. Ofreceremos una salida integral de los trabajadores, económica y política, de ruptura con quienes han encendido las llamas de los pueblos de Latinoamérica.