Por Lucas Croce*
Tal como se preveía, la proximidad de las elecciones PASO y su incierto y trascendente resultado ha traído volatilidad a los mercados financieros.
Pero, como si este evento no aportara suficiente incertidumbre a los inversores, durante la semana se sumaron algunos hechos que generaron en ellos una transitoria aversión al riesgo y, por lo tanto, una mayor propensión hacia decisiones conservadoras.
El miércoles 31, la Reserva Federal decidió bajar la tasa de interés, por primera vez en más de diez años, en 25 puntos básicos, de 2,25% a 2%.
Si bien la medida no sorprendió a los mercados, nadie quedó del todo conforme y la reacción de los índices bursátiles no fue positiva, ya que de momento ha primado en los agentes económicos la preocupación que genera un movimiento de este tipo en tiempos de bonanza, por sobre el argumento de prolongar el actual ciclo de fuerte expansión.
Dicho de otro modo, la decisión se ha percibido como una reacción preventiva ante un combo que incluye presiones de Donald Trump y los temores a las consecuencias que pudieren traer a la economía de Estados Unidos (y, por ende, del mundo) la guerra comercial con China, el brexit y las pálidas tasas de crecimiento en Europa.
Tan sólo 24 horas después, el tuitero presidente de la mayor potencia mundial (que ya había descargado su furia contra el presidente de la Fed, Jerome Powell, por considerar insuficiente la baja), volvió a anunciar, en las redes sociales, aranceles de importación contra productos chinos, profundizando el conflicto ya que tiene demasiados meses de vida sin que se pueda ver un atisbo de solución en el mediano plazo.
De más está decir que la verborragia virtual de Trump, una vez más, le hizo un flaco favor a los precios de los activos financieros.
En este escenario global turbulento, los mercados nacionales, ya operando en clave electoral, acusaron el impacto del mal clima, lo que redundó en todas las principales variables financieras moviéndose en sentido negativo.
El Merval no pudo sostener las subas de la semana anterior y retrocedió posiciones, tanto medido en pesos como en dólares; el dólar prolongó la tendencia alcista iniciada a mediados de julio y avanzó contra el peso, al subir cuatro de los cinco días de la semana, para terminar cerrando en bancos y casas de cambio en $45,88. El riesgo país, indicador que nos sirve para saber el costo de financiarnos versus lo que pagan los bonos a 10 años emitidos por Estados Unidos, también escaló posiciones, y volvió a ubicarse por sobre la marca de los 800 puntos, al cerrar en 832.
La ya comentada baja de la tasa de interés en Estados Unidos es, sin duda, una buena noticia para los mercados emergentes en general y para Argentina, toda vez que incentiva a los inversores a buscar mejores rendimientos que los ofrecidos por los instrumentos emitidos por los países del mundo desarrollado.
Pero para que en nuestro país ese efecto beneficioso sea tangible, deberemos todavía sortear algunos formidables obstáculos en los meses por venir, entre los que se encuentran nada menos que saber quién nos gobernará hasta 2023 y si esa persona y su equipo tendrán la capacidad y voluntad necesarias para encarar las reformas estructurales que saquen el país de un atraso que es motivo de estudio en todo el mundo, cuya duración ya se mide en décadas.
*Asesor financiero de DLC Inversiones & Financiamiento