Por Luis Esterlizi (*)
Completado el trámite del registro de los frentes electorales, comienza un período que por no menos intenso que el anterior, los jefaturas de las listas intentarán consolidar y extender sus proyecciones sin que nos sorprendan las maniobras que interesadamente se instrumenten. Es que estamos presenciando las últimas instancias en el ocaso de un modelo que ha hecho de la confrontación y la especulación sus razones más importantes.
Esto es posible porque tanto las instituciones como la dirigencia han dejado de lado -esperemos que sea por el momento- el tratamiento de las propuestas que imperiosamente necesita Argentina para superar las causas estructurales de la grave crisis que padecemos en los siguientes aspectos:
1. Definir un orden de prioridades en el plano social por medio de políticas públicas (no planes sociales).
2. Terminar con la inflación y la recesión económica.
3. Potenciar los índices de ocupación y de producción industrial.
4. Cómo, cuándo y con qué se cubrirán los pagos del enorme endeudamiento contraído.
5. La gran duda es si para elaborar dicho programa se viabilizarán los acuerdos programáticos que es imprescindible acordar con los distintos sectores para que, sin imposiciones antidemocráticas, superemos la coyuntura y podamos elaborar un auténtico y definitivo Proyecto Nacional.
Como hemos comprobado, el despliegue de los “partidos” en extinción careció de la ética y de la capacidad institucional que la ciudadanía en general estaba esperando. Lo peor es que ninguno esboza un plan de gobernabilidad posterior al resultado eleccionario y menos propender a un cambio trascendente con la construcción de sólidas integraciones sociales y sectoriales.
Más allá de una retórica gastada, nos queda la sensación de que cada contendiente en general piensa que sus razones son las que valen porque cree que es el dueño absoluto de la verdad, descartando, por dicha tesitura, la idea de compatibilizar las tesis esenciales con los demás.
Por otra parte, esta deshonestidad también se expresa en la utilización de los votos del pueblo como si fuesen las fichas que se apuestan -según su propia decisión- en el juego de una ruleta.
Ante este deplorable escenario, dudo mucho de que Argentina logue encontrar un camino trascendente que nos saque de esta encrucijada en la que vivimos una realidad constreñida por la desunión de los argentinos, la pobreza extrema de vastos sectores, la pérdida de un rumbo perfilado por la educación, el trabajo y la producción nacional y la pesada herencia de un enorme endeudamiento.
Sólo es de esperar que la sociedad argentina, entendiendo el agotamiento de este modelo democrático, comience a reclamar de los dirigentes -sean partidarios, empresariales, gremiales, comerciales, profesionales, etcétera- la aparición de quienes, interpretando que no hay más lugar para las especulaciones personales, pongan sus entidades y organizaciones al servicio del país y de todos los argentinos, comprendiendo definitivamente que “nadie podrá realizarse en una sociedad que no se realice”
La realización
La realización personal es posible cuando todos y cada uno de los que formamos parte de una misma sociedad poseemos las mismas posibilidades para proyectar – según nuestras propias actitudes – una vida integralmente en plenitud. Pero como nadie conforma un ente que vive aislado, es imposible desligarnos de los compromisos que engendran hechos trascendentes en el seno del hábitat y de la sociedad, ya que no podemos prescindir de ninguno de ellos.
Sólo bajo el imperio de un enorme sismo, una guerra que busca el exterminio o por la penetración de culturas opresivas y políticas públicas denigrantes, podríamos ser arrastrados hacia un proceso de degradación y obligados por tal circunstancia a desprendernos de nuestros valores y virtudes y de toda alternativa de realización según nuestros propios anhelos y esperanzas.
Es que no somos ni podemos ser personas completas al margen de las circunstancias que atentan contra nuestras realizaciones, como tampoco la de pretender desligarnos de la responsabilidad social que nos compete, ya que la mayoría de los compromisos que individualmente asumimos define el ineludible carácter social que sustentamos.
Las entidades intermedias
Nos integramos en comunidades porque es parte de la esencia humana, ya que son pocos los que no forman familias, participan de clubes, empresas, organizaciones sectoriales y sociales, ONG solidarias, colegios profesionales, centros estudiantiles, de artistas, etcétera.
Esto constituye el factor que por excelencia distingue a la humanidad y en especial a la comunidad argentina ya que, a pesar de todos los avatares sufridos, aún conserva la capacidad de unirse e integrarse en entidades e instituciones que son ámbitos intermedios entre la unidad personal y los gobiernos. Entidades tan necesarias como imprescindibles para mejor expresar y defender los derechos, como la de exponer propuestas mediante las políticas públicas.
Estos conceptos y definiciones que muchos suponen una ficción, de alguna manera definen el proceso evolutivo de una comunidad, sobre todo cuando son asumidos con la perseverancia debida y ante graves y severísimas situaciones que amenazan la existencia del conjunto. Se las identifica como organizaciones libres del pueblo porque están íntimamente relacionadas con la existencia y proyección social, forman parte ineludible del ejercicio político-democrático y esencialmente por no estar atadas a ninguna corporación, ya que sólo defienden los intereses que específicamente le son propios.
Su sentido de pertenencia a la idiosincrasia y cultura de la sociedad de la que forman parte constituye su mejor atributo ya que son las primeras en ofrecerse como partícipes de soluciones ante las desgracias nacionales, como la de compartir esfuerzos y sacrificios con la esperanza de sacar adelante el país.
El ejemplo más claro lo hemos tenido con la participación del pueblo argentino en las batallas contra el colonialismo y la dependencia. En defensa de una parte de nuestro territorio como son las islas Malvinas, las movilizaciones populares en contra de las dictaduras, etcétera.
Decisión trascendente
Si el pueblo argentino – en su conjunto – asume como decisión trascedente proyectar su futuro teniendo presente la sentencia expresada en el título de este artículo, con seguridad derrotaremos la decadencia actual y los argentinos recuperaremos la autoestima perdida, tan necesaria como insoslayable para terminar con la crisis que ética y moralmente secunda los avatares de un modelo de gobernanza que ha fracasado totalmente.
De esta forma, buscaríamos la integración social y sectorial porque somos partes de una misma comunidad de origen y destino y el ejercicio de la responsabilidad social que a cada argentino y sector organizado le corresponde asumir como única manera de superar las propuestas parcializadas de gobiernos de circunstancias o de proyectos que siguen confundidos por ideologías obtusas y caducas.
Es que – por circunstancias colaterales a la evolución tecnológica producida en el mundo – hemos sido invadidos por la cultura del consumismo, por la cual uno vale por lo que tiene y no por lo que es, y dentro de lo que poseemos como propio está la historia de nuestros orígenes como sociedad con identidad propia a la que muchos argentinos desconocen o tienen visiones sesgadas o acotadas de ella.
Nos convencieron de que el mayor rédito del proceso democrático inaugurado en 1983 era haber instituido el voto libre y obligatorio para que sea el pueblo quien elija a sus gobernantes. Semejante simulacro ha tocado fondo en su decadente transcurrir ya que en los 35 años, dicha licencia no ha servido para construir una alternativa liberada de tal confusión promovida por una dirigencia que mejor la seduce las divisiones que expresan intereses parciales y no la unidad de los argentinos que es la que realmente debe decidir su futuro.
Comprendiendo que en la unidad del pueblo está concentrada la mayor fortaleza, y que en las entidades sociales y sectoriales radica la viabilidad orgánica de poder participar en las decisiones estratégicas, conseguiríamos un régimen democrático efectivamente participativo, enterrando el despojo de un modelo de gobernanza que ha fracasado estrepitosamente. Alcanzaríamos de esta forma la posibilidad de garantizar que los argentinos podremos realizarnos si se realiza la sociedad a la que todos por igual pertenecemos.
Acertado, como siempre.