viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Casi una colisión en el Océano del Corto Maltés

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Por Silverio E. Escudero

Concluye el tiempo de los eufemismos. El manual de las justificaciones es precario a la hora de explicar los aprestos bélicos.
No estamos, esta vez, frente a un caso de meros disparos entre guardias fronterizos aburridos, ni de operaciones terroristas achacables a centrales de espionaje.
Maxwell Smart, celebérrimo Agente 86, el espía estrella de Control, la agencia de recontra espionaje, si se encontrara en servicio activo, trabajaría a destajo. Se le habría encargado frustrar la totalidad de las operaciones planificadas por Kaos, la súperorganización criminal entre cuyos objetivos figura la destrucción de Occidente.
A pesar de los reaseguros y del inestimable apoyo de la Agente 99 -la más seductora de las espías de las que se tenga memoria- el choque entre ambos mundos configura una nueva etapa de la Guerra Fría.
El 6 de junio pasado, pese a todos los recaudos y los trabajos de la inteligencia militar, sonaron las alertas en todos los centros de mando de las principales potencias militares de América, Asia, Europa y Oceanía.

Dos barcos estuvieron a punto de colisionar en aguas del océano Pacífico. Apenas quince metros separaron los cascos del crucero lanzamisiles USS Chancellorsville del barco antisubmarino ruso Admiral Vinogradov.
Nunca sabremos la verdad de lo que pasó. Unos y otros tienen versiones dispares.
Los rusos acusan a Estados Unidos de violar los límites del mar de la China del Sur, por donde navegaba el destructor ruso en su rutina habitual.
Washington acusa Moscú de avanzar sobre el mar de Filipinas, que es patrullado por naves de la Séptima Flota del Pacífico que tiene como apostaderos la base naval de Yokosuka, la de Sasebo y el apeadero de submarinos instalados en la Isla de Guan. Sin contar con las instalaciones secretas a lo largo y ancho del Mar de Corales, Micronesia y Melanesia. Espacios geoestratégicos por los que alguna vez supo transitar, con pericia sin par, el Corto Maltés en busca de la isla secreta de El Monje.
El encontronazo no fue casual. Sucede con una frecuencia inusitada. Los buques que participaron del incidente tenían órdenes expresas de simular un ataque. Por ello realizaron todas las maniobras y aprestos necesarios para colisionar y regar las cubiertas con fuego de artillería. Los optimistas de siempre, en sus sitios de Internet, aseguran que fue un juego de guerra acordado y que las tripulaciones sabían que la maniobra debía concluir cuando los navíos estuvieran a punto de colisionar.

Los capitanes alegaron –ante los mandos- que sus barcos se vieron obligados a realizar maniobras de emergencia para evitar el choque. Lo que no se dice es que ambos oficiales superiores tenían expresas instrucciones de sus comandos para que hicieran trizas las recomendaciones de la Convención del Mar, que establece que dos naves no pueden navegar en paralelo o cruzarse en sus derivas si están separadas por, al menos, mil yardas marinas lo que equivale a 914 metros, aproximadamente.
Los sucesos que narramos acaecieron en un marco de relativa distensión, aunque en los últimos 180 días ocurrieron casos similares en el mar Mediterráneo frente a la isla de Chipre y las costas de Israel. Y otro ocurrió frente a las antiguas columnas de Hércules, en el que participaron un destructor español y una fragata inglesa.

El hecho, que se inscribe en la lista de acciones que lleva a cabo el gobierno de España en procura recuperar sus derechos soberanos sobre Gibraltar perdidos en 1713, al firmarse el Tratado de Utrecht que, en su artículo X establece que “la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas” serían una propiedad a perpetuidad de la corona británica en territorio de jurisdicción española, debiendo retornar a España si el Reino Unido renunciase o enajenase de alguna manera dicha propiedad.
El istmo entre el peñón y las otras fortificaciones británicas es, para España, territorio ocupado ilegalmente, atendiendo a su interpretación del tratado, por lo que los juegos de guerra, las amenazas de invasión y el cierre de fronteras son hechos casi cotidianos que han dejado de sorprender a lo largo de los siglos a sus habitantes.
La separación de Gran Bretaña de la Comunidad Europea obligó a rediscutir el Estatuto y fronteras del peñón. Cuestión que Bruselas tomó con especial interés, al aceptar como legítimo y pertinente el reclamo de Madrid.
Los protagonistas del incidente del Pacífico, por la tirantez entre ambas cancillerías, parecería que han puesto al mundo al borde de la guerra. Situación que ha motivado una serie de pasos de comedia entre rusos y estadounidenses que se han visto en la obligación de abrazarse en medio de la serie interminable de actos que se han organizado para conmemorar el 75º aniversario del desembarco aliado en Normandía.
Por su parte, China, a pesar de su acercamiento a Moscú, desconfía. Sigue con suma atención la coreografía que han montado la Casa Blanca y el Kremlin y observa con gesto ceñudo a los columnistas de la prensa occidental y las universidades de todo el mundo, ante un nuevo aniversario de los trágicos sucesos de la plaza Tiananmén.

En ese lugar, el ejército chino asesinó a más de diez mil estudiantes que reclamaban más libertad y mejores presupuestos para las altas casas de estudio. Aquel suceso fue aprovechado por la burocracia china para dar comienzo a una purga que habría elevado el número de disidentes asesinados –en menos de 30 días- a la friolera de 50 mil personas.
En tanto, los científicos y profesores sobrevivientes fueron dispersados a lo largo y ancho de China, separados de sus familias y obligados a vivir en condiciones infrahumanas.
Mientras esto sucede, Europa aún no termina de parir su nueva identidad. Ahora con la presencia molesta del presidente Donald Trump, que pretende imponer condiciones cuando al fin suceda la salida de Gran Bretaña del proyecto comunitario.
En los corrillos del nuevo Parlamento Europeo se musita que la CIA está detrás del surgimiento del IRA 2012, también conocido como Nuevo IRA, grupo paramilitar irlandés heredero del Ejército Republicano Irlandés.

El IRA 2012 nació ese año producto de la unión de miembros del IRA Auténtico, Acción Republicana contra las Drogas y Óglaigh na hÉireann (facciones republicanas de Belfast y zonas rurales), que no aceptan los acuerdos de paz del Viernes Santo de 1998 y reclaman la validez de la lucha armada como método de acción política para reunificar Irlanda.
En tanto, en el continente retrocedió la influencia de Vladimir Putin en los grupos ultraderechistas que soñaban volver a cobijarse en los mantos de la Gran Madre Rusia y se consolida la jefatura de la ultraderecha europea de Marine Le Pen que, tras su triunfo sobre el presidente Macron, recibió el saludo y el compromiso de obediencia de los grupos neonazis.
Cabe, por cierto, preguntarse ¿hasta cuándo durará el romance?
En este archipiélago de buenos modales y conductas duales, en las cuales apenas si se disimulan las tensiones que acumula la guerra comercial, en voz baja muchos buscan nuevos horizontes para sus negocios e inversiones por temor que la pelea de los mercachifles, otra vez, culmine en los campos de batalla.
Así ha sucedido desde los comienzos de la humanidad. Mucho más cuando el poder se encuentra en manos de orates que velan armas y asesinan a millones de inmigrantes y desplazados por las guerras y el hambre que han generado las grandes potencias en su afán de supremacía.
Aunque esta vez la baraja deberá repartirse entre tres siempre y cuando India no decida jugar en las grandes ligas.

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