Por Lucas Croce (*)
El trascendental año 2019 sigue su marcha y, caminando en un terreno de relativa calma financiera, se acerca a momentos de definiciones políticas que, de tan cruciales, sin duda impactarán con fuerza en la economía y las finanzas del país.
La bienvenida decisión de intervenir con reservas en el mercado cambiario, acordada por el Banco Central con el Fondo Monetario Internacional, puso fin por ahora a la volatilidad cambiaria, y trajo una paz que ya lleva más de un mes. Condición necesaria, aunque no suficiente, para descomprimir tensiones varias, en especial las relacionadas con las expectativas inflacionarias.
Pero a la vuelta de la esquina está la fecha límite para inscribir las alianzas que competirán en las primarias, y una semana después llegará el día del cierre de listas. Las PASO de agosto marcarán, con seguridad, el tono de los mercados hasta que, en diciembre, se inicie el nuevo período presidencial, a cargo del actual mandatario o del que surja de las urnas.
Aunque la sorpresiva fórmula impulsada por la ex presidente y ahora candidata a vice buscó, entre otros efectos, generar confianza en los votantes e inversores que temen que el kirchnerismo, en caso de ganar, despliegue su arsenal de medidas aislacionistas y anti-mercado (entre ellas, una eventual reestructuración de la deuda pública), nuestra opinión es que seguimos estando ante un panorama binario.
Esto puede apreciarse, incluso en forma gráfica, si analizamos el comportamiento del riesgo país. Este indicador, diseñado por JP Morgan, mide el spread (diferencia) de rendimiento (o costo, visto del lado del país emisor) de los bonos de deuda en dólares a 10 años de plazo, emitidos por los Estados Unidos, y por Argentina.
Esa brecha, luego de haber saltado más de 400 puntos en 2018, ha marcado nuevos máximos la semana pasada, al tocar 1.000 puntos. Concretamente, si hoy los inversores del mundo le prestaran al Estado, le cobrarían 10% anual en dólares más que lo que le piden al gobierno norteamericano por un bono semejante.
Es decir, 12% de interés anual en dólares, una friolera aun si se compara con el costo de financiamiento de países de la región, como Bolivia o Paraguay.
En la evolución de este frente están influyendo negativamente tres factores: la baja del rendimiento de los bonos de los Estados Unidos (o su contracara, la suba del precio de esos bonos); cuestiones políticas, tanto locales (la alta incertidumbre respecto del signo político del próximo gobierno), como internacionales (la guerra comercial entre EEUU y China, el estilo provocador del presidente Donald Trump, las dificultades de Jair Bolsonaro para sacar a Brasil de la recesión); y las dudas, razonables, pero fogoneadas irresponsablemente por algunos, sobre una posible reestructuración de la deuda.
Mientras este índice no vuelva a valores normales, marcando la vuelta de la confianza en nuestro país, los inversores deberán manejarse con un menú de opciones conservadoras, priorizando la preservación del capital por sobre los grandes rendimientos.
Así, aquel que necesite que sus excedentes le generen flujo en pesos, podrá aprovechar las altas tasas ofrecidas, pero colocando a plazos cortos y renovando, con un ojo puesto en el comportamiento del precio del dólar.
Los que sean más conservadores, y puedan inmovilizar por mayor tiempo sus ahorros, deberían buscar instrumentos en dólares de renta fija pura, a la espera de definiciones políticas para tomar decisiones más agresivas.
Y, finalmente, aquellos que estén dispuestos a tolerar los vaivenes coyunturales y esperar el tiempo que sea necesario (entre tres y cinco años), viendo el actual escenario como una oportunidad de largo plazo, pueden tomar posiciones en acciones de empresas de primera línea, con balances sólidos, y acciones con precios deprimidos.
*Asesor financiero de DLC Asesores Financieros