Según el último reporte del Ministerio de Salud -de 2017-, el “asesino invisible” dejó 976 personas intoxicadas de las cuales 200 murieron
Las intoxicaciones por monóxido de carbono (CO) son una preocupación para la salud pública por sus graves secuelas y mortalidad. Se estima que cada año fallecen 4,3 millones de personas en el mundo por contaminación del aire en los hogares, siendo el CO uno de los principales contaminantes.
Según las últimas cifras en Argentina, provistas por las estadísticas del Ministerio de Salud, durante 2017 se reportaron 976 personas intoxicadas con CO, de las cuales 200 fallecieron. No obstante, dada la inespecificidad de algunos de los síntomas, se estima que existe un importante subdiagnóstico y una subnotificación de los casos.
La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) afirmó ayer que niños y embarazadas, además de los adultos mayores y todas aquellas personas con enfermedades cardiovasculares y respiratorias, constituyen las poblaciones más vulnerables a los efectos de las intoxicaciones con monóxido de carbono e instó a extremar los cuidados, ya que durante los meses de frío suele producirse la mayor cantidad de casos, por mal funcionamiento de los artefactos que producen monóxido de carbono asociado a la falta de ventilación de los ambientes a causa de las bajas temperaturas.
“El monóxido de carbono es un gas incoloro, que no tiene olor, no irrita y que se dispersa fácilmente en el aire; estas características hacen que la intoxicación no sea percibida por la persona expuesta, por eso se lo llama ‘el asesino silencioso’. En nuestro país, las fuentes más frecuentes de producción de CO son las estufas y los calefones, también los braseros a carbón o leña, las salamandras, las hornallas de la cocina, faroles y lámparas a gas (como las utilizadas en los campamentos), aunque también pueden ser fuentes productoras de CO aquellas máquinas pequeñas a combustible como los grupos electrógenos, cortadoras de césped, pulidoras de piso o lavadoras a presión, gases del caño de escape de vehículos, incendios, generadores eléctricos a gasolina y removedores de pintura”, enumeró la pediatra Marisa Gaioli, prosecretaria de la Comisión de Salud Infantil y Ambiente de la SAP.
Entre todas las poblaciones vulnerables se destaca el caso de las embarazadas ya que, además del peligro que implica la intoxicación para ellas mismas, el riesgo es todavía mucho mayor para el feto, debido -entre otras circunstancias fisiológicas- a que expuestos a la misma fuente y concentración de monóxido de carbono, ésta, hallada en sangre, es entre 10 y 15 veces mayor en el feto que en la madre. Además, el tiempo de desintoxicación que necesita el feto es mucho mayor: la vida media de CO en sangre es aproximadamente cinco veces más prolongada que la materna.
Los adultos mayores, las personas con enfermedades cardiovasculares y respiratorias, así como las personas con anemia marcada, son más vulnerables a la exposición porque presentan bajas cantidades de oxígeno disponible en las células (hipoxia) y menor volumen de oxígeno en los tejidos.
En tanto que, en la población infantil, “los lactantes son muy vulnerables a la exposición al CO por presentar una tasa de ventilación (el aire que circula en los pulmones por minuto) tres veces mayor que los adultos, la cual se mantiene al doble en los menores de seis años.
Esto hace que el volumen de aire contaminado inspirado por los niños sea mucho mayor que el que incorporan los adultos”, precisó la toxicóloga Elda Cargnel, miembro de la Comisión de Salud Infantil y Ambiente de la SAP.
Secuelas: Parkinson hasta ceguera
En cuanto a los síntomas que podrán estar indicando una intoxicación con CO, si bien son variables, en casos leves suelen presentarse cefaleas, náuseas, vómitos, mareos y debilidad; y en los casos más graves aparecen inestabilidad, confusión, visión borrosa, dolor precordial, convulsiones y desmayo, pudiendo llegar a un desenlace fatal.
“Si la persona sobrevive a un cuadro grave, pueden quedarle secuelas invalidantes que van desde un síndrome de enclaustramiento, hasta parkinsonismo, trastornos psiquiátricos, ceguera, sordera, trastornos cognitivos graves y trastornos en la marcha”, advirtió Gaioli.
Recomendaciones
- Con los artefactos encendidos, asegurarse de que el ambiente se encuentre ventilado.
- Abrir al menos dos veces al día durante 30 minutos las puertas y ventanas de la vivienda.
- Las instalaciones a gas deben ser realizadas por gasistas matriculados.
- Una vez al año, se deben controlar los artefactos a gas y verificar que la ventilación no se encuentre obstruida (chimeneas y tubos de ventilación).
- Prestar atención al color de la llama de los artefactos: debe ser azul; si es naranja o colorada el artefacto no está funcionando correctamente y está generando CO.
- No usar el horno ni las hornallas para calefaccionar el ambiente, ya que consumen mayor cantidad de oxígeno.
- No dormir con braseros o calentadores a leña o carbón encendidos.
- No instalar calefones o termotanques a gas en el baño.
- No dejar el auto con el motor encendido en el garaje sin que éste esté ventilado.