Las elecciones en Argentina motivan la reflexión sobre el valor que puede asumir el acto de sufragar para los sujetos. Algunas coordenadas que delinea María Carolina Córdoba
Por Luz Saint Phat – [email protected]
Este 2019 se configura como un año electoral de suma importancia para los argentinos.
Posteriormente a la votación para Gobernador de Córdoba y para mandatarios municipales de distintas localidades del interior de la provincia y en tiempo del armado de las propuestas que disputarán en las próximas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) nacionales y en las presidenciales de octubre, reflexionar sobre las elecciones desde la perspectiva del psicoanálisis contribuye al debate central sobre el valor que los sujetos otorgan al acto de votar, en un contexto de transformación de la política.
En el marco del diálogo con Comercio y Justicia, la psicoanalista María Carolina Córdoba delineó algunas coordenadas de lo que ella nombró “psicopatología de la vida electoral”, al hacer referencia a los distintos síntomas que pueden surgir al momento de elegir.
Córdoba es miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y también de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Además, es una de las responsables del Departamento de Psicoanálisis y Política del Centro de Investigación y Estudios Clínicos (CIEC).
“Desde la recuperación de la democracia y con ella del derecho a votar como práctica, los ciudadanos argentinos se ven confrontados al acto de sufragar. Las elecciones como acontecimiento instalan un corte temporal que establece un antes y un después. Para los electores, es la confrontación con un acto que se reitera cada tanto, así como también puede ocurrir que para los sujetos se repitan ciertos aspectos sintomáticos relacionados a la circunstancia de ir a votar”, explicó.
“Es decir, muchas veces -y no sin angustia- los sujetos con sus cuerpos se ven afectados en torno al acto porque sus consecuencias los responsabilizan”, afirmó la psicoanalista cordobesa y precisó que “ciertos acontecimientos que se le repiten a alguien a lo largo de su vida electoral pueden ser introducidos en la sesión psicoanalítica” como, por ejemplo, “actos fallidos/logrados que posibilitan ubicar que aquel sujeto, tan politizado en apariencia, se olvida su DNI cada vez que va a votar. O, por el contrario, quien se dice desinteresado por la política se angustia cuando no aparece en el padrón, revelándosele allí sus ganas de participar”.
Tales síntomas -angustia u olvido- también pueden ubicarse en el marco de las modalidades emergentes de la política que, cada vez más, está signada a escala global por el miedo. “Que se hable de una política del miedo cada vez que se acercan los comicios, pero no sólo en Argentina sino también en otros países, nos indica que algo se está tornando más cruel, más del orden de lo insoportable”, dijo Córdoba, haciendo referencia a cómo la decisión de votar a determinados candidatos es muchas veces forzada por las situaciones que se instalan como extremadamente amenazantes en cada sociedad.
Peligros de la era contemporánea que pueden asumir distintas formas. De allí que las campañas de muchos candidatos políticos estén centradas en enfatizar sobre el peor rostro de un supuesto adversario, como pueden ser los inmigrantes -en el caso de la plataforma política de Trump- o los refugiados -para algunos de quienes lideran las naciones de Europa-.
Hoy, incluso, cuando se incrementa la tensión comercial entre Estados Unidos y China, el resto de los países trata de calcular en medio de la incertidumbre cuánto podrá afectar globalmente tal disputa.
Al respecto, señaló la especialista, “el miedo como factor de la política está instalado hoy en el malestar de la civilización. Este miedo, llamado líquido, se transmite por los vasos comunicantes del mercado de las noticias. Miedo que traducimos por angustia y que crece inevitablemente bajo los modos de vida imperantes” ligados al consumo permanente.
“¿Los ciudadanos inmersos en la angustia social como síntoma tipo de un acontecimiento real -es decir, que toca y afecta los cuerpos- se pronuncian en las elecciones muchas veces más empujados por esta deriva que, quizás, por el deseo?”, interrogó la psicoanalista al momento de relatar que recuerda “la queja de alguien que contaba cómo su abuela de 92 años había insistido y suplicado que le lleven una urna a su casa en la cual yacía postrada. Finalmente la señora, después de votar, confesó que su voto había sido en blanco”. “Sólo ella sabrá de su elección y su pronunciamiento. Elección forzada, como todas las elecciones, pero nunca neutral ya que la decisión siempre se impone”, interpretó la entrevistada.
Así, ante un acto que se presenta a veces como angustiante en un contexto de profundas transformaciones sociales -ya que implica una toma de posición respecto de un devenir colectivo- el psicoanálisis invita a que cada sujeto se haga responsable de su decisión. “Saber leer el síntoma es equivalente a interpretarlo. Y en esa lectura nos vemos conducidos a delimitar lo que no anda, lo que no funciona para cada quien, pero -a la vez- el psicoanálisis posibilita que, por ese saber leer, alguien se encuentre con su propio funcionamiento y que se escriba su propia elección”, concluyó Córdoba.