Luiz Inácio da Silva ha sido el mandatario que más hizo por los pobres de su país desde la vuelta de la democracia. Su condena tiene un evidente contenido político
Por Gonzalo Fiore Viani
Especial para Comercio y Justicia
El politólogo, filósofo, intelectual, escritor y activista político estadounidense Noam Chomsky declaró por estos días que el ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, es el preso político más importante del mundo.
El ex mandatario se encuentra detenido desde el 7 de abril de 2018 por el juez Sérgio Moro -actual ministro de Justicia de Bolsonaro-, condenado a 12 años y un mes de prisión por la supuesta compra ilegal de un departamento.
En febrero de este año le fue dictada otra condena a 12 años en primera instancia, esta vez por corrupción en el marco del caso Oderbrecht. Según la jueza del caso, “la culpabilidad de Lula es elevada ya que recibió ventajas indebidas en función de su cargo de presidente de la República, de quien se exige un comportamiento ejemplar”.
Si bien, en este caso, la condena no está firme -todavía puede ser apelada-, forma parte de la campaña de desprestigio público y persecución judicial que continúa contra Lula al igual que contra otros presidentes populares latinoamericanos.
En el plano internacional, la imagen del ex líder del Partido de los Trabajadores (PT) sigue teniendo prestigio gracias a las políticas populares implementadas por su gobierno y debido a la persecución a la que está siendo sometido desde el impeachement a Dilma Rousseff, en 2016.
En febrero pasado, su candidatura al Premio Nobel de la Paz fue confirmada. Para ser candidato al prestigioso galardón es necesario obtener más de 600.000 firmas en todas las categorías. Es decir, se necesitan jefes y ex jefes de Estado, anteriores ganadores del premio, y personalidades comprometidas con la paz a escala internacional. Chomsky comparó la situación de Lula con la del intelectual y fundador del Partido Comunista italiano Antonio Gramsci, preso bajo el régimen fascista de Benito Mussolini.
El estadounidense visitó en la cárcel al líder del PT en septiembre pasado. Comparó su situación con la del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, al decir que su voz quiere ser silenciada por el poder.
En diciembre del año pasado, un juez dictó la excarcelación de Lula pero tal decisión cautelar fue rápidamente anulada por el titular del Supremo Tribunal Federal.
A pesar de que está previsto en la Ley Penal de Ejecución brasileña que un recluso pueda presenciar el funeral de ascendientes, descendientes, cónyuge o hermanos, no le fue permitido salir de prisión temporalmente para asistir al entierro de su hermano, también dirigente del PT, fallecido a comienzos de este año.
Sin embargo, sí se le permitió ir al de su nieto, de tan sólo siete años, a principios de marzo. El ex presidente contó que su nieto sufría bullying en la escuela debido a su figura. Lo acusaban de que tenía por abuelo a un ladrón, al mismo tiempo que dijo que “iba a luchar por todos los medios para que el Poder Judicial reconozca su inocencia”. Si bien se lo veía claramente emocionado, lo cierto es que el semblante del ex presidente no parecía desmejorado ni con signos de deterioro.
Mientras Bolsonaro asumió con 65% de aprobación, actualmente se hunde en las encuestas de popularidad. Ahora con tan sólo 32%, su índice de aprobación durante los primeros cien días es el más bajo desde el retorno a la democracia, en 1985.
En el mediano plazo, no es probable que la suerte de Lula cambie. Da Silva es, sin dudas, el más importante presidente brasileño desde Getúlio Vargas o João Goulart. Uno terminó suicidado, el otro asesinado mientras estaba exiliado en Argentina. Los poderosos de Brasil y de América Latina no suelen demostrar clemencia para quienes se animan a desafiar las estructuras en favor de los más humildes. Bolsonaro ya ha dicho en reiteradas oportunidades que espera que Lula “se pudra en la cárcel”, al mismo tiempo que ha tuiteado noticias de las condenas contra quien fue uno de sus antecesores.
Lula da Silva ha sido el mandatario que más hizo por los pobres de su país desde la vuelta de la democracia. Y, por lo pronto, seguirá siendo también, como bien dijo Chomsky, el preso político más importante del mundo.