Se encamina a un nuevo round electoral que puede consolidar el poder de un gobierno xenófobo pero que promete a los italianos un nuevo liderazgo
Por Gonzalo Fiore Viani*
Hace una semana entró en vigor en Italia el pago de una renta básica universal de 780 euros a jubilados y desocupados. Estos últimos, a cambio, deberán prestar una contraprestación a un privado.
La Unión Europea (UE) ve esta medida con preocupación debido a que va en contra de las aspiraciones de Bruselas para que el gobierno italiano disminuya su déficit fiscal.
Sin embargo, es una más que interesante vuelta al viejo Estado de Bienestar que parecía terminado en el siglo XX con la caída del Muro de Berlín, ya sin la necesidad de los Estados europeos de contener la agitación comunista.
No obstante, vuelve a ser discutido debido a la crisis económica producto de la globalización y como una manera de contener a quienes quedan fuera del mundo laboral tradicional.
No deja de ser curioso que esto lo haga un gobierno como el de Giuseppe Conte, que tiene en Matteo Salvini, del partido de extrema derecha La Lega, su hombre fuerte.
De extrema derecha y calificado por algunos analistas, incluso, como de tendencia neofascista, el ultraconservador, enemigo rabioso de la inmigración y con un estilo de liderazgo muy peculiar, ya ha declarado hace algunos meses que su partido tomaba las viejas banderas que la izquierda había perdido para representar las clases trabajadoras.
Quienes hayan vivido en Italia al menos diez años, cuyo patrimonio inmobiliario sea inferior a 30.000 euros y sus ingresos no superen 9.360 euros anuales, podrán ser beneficiarios de la medida. Según el gobierno italiano, aproximadamente un millón de familias podrán acceder a la renta básica.
En los últimos tiempos, jóvenes empresarios tecnológicos como Ellon Musk, de la empresa Tesla, o Mark Zuckerberg, se han referido en numerosas ocasiones a la necesidad de crear una renta básica universal.
Según el creador de Facebook, por ejemplo, crear esto permitiría que los jóvenes puedan generar nuevas ideas e innovar. Esto no es nuevo, Keynes ya escribió sobre esto a mediados del siglo XX.
El economista británico veía necesario avanzar hacia una jornada laboral de 15 horas semanales; tanto para el ocio de los trabajadores como para generar nuevos puestos de trabajo; algo que hizo Henry Ford durante la Segunda Guerra Mundial para aumentar la productividad en sus fábricas. Sin embargo, las medidas del gobierno italiano no serían una renta básica universal sino más bien un subsidio masivo. Ya que es condición sine qua non la contraprestación de servicios.
Recientemente, Matteo Salvini negó la entrada a 49 inmigrantes de un buque cerca de Lampedusa. No es la primera vez que toma una medida de este tipo. En cada ocasión que lleva adelante algo así, su popularidad se dispara.
Si bien Italia es la economía número ocho del mundo, hace más de dos décadas que se encuentra estancada. Su PBI creció menos de un punto y medio en los últimos 20 años. Mientras que en 1998 era de 26.000 euros, hoy es de 26.300, por debajo de la media de los 30.300 de la UE. Alemania, por ejemplo, en 1998 tenía un PBI de 28.000 euros y hoy es de 35.300. Fronteras adentro, en la tan cambiante política italiana, hay quienes culpan de esto a que no se han implementado las reformas requeridas por la UE. Otros dicen que es justamente por la adopción del euro y el acatamiento de las políticas dictadas por Bruselas.
La inestabilidad política tampoco ayuda. Este año habrá elecciones que culminarán con un nuevo gobierno. Italia tuvo más de 60 administraciones desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. El promedio de la duración en el poder de un mandatario es de poco más de un año. Por ahora, todo indica que Salvini está llamado a gobernar la octava economía del mundo por mucho tiempo.
Promete devolver la grandeza que muchos italianos sienten haber perdido hace tiempo. Quizás sea el liderazgo con mano firme que los italianos estaban esperando luego del retiro de Giulio Andreotti o la caída en desgracia de Berlusconi, los últimos hombres fuertes del país. A nadie debería dejar de preocuparle su xenofobia y sus políticas anti inmigratorias.
(*) Abogado – Experto en política internacional