viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Vientos de cambio

Por Elba Fernández Grillo * - Exclusivo para Comercio y Justicia
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Por Elba Fernández Grillo (*)

A veces me pregunto si los operadores del fuero Civil han dimensionado la magnitud del cambio que tenemos por delante con la puesta en vigencia de la ley 10543, que establece la obligatoriedad de intentar por la vía de la mediación la solución de los conflictos, previa a las actuaciones judiciales.
De más está decir que los mediadores estamos felices con esta ley, quizás porque en nuestro trabajo diario vivimos la angustia y el pesar que soportan quienes tienen un juicio pendiente; ya sea porque esté esperando hace años un resarcimiento económico o, por el contrario, porque tendrá que afrontar un pago con intereses y costas que no tiene idea cuánto se incrementará.
Si bien hay circunstancias delicadas -como una muerte o una incapacidad-, cuando se trata de un accidente de tránsito, por ejemplo, en el que evaluamos cómo trabajaremos con las personas afectadas, en general la presencia de las partes contribuye a la búsqueda de soluciones posibles al diferendo.
Con mucha satisfacción podemos decir que ya se han cerrado muchas causas civiles con acuerdo, con la gratificación que quien tenía que pagar pudo hacerlo y quien tenía que cobrar se volvió a su casa con dinero. En un caso en que sólo se demoró algunas semanas, dos vecinos del interior de Córdoba (Roberto que era de Pascanas y Mario, de Villa María) encontraron junto a sus abogados y mediadores una solución posible y satisfactoria para ambos.
Mario es dueño de una metalúrgica en Villa María, Roberto se dedica a la cría de ganado en la localidad de Pascanas. El año pasado, Roberto le pidió a Mario la construcción de todo un sistema para la instalación de un criadero de cerdos, actividad en la que incursionaba pues lo que conocía era la cría de ganado vacuno. Así fueron consensuando detalles de la obra hasta que en agosto del año pasado Mario se trasladó a Pascanas con todo su personal y, luego de un trabajo de varios días, le dejó a Roberto todo el criadero instalado.
Ambos habían acordado un pago por este trabajo un importante monto de seis dígitos. Roberto abonó este trabajo con un cheque a 60 días, lo que fue aceptado por Mario ya que conocía todas las dificultades que estaban atravesando los hombres de campo a raíz de la sequía.
Llegado el momento de efectivizar el cobro del cheque, éste no tenía fondos, con lo cual comenzó entre Mario y Roberto una discusión que se prolongó hasta que, abogados mediante, se sentaron uno frente al otro a la mesa de mediación del Centro Judicial.
El abogado de Mario ya tenía preparada la demanda, cumplir con esta instancia significaba sólo un trámite pero ninguno de los dos quería un juicio. Roberto le manifestó a Mario: “Sé que te debo el trabajo pero mi actividad está muy mal”. Mario sacó la calculadora y empezó a sumar, restar, dividir y le manifestó que su pretensión era un monto en función del tiempo, la inflación, el aumento de los materiales en dólares, etcétera.
Ante eso, Roberto le pidió una semana de plazo para pensar una propuesta. Todos tuvimos la percepción de que sólo buscaba dilatar el problema, en tanto que en reuniones privadas Mario nos manifestó, contrariando a su abogado, que pretendía cobrar ese dinero pero que si no lo lograba en este espacio no haría juicio, pues dijo: “Sé que han tenido y tienen dificultades; el país no está pasando un buen momento. Somos vecinos, algún día me va a pagar, entre nosotros no nos hacemos juicio”.
Así, a la semana siguiente el abogado de Roberto se presentó con un poder para representarlo y manifestó que estaba dispuesto a abonar todo de contado pero sin intereses ni actualizaciones. Si esta propuesta era aceptada en la próxima audiencia asistiría con el dinero.
Unas dos horas antes de la tercera audiencia recibimos en nuestros celulares el mensaje del abogado diciéndonos que por favor la postergáramos un poco más porque no había podido reunir el dinero. El abogado de Mario no quería aceptar una nueva reunión pero su representado le manifestó que sí iban a esperar porque decía: “Como hombres de campo tenemos códigos”.
En la cuarta y última audiencia ingresó el abogado de Roberto con una mochila negra, traía el dinero para abonar lo acordado.
Mientras las mediadoras confeccionábamos un acuerdo que decía que las partes nada se debían y completábamos los formularios de rutina, ellos contaban el dinero. El abogado de Roberto sintió un gran alivio por su cliente que pudo cumplir, Mario se fue con una mochila con una importante carga de pesos y se evitó un juicio largo y costoso. Para que esto se produjera, ambos se reconocieron lo pactado, uno hizo el esfuerzo para reunir el dinero adeudado, el otro redujo sus pretensiones y así se pudo encontrar un punto común. O como dice William Ury sobre negociaciones exitosas: todos salieron ganando.

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