Por Salvador Treber
En julio pasado comenzaron a regir en EEUU múltiples aranceles a productos chinos que también se extendieron a los bienes de sus vecinos Canadá y México, además de los países integrantes de la Unión Europea. Ante ello, obviamente, China replicó de la misma forma.
Este nuevo episodio es el más peligroso de los muchos adoptados en forma inconsulta y sin justificación alguna por el presidente estadounidense Donald Trump. No sólo sorprende sino que también viola todas las normas diplomáticas.
Es que su desconcertante personalidad no parece admitir límites a improvisados impulsos y con tales actitudes compromete a su país, a las relaciones exteriores y hasta a la mismísima paz mundial.
Extraña mucho que en el ámbito del gobierno federal estadounidense no se hayan adoptado medidas destinadas a evitar este tipo de desplantes. Por lo menos eso se supone por la característica de tales arranques, que por sus características y frecuencias generan honda inquietud e indignación.
Todo comenzó con la aplicación, a partir del 1 junio, del recargo a la importación de acero de 25% y 10% en aluminio, que el día 6 de julio se extendió a 1.102 productos más.
Los vecinos Canadá y México, al sentirse afectados, respondieron haciendo lo mismo respecto a otra diversa cantidad de productos que exportan con ese destino; entre los cuales se incluyen ropa, carne de cerdo, jarabes y motocicletas. Aunque se excluyeron específicamente a televisores y celulares, también sin exponer la causa de ese tratamiento, y cuyo principal destinatario es China.
El grado de improvisación con que actúa Trump es tan insólito como paradójico, y ello se puso en evidencia una vez más en una reunión celebrada en la Casa Blanca solicitada por el presidente de la Comisión Europea, entidad con sede en Bruselas, para analizar los aranceles respecto de los integrantes de la Unión Europea. Pues inicialmente se incluyeron entre los alcanzados los productos importados de dicho origen.
Pero ello duró apenas 19 días ya que el 25 de julio, después de una negociación, se logró acordar que no se impongan dichos aranceles, incluso los que pesan sobre acero y aluminio.
Debe tenerse presente que la relación comercial (bienes y servicios) entre estas partes ascienden anualmente a algo más de un billón de dólares y, por tanto, había despertado muy seria preocupación en los 25 países del Viejo Continente, que estaban pendientes de las respuestas del presidente estadounidense.
No les preocupaba tanto el recargo a los embarques de acero, pues representan apenas 0,5% del total de ventas al exterior, pero sí había gran inquietud por los que pesaban sobre automotores pues la vigencia de los flamantes recargos amenazaba con desatar un muy serio conflicto, pues este rubro moviliza exportaciones recíprocas por alrededor de US$45 mil millones.
Secuelas de la experiencia europea
Lo sucedido, no obstante, ha dejado una lamentable experiencia y muchos dirigentes siguen advirtiendo que Europa no puede confiar en Estados Unidos y menos recordando que -una semana antes de llegar al acuerdo- Trump, en oportunidad de un reportaje, dijo que “Europa es un enemigo”.
Como la problemática tanto económica como en temas de seguridad, estrategia, objetivos y diplomacia, en general, difieren tanto que con frecuencia se los coloca en posiciones antagónicas, en Bruselas piensan que deben estar muy alertas.
Es lógico que haya quedado un fuerte dejo de desconfianza en los europeos que, si bien reconocen como protagonista principal a Trump, le adjudican cierto grado de responsabilidad al Departamento de Estado. Las experiencias sobre convivencia posteriores a la finalización de la Segunda Guerra Mundial y hasta la fecha, especialmente en las áreas en que permanecen contingentes y/o bases militares americanas, no son positivas y lo sucedido recientemente no ha hecho más confirmar las múltiples dificultades y desinteligencias que con frecuencia se suscitan.
En ese clima, el Banco Central Europeo resolvió retirar el respaldo a ciertos regímenes crediticios promocionales que se otorgan con un interés inferior subsidiado en diciembre próximo que, en buen medida, tiene tomadores estadounidenses. Ello como respuesta a la reiterada alza de tasas que viene imponiendo la Reserva Federal de EEUU, pese a que los restantes bancos centrales más poderosos del mundo están haciendo ingentes esfuerzos por normalizar su operatoria y reducir en todo lo posible los costos financieros. El euro, en estas circunstancias, dio un salto pero al conocerse estas medidas del BCE se tranquilizó.
Por su parte, el intercambio con China, desde varios años atrás, ha registrado fuertes y continuados saldos favorables para el bloque europeo en su relación con EEUU. Obviamente, las recientes medidas que Trump adoptó en forma muy agresiva, intentando poner trabas artificiales a tal relación europeo-china, han perjudicado seriamente a al bloque y al país asiático pero no han tomado de sorpresa a China. En realidad, el notorio menor costo de la mano de obra china ha sido en este caso el factor que coadyuvó decisivamente a tornar muy competitivos sus productos, pese a la distancia y los consiguientes gastos de transporte.
La revolución tecnológica china
A lo expuesto precedentemente habrá que sumar un innovador esquema que abarca todas las actividades productivas; el cual en la actualidad está en plena ejecución por parte de China.
Con él se busca plasmar una transformación revolucionaria en cuanto a procesos de automatización y robotización; con lo cual en Beijing consideran que no sólo consolidarán su actual liderazgo mundial sino que, al completarse el citado plan, sin dudas habrán extendido esa primacía a todo el transcurso del presente siglo con mayor holgura aún.
La constatación del éxito alcanzado en cuanto al impulso progreso del crecimiento poblacional era, según lo subrayan, la faceta irresuelta que han corregido dosificando eficazmente el respectivo objetivo.
El mencionado programa integral se planea concluir para el año 2030 y será complementado con un intenso proceso de reeducación, preparado para nada menos que 350 millones de agricultores que, de tal forma, pasarán a poblar 25 grandes nuevas ciudades.
Pues los 50 millones que seguirán en tareas agropecuarias dispondrán de los equipos y maquinarias más modernas. Ello explica que los productos chinos alcanzados con dicha medida incluyan la importación de automotores, productos propios de la industria aeroespacial, robótica y manufacturas e incluso hasta bienes originados en su sector agrícola y pesquero por un total de US$50 mil millones.
Las autoridades chinas están empeñadas en reducir el ritmo de endeudamiento, aunque tienen plena conciencia de que ello desacelerará el ritmo de expansión que han tenido. Saben que esta decisión tendrá gran repercusión dentro y fuera de China pues actualmente las relaciones y la operatoria de muchas grandes empresas están ligadas a la evolución de la economía de dicho país.
No debe olvidarse, además, que es el máximo fabricante de manufacturas del planeta y, correlativamente, adquirente masivo de insumos, que no ha elevado en los últimos meses la tasa de interés para proteger a las pequeñas y medianas empresas que son inmensa mayoría.
A modo de justificación de sus actitudes, Trump ha sostenido que el intercambio entre ambos países ha sido “muy injusto” durante mucho tiempo, lo que, afirmó, se ha hecho “insostenible”. Pero tales medidas, nada habituales, se adoptaron por sus órdenes precisas sin siquiera el más mínimo aviso previo. Menos aún, no mostró preocupación alguna por exponer las causas por las cuales esa decisión se extendió a los productos de todos los demás países considerados “amigos”.
Agregó: “Estados Unidos no puede tolerar más perder nuestra tecnología y propiedad intelectual por medio de prácticas económicas injustas”.
El conflicto entre los dos “gigantes”
Como era de suponer, Beijing no hesitó en responder con hechos y no con meras palabras, estableciendo aranceles 545 productos que habitualmente les han venido proveyendo exportadores estadounidenses. Al comenzar en forma efectiva a aplicarse dichas cargas tributarias, Trump amenazó en ampliar la medida cuadruplicando la cifra inicialmente prevista.
Los analistas más autorizados han advertido que, según su visión, el más perjudicado con el nuevo esquema será Estados Unidos y no China, ya que el inicio de la “guerra económica” repercutirá mucho más en el país americano, exclusivo promotor de dicho conflicto.
Lo más probable es que tal equívoca gestión oficie como un boomerang, pues estiman que a China no le será difícil, quizá con mínimo perjuicio, reorientar hacia otros mercado sus exportaciones ya que los precios y calidad se han convertido en la mejor “carta de presentación” y esta nueva situación muy probablemente opere como un estímulo adicional para ampliar más aún la ventaja que ya ha logrado en la abierta competencia entablada con el objeto de ganar mercados, incluso desplazando a su máximo contendiente.
En buena medida, dados los reiterados y muy gruesos errores cometidos en que se le asignan la máxima responsabilidad a Trump, dicha carrera aparece cada vez más favorable al gigante asiático.
Debe tenerse en cuenta que en China las empresas pertenecientes al sector privado de todos los tamaños, incluso las más grandes, siempre han tenido dificultades para acceder a un financiamiento adecuado, pero las sorprendentes restricciones que rigen desde el mes de abril en adelante constituyen un grave obstáculo. Todos los observadores se preguntan si los funcionarios que las implementaron las midieron previamente, pues hay coincidencia en considerar se convertirán en una seria traba que no le favorecerá en nada a su competencia con EEUU. Hay quienes suponen que se trata de un error y que muy pronto será corregido.
Trump se mantiene vigilante y no disimula su desconfianza, incluso al accionar de su propio presidente de la Cámara de Representantes pues, según dijo, ciertamente no firmaría dos propuestas que han surgido en ese recinto. Señaló que tratan de esquivar su intervención pero advirtió, en tono muy severo, que no estaba dispuesto a admitir que ningún funcionario actúe sin su expresa autorización.
En ningún caso.