Por Silverio E. Escudero.
Henry Kissinger (HK), la figura más destacada de la historia de la diplomacia mundial de los últimos 70 años, asombra. Mucho más cuando se le observa, con alguna habitualidad, trepar aviones transoceánicos para dictar conferencias o entrevistarse con líderes de todo el mundo, mientras forja una relación profunda con Vladimir Putin y Xi Jinping, el presidente chino.
Quienes conocen su intimidad aseguran que lo hace con el mismo entusiasmo del día de su debut, allá por 1955, como adjunto al Asistente Especial para Asuntos de Seguridad Nacional, Nelson Rockefeller (NR), en tiempos de la administración Eisenhower.
En aquella ocasión, recuerda HK, se reunía con un grupo de académicos “para redactar un documento destinado al presidente. Trataba sobre un problema diplomático fundamental: cómo podía Estados Unidos tomar la iniciativa en los asuntos internacionales y articular sus objetivos a largo alcance (…) Rockefeller se sentó a escucharnos (…) un profesor tras otro ofrecieron inteligentes consejos tácticos sobre cómo manejar la burocracia; sobre cómo tratar a un presidente a quien no conocíamos (…) Rockefeller (…) dijo: “No los he traído aquí, caballeros, para que me digan cómo maniobrar en Washington. Ése es mi trabajo. El trabajo de ustedes es decirme ´lo que está bien´. Si pueden convencerme, yo los llevare hasta el presidente. Y si yo no puedo vendérselo a él, renunciaré.”
HK recuerda ésa como su primera gran lección. La que marcó el rumbo. Camino que le llevó a ser en uno de los más reputados analistas internacionales. Un verdadero superviviente del caso Watergate que “derrocó” a Richard Nixon, encontrando amparo en el gabinete del presidente Gerald Ford. Fue, luego, capaz de salir de su zona de confort para ocupar, por sí mismo, las casillas centrales del tablero del ajedrez internacional.
Decíamos de su permanencia en el candelero producto de comprender que los obstáculos que se le presentaron eran nuevas oportunidades. Por esa circunstancia vale preguntar si es posible saber el tenor de la conversación que HK sostuvo con Donald Trump (DT) en el almuerzo que celebraron el día después de la cumbre de Helsinki. Un rumor invade los mentideros diplomáticos. Aseguran que la agenda de las conversaciones que sostuvo el presidente estadounidense con Vladimir Putin estaba firmada por HK.
Los estudios geopolíticos desvelaron por siempre a HK. Se lo recordará como uno de los grandes arquitectos de la reconciliación entre Oriente y Occidente. Eran los tiempos de la guerra fría e imaginó la diplomacia del ping pong para aflojar tensiones. El 12 de abril de 1971 el equipo nacional estadounidense se convirtió en la primera delegación deportiva estadounidense en poner pie en Pekín desde 1949. Enfrentamiento deportivo que pavimentó el camino para que se produjera el histórico encuentro entre Nixon y Mao-Tsé-Tung, en aquel ya lejano 29 de febrero de 1972.
Trabajo de orfebrería que sirvió para abonar el encuentro de HK con Leonid Brezhnev, en busca de favorecer un clima de distensión con la Unión Soviética. Sus observaciones sobre la situación soviética, anotadas en sus memorias (Buenos Aires, 1979) son precisas. “En la época que lo conocí era a las claras la máxima figura soviética. Pero era igualmente obvio que ya no tenía todo el poder y que ya estaba declinando su fortaleza física. Durante la reunión cumbre hizo lo posible para dar participación al premier Kosygin y al presidente en las deliberaciones. Al parecer, Brezhnev poseía facultades para añadir matices a una postura ya convenida, pero no podía hacer modificaciones fundamentales por su cuenta, tal como lo permiten la autoridad y la independencia de que goza un presidente de los Estados Unidos”.
HK, por este tiempo, explora un mundo diferente. Un mundo en el que China y Rusia desafían el orden mundial. Buscan, en complicidad, desplazar a EEUU. de su lugar de privilegio. El antiguo secretario de Estado de Nixon y de Gerald Ford, premio Nobel de Paz 1973 por su intervención en el fin de la guerra de Vietnam, es el titular de una de las consultoras en geopolítica más importantes del mundo y cobra a sus clientes enormes sumas de dinero para escuchar sus opiniones.
Edward Luce, su último entrevistador, guarda silencio al respecto. En un largo almuerzo le preguntó al histórico diplomático cuál es su opinión sobre la cumbre de Helsinki. HK hizo un instante de silencio. “Fue una reunión que debía llevarse a cabo. Durante varios años yo la propuse. Había quedado sumergida debajo de los problemas internos de EEUU. Sin duda, es una oportunidad perdida. Pero creo que hay que volver a algo. Mire a Siria y Ucrania.
Rusia tiene la característica particular de que la agitación en casi cualquier parte del mundo la afecta, le da una oportunidad y también la percibe como una amenaza. Esas agitaciones continuarán. Me temo que se van a acelerar (…) Occidente asumió erróneamente, en los años antes de que Putin se anexara Crimea, que Rusia adoptaría el orden basado en las reglas occidentales. La OTAN malinterpretó el profundo deseo de respeto que siente Rusia”.
Preguntado sobre DT, el decano de la diplomacia de la guerra fría, esquiva la respuesta. “No quiero hablar mucho sobre Trump porque en algún momento debería hacerlo de una manera más coherente que ésta”, responde HK. “Pero usted -le insiste su entrevistador- está siendo coherente. Por favor, no se detenga. De nuevo hay una pausa. “Creo que Trump puede ser uno de esos personajes en la historia que aparece de vez en cuando para marcar el final de una era y forzarla a renunciar a sus viejas pretensiones. No necesariamente quiere decir que él sepa esto, o que esté considerando una gran alternativa. Puede que sea sólo un accidente”.
El diálogo se profundiza. Se conoce la profundidad de su relación con DT y sus 17 reuniones con Putin. El tema incomoda. HK dibuja un nuevo escenario. Habla del panorama de la diplomacia europea. No encuentra un líder que lo emocione, con la posible excepción del francés Emmanuel Macron. “Aún no puedo decir si es efectivo porque acaba de comenzar, pero me gusta su estilo”, dice HK. “Entre otros estadistas europeos, Angela Merkel es muy local. Me cae bien personalmente y la respeto, pero no es una figura trascendente”.
No puedo evitar -continua el columnista del Financial Times- la sensación “de que Kissinger está intentando decirme algo (…) Como un jugador de dardos con los ojos vengados, intento varios lanzamientos diferentes. ¿En qué se convertiría Alemania si Trump retirara a EEUU. de la OTAN? A Kissinger le gusta esa pregunta, pero se niega a decir qué probabilidades hay de que suceda. “En la década de 1940, los líderes europeos tenían un claro sentido de la orientación (…) Ahora, en su mayoría, sólo quieren evitar problemas”.
Pero no están haciendo muy buen trabajo, lo interrumpo. “Es cierto”, dice HK. “Un eminente alemán me dijo recientemente que siempre solía traducir la tensión con EEUU. como una forma de alejarse del país, pero que ahora le teme más a un mundo sin EEUU.”. Entonces, ¿podría Trump estar asustando al resto del mundo occidental para que se valga por si solo? “Sería irónico que eso surgiera de la era de Trump”, responde HK. “Pero no es imposible”.Un mundo occidental dividido por el Océano Atlántico convertiría a Europa en un “apéndice de Eurasia”, que estaría a merced de una China que quiere restaurar su papel histórico y ser “el principal asesor de toda la humanidad”. Kissinger considera que China está en vías de lograr su meta. EEUU se convertiría en una isla geopolítica, flanqueada por dos océanos gigantes y sin un orden reglamentado que defender.