Por María Cristina Di Pietro *
Cuando los mediadores comenzamos a manejar hipótesis y luego las pulimos o cambiamos, lo hacemos no desde lo abstracto sino desde todo lo vivido, aprendido, como parte de nuestra experiencia, de nuestra profesión y del conocimiento técnico adquirido en la materia. Entonces, existen para mí tres términos y no dos: 1. Imparcialidad. 2. Neutralidad. 3. Multiparcialidad.
El mediador no puede dejar de blanquear su interés, su sentir principal: el éxito buscado y materializado en la finalización del conflicto mediante el acuerdo; su desempeño lúcido al demostrar su pericia y el manejo en el desarrollo del debido proceso de mediación; y la búsqueda de una solución útil y satisfactoria para las partes (en la forma óptima de convenio) sin perjuicio que guíe a otras posibilidades como juicio, arbitraje, abandono del conflicto.
Ello así, es indiscutible que el mediador tiene intereses que juegan en ese proceso, los cuales están rodeados de sus sentimientos, razonamientos y de su impronta toda. Por consiguiente, no resulta apropiado hablar de imparcialidad -ajenidad total- en los mediadores, ya que se debe agregar que para hacer operativa su tarea se posiciona entre el cara a cara y con el conflicto de la gente.
El mediador no trabaja como intermediario en la comunicación escrita sino con la oralidad, y lo que es más comprometido, con la comunicación gestual y con las emociones de la gente. Puede plantearse, hipotéticamente, que en sus primeras experiencias, o trabajos de gabinete, se lo ideó, se intentó promocionarlo como carente de toda sensibilidad e involucramiento, mas su trabajo permanente con la gente y sus circunstancias, más o menos traumáticas, hicieron caer tal personaje para colocarlo en su debido rol: el de tercero involucrado en la realidad de las partes; o sea, necesariamente en el campo de intervención. La neutralidad (ni uno ni otro) es la que lo alejará de los favores y del desnivel; y limitará este involucrarse a su exclusivo rol del tercero. Pero es innegable que para cumplirlo con eficiencia no puede jugar de afuera como una solemne figura de cartón, como una fotografía animada. Debe subirse las mangas y entrar al campo de juego.
La imparcialidad del mediador elegido: mitos y creencias
La elección de mediador tiene varias apreciaciones: 1. Para quien lo elige. 2. Para la parte contraria de quien eligió mediador. 3. Para el mediador sorteado. Quien elige mediador lo hace, sin duda, por estrategia. Pero ¿con qué creencia? Una, puede ser la idoneidad del mediador para el caso de que se trate; otra, que no necesariamente excluye la primera, el entendimiento de que el electo es “su mediador” o “mediador de parte”.
La primera es la verdadera causa estratégica: elegir a quien se considera con perfil adecuado y con experticia para la dirección del proceso, que conoce el lenguaje del tema a tratar y el manejo de técnicas adecuadas, y las emplea con la precisión requerida. La segunda creencia es un desacierto que puede desilusionar al elector. Los mediadores son siempre neutrales, mejor, multiparciales (para todos). ¿Por qué? Por ética, por responsabilidad?.. entre otras causas. Pero el fundamento básico es que, de no tomarse la multiparcialidad como técnica, el proceso de mediación se pierde de inicio, no puede desarrollarse; no encuentra caminos ni salidas; no tiene rumbo como proceso de autocomposición. La parcialidad es la cualidad típica del asesor, del defensor, del letrado de parte; entonces, se debe actuar con parcialidad.
Los terceros que participan para ayudar en la solución de un diferendo no pueden cooptarse con la parcialidad porque dejarían de ser terceros coadyuvantes para transformarse en partes; por las consecuencias indeseables aparejadas, porque las partes ya tienen sus abogados. Los terceros elegidos, entre otras de sus funciones, reafirman el lugar de los letrados, consejeros y de las partes. No necesitan colocarse en el rol de ellos. La elección de mediador no implica más que dejar la cuestión en manos de quien se considera mejor para intervenir. Lo demás son supuestos, mitos o creencias sin sustento, quizá por desconocimiento del proceso de mediación.
La negociación es de las partes, quienes actuarán en función de sus intereses. El mediador no tiene ese problema; no tiene ni comparte los intereses de los mediados; así, emplea estrategias de solución desde otro foco: posicionarse en un lugar de multiparcialidad -como primera técnica- lo beneficia para avanzar en su tarea. Así, los únicos intereses genuinos que encuentro en el tercero-mediador son: terminar el conflicto con soluciones sustentables; mantener su prestigio; y percibir honorarios dignos acordes con su trabajo.
Ningún otro interés le sirve para ser mediador. Quien lo elija, no podrá esperar nada más para sí y por el solo hecho de la elección.
Dejo de lado la ingenuidad: como creer que las partes o sus abogados son blancos fáciles de manipulación. Quien crea en “el mito del mediador propio o de la otra parte” estará subestimando no sólo a la contraria y al mediador sino a sí mismo.
* Mediadora