Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **
Hay acontecimientos que, por no tener efectos directos inmediatos, parecen sólo títulos en los medios de comunicación, pero que con el tiempo dejan ver su gravedad de forma manifiesta.
La actual tensión entre el Reino Unido y los países occidentales con Rusia es uno de ellos. Tan peligrosamente preocupante es la situación que la BBC de Londres ha afirmado: “Ya estamos en una Segunda Guerra Fría”. La punta del iceberg fue sin duda el envenenamiento con Novichok del antiguo espía ruso, y a la postre doble agente, Serguéi Skripal, el pasado 4 de marzo en Salisbury. Crimen que, según palabras de Theresa May, constituye “el primer ataque en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”. Un tanto drástica la frase para nuestro grupo, pero que no quita importancia a la cuestión por la que fuera pronunciada.
El conflicto diplomático comenzó a agravarse cuando desde el Gobierno del Reino Unido se dijo que era “muy probable” que el Kremlin estuviera detrás del ataque, afirmando la primera ministra británica que “han tratado el uso de este agente nervioso de grado militar en Europa con sarcasmo, desprecio y desafío”.
Ello fue calificado por el canciller ruso, Sergei Lavrov, como acusaciones “dementes”, agregando que el gobierno británico no tenía evidencias para respaldar sus acusaciones.
Sin embargo, esto no es nuevo ya que actos de espionaje, persecuciones, envenenamientos, y muertes en misteriosas circunstancias, pueden haber ocurrido en Reino Unido en los últimos 20 años a espaldas del público, y lejos del conocimiento de las autoridades afirmó el medio citado. Según una investigación de Buzfeed de 2017, habría también pruebas de otros 14 asesinatos supuestamente orquestados desde Rusia en suelo británico.
Todo esto ha hecho que las relaciones entre los países involucrados se tensaran de tal manera que llegaran a las medidas diplomáticas directas. El Gobierno británico resolvió la expulsión de 23 diplomáticos rusos sospechados de ser agentes del Kremlin; igual medida tomó Estados Unidos, sumándose a la decisión de casi 30 países -aliados de Reino Unido- de expulsar a más de 100 representantes del gobierno de Vladimir Putin.
La respuesta rusa no se hizo esperar y el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, anunció entre otras medidas la expulsión de diplomáticos de países occidentales, además de llamar a una reunión de emergencia de la Organización Internacional de Armas Químicas (OPCW, por sus siglas en inglés) y autorizar el cierre de consulados, entre otras medidas.
Ante esta escalada de tensiones, debe destacarse que el mayor peligro no es político, o geopolítico, sino con relación a los derechos humanos más básicos.
Tales prácticas, de confirmarse, violan las normas más elementales del derecho internacional y suponen una involución de la cultura jurídica global en la materia.
La anterior guerra fría fue un campo pródigo para la violación de los derechos humanos de las personas comunes, por derecha o por izquierda y en las más diversas partes del mundo.
Casi siempre, en países en desarrollo o del denominado “tercer mundo”. Justo donde estamos nosotros. Motivo por demás valedero para empezar a ver que estos hechos no nos son tal lejanos ni tan extraños como podría parecer a primera vista. Muy probablemente, de rebote, nos veamos afectados.
Parafraseando los versos del poeta inglés John Donne, popularizados por Ernest Hemingway en su novela más famosa: “Nadie es una isla por completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra (…) por eso la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti”.
* Abogado, doctor en Ciencias Jurídicas.
** Abogado, magister en Derecho y Argumentación Jurídica.