Según representantes del sector, la caída de la demanda es la principal responsable. Las personas no adquieren la ropa que “se vende cara” y nace el fenómeno de la “exportación del consumo”. La importación de prendas de vestir se duplicó e impactó en el eslabón de la confección
Los números del sector textil son acuciantes: en dos años el mercado cayó 20%, pasando de vender 500 mil toneladas en 2015 a 400 mil en 2017; se perdieron 23 mil puestos de trabajo; el nivel de actividad se redujo casi 12% y la capacidad instalada de las plantas- provistas con tecnología de clase mundial- asciende escasamente a 55,7% en diciembre último.
Así lo confirmó a Comercio y Justicia el director Ejecutivo de Fundación ProTejer, Ariel Schale, quien entendió que el principal factor de debilitamiento es la caída de la demanda por el deterioro del poder adquisitivo del consumidor, seguida por la presión importadora que afecta principalmente al eslabón de la ropa de vestir y la confección.
“La caída de la demanda responde a las tres cuartas partes del total de las pérdidas, es notable el deterioro del poder adquisitivo de la población en virtud de que los ingresos crecen por debajo del nivel inflacionario. El consumo se achicó en los hogares por los tarifazos y los aumentos de costos, quedando un disponible que se destina a los consumos básicos”, explicó.
Esta situación se ve agravada, según Schale, por el “el proceso de exportación de consumo, un fenómeno que aumenta y que es un verdadero flagelo para el sector”.
Se trata de la emisión de turismo argentino al mundo, que hace que la gente se abastezca en los destinos más tradicionales, como Santiago de Chile y Miami, donde la indumentaria es menos onerosa.
El año pasado, los argentinos consumieron 2.500 millones de dólares de ropa en el exterior, es decir, el mercado nacional perdió de vender esa suma.
“Esto da cuenta del desorden macroeconómico de Argentina, porque la ropa no es cara, se vende cara. No es culpa de la industria nacional, sino de la existencia de una matriz sistémica no competitiva que afecta no solo al sector textil, sino a toda la industria manufacturera”, detalló el ejecutivo.
En ese sentido, detalló que 50% de lo que se consume en el país responde a cargas fiscales; a las que se suman los costos de capital, fijados por las altas tasas de interés; los costos financieros, logísticos y de energía, que incrementan los costos de producción no solo en las naves industriales del sector textil, sino en todos los procesos de manufactura.
Sólo 8% va para la industria
Según un estudio realizado por la fundación, de la indumentaria de marca vendida en los shoppings, “la ropa más cara”, sólo ocho por ciento de ese valor se destina a la cadena de producción, constituida por los productores del algodón, el hilandero, el tejedor, tintorero, entre otros, “es decir, alrededor de seis actores intervinientes”.
“Es muy simple, la gente vota con los pies y no piensa en la enorme carga fiscal de los comerciantes locales y se abastecen en otro mercado donde la matriz tiene una incidencia menor”, subrayó Schale.
Presión importadora
La presión importadora es responsable de la cuarta parte de la disminución del mercado textil argentino en estos dos años.
“Sólo en prendas por importación en aduana ingresaron 600 millones de dólares a precio FOB, lo que da la pauta de la dimensión del flagelo, que no es culpa de la producción nacional”, remarcó.
En los últimos dos años se duplicó la importación de prendas de vestir, lo que afectó principalmente el último eslabón de la cadena, es decir el de la confección. “Porque cuando entra una remera, no se fabrica ni el hilo ni el tejido”, según consideró. “Esta decisión revirtió el proceso de sustitución de importaciones , que fue muy exitoso durante los últimos diez años porque se duplicó el nivel de producción incentivando a los canales comerciales a comprar producción nacional”, alertó.
Menos toneladas
El mercado nacional, entre lo que se fabricaba y se importaba, se redujo de 500 mil toneladas en 2015 a 400 mil toneladas en 2017. Hace dos años, la participación de la producción nacional era de 50%, mientras que ahora es de un poco más de 40%.
“Hoy, de 400 mil toneladas, 260 mil provienen de la importación; no sólo se achicó el mercado sino también la industria nacional perdió participación”, amplió.
Con todo, entre las principales consecuencias, se encuentra un parque instalado con una capacidad operativa de 55,7% en diciembre de 2017, siendo el promedio anual de 60% (ver Cuadro de capacidad instalada).
“Hay plantas con tecnología de clase mundial que están cerradas, teniendo en cuenta que las inversiones productivas de las empresas de la cadena de valor textil fueron de 306 millones de dólares en total durante el 2017”, agregó. “Hay una clara falta de eficiencia productiva debido a un grave problema de demanda, más la no competitividad sistémica que impacta negativamente en el sector”, graficó el directivo.
Y desde luego, la pérdida de puestos de trabajo es otra de las consecuencias, más de 23 mil puestos se han perdido, sobre todo en el sector de la confección, en talleres y plantas distribuidas en todo el territorio nacional.
“Hay un despliegue muy homogéneo tanto del eslabón textil como en la confección; claramente no es una industria porteña; hay grandes complejos en el NOA, y en el centro del país. El impacto económico que causa en las economías regionales e muy importante”, alertó el directivo.
La venta es cara
“La industria nacional no es cara, se vende cara. Los zapatos, la electrónica, los fármacos y los alimentos se venden caros, producto de la vigencia de una matriz sistémetica no competitiva que afecta a todos los productos nacionales”.
Sustitución vs importación
“La apertura de las importaciones revierte un proceso de sustitución que ha sido exitoso por diez años, duplicando el nivel de producción nacional. En los últimos dos años se duplicó la importación de prendas de vestir, afectando principalmente al eslabón de la confección”.
Demanda retraída
“La gente no compra ni productos importados ni nacionales, hay una desaceleración del proceso de menudeo del comercio minorista muy importante”, dijo Schale.
Del precio de una prenda 50,3% son impuestos; 12,2% es para los bancos por el servicio de posnet y tarjetas; 12,7% es en concepto de alquiler (locales en shoppings). Sólo 8% de ese valor es para los seis actores que intervienen en la cadena de la producción de la prenda.
Los consumidores no convalidan esos costos fiscales y entonces compran en otros mercados donde la matriz tiene una incidencia menor.