sábado 23, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Jurista, auditor de guerra y educador

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De la Corte Suprema a los tribunales militares, pasando por la gobernación de Corrientes y la universidad, demostró una vocación pública acendrada

Por Luis R. Carranza Torres

José Miguel Guastavino, nacido en Corrientes el 5 de julio de 1838, fue uno de los más importantes hombres de la cultura correntina y de la política y el derecho en la Argentina de fines del siglo XIX. En su actividad pública resultaría un hombre múltiple, como tantos de la denominada Generación del Ochenta.
Alumno del Colegio de Monserrat de Córdoba y luego de su universidad, se destacó como latinista, siendo profesor de Derecho Romano en la facultad. Su grado de doctor en jurisprudencia había venido acompañado de la concesión de la medalla de oro, algo que nadie había logrado desde el tiempo en que lo consiguió nada menos que Vélez Sársfield.
También, por el tiempo en que residió en Córdoba, fundó el diario “Eco libre de Córdoba”, defendiendo desde esa tribuna de papel (por entonces los diarios eran más un medio de propaganda política que sólo propagadores de noticias) la causa unitaria.
Luego de un tiempo en Buenos Aires, pasó a Mendoza como juez federal y luego a su natal Corrientes como fiscal de Estado.
En 1865, el presidente Mitre lo nombró “auditor de guerra del Ejército Nacional en campaña (…) con el rango y sueldo de teniente coronel”. Por una de esas cuestiones incomprensibles de la organización estatal, el cargo de auditor de Guerra y Marina había sido suprimido en el presupuesto del año en que se declaró la guerra al Paraguay, lo que trajo aparejado una grave cuestión, como el propio presidente manifestó en su mensaje anual al Congreso: “Se hace sentir en el número de sumarios y procesos que deben levantarse para el esclarecimiento de faltas y en las sentencias de los consejos de guerra que no pueden mandarse a cumplir por no tener el Ejecutivo el asesoramiento letrado que resulta obligatorio”.
José Miguel Guastavino tenía por entonces 27 años y un muy cómodo cargo: era el único secretario de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Pero no dudó en renunciar frente a su nombramiento militar, como antes tampoco lo había hecho al ofrecer sus servicios al ejército, cuando fue declarado el conflicto. La Corte Suprema, por unanimidad, rechazó su renuncia y le otorgó en cambio una licencia por tiempo indeterminado, en tanto durara la guerra.

Participó, de tal forma, integrando las fuerzas del Ejército Argentino afectadas al conflicto, en la batalla de Yatay, en la toma de Corrientes, Paso de la Patria y la rendición de Uruguayana.
Cumplió su función con probidad y celo, llevando a cabo la difícil tarea de administrar justicia en tiempos de guerra. Realizó igualmente una función anexa dada por el propio comandante en jefe: encargado formalmente de la tarea de presentar saludos protocolares al emperador del Brasil en el campamento brasileño, que se sumaba a la conducción de las operaciones, realizó las coordinaciones debidas y delimitaciones de funciones en virtud del tratado de alianza que vinculaba las naciones aliadas.
También, quedó por aquel conflicto plasmado en el arte para la posteridad. Jorge Thompson en su obra La guerra del Paraguay, en la lámina que se retrata el Pasaje del Ayuí por el Paso de la Patria, en Corrientes, por el primer cuerpo argentino, lo retrató junto al general Paunero y el coronel Chenaut, oficiales superiores a cargo de dicha maniobra.
Luego de su período con el derecho militar, volvió a la Capital Federal a proseguir con su actividad jurídica, hasta ser electo en 1868 en su provincia natal con el cargo de gobernador.
Durante su gestión, en paralelo a la presidencia de Sarmiento y el desempeño de Nicolás Avellaneda como ministro de Instrucción Pública, llevó adelante en la provincia una verdadera transformación educativa.
Desde 1866 figuraba en el Presupuesto de la Nación una partida para instalar el Colegio Nacional pero, por diferentes razones, particularmente asignación efectiva de fondos, su realización no se concretaba. En 1868, Guastavino buscó el apoyo público para su construcción, nombrando una comisión que consiguió en breve tiempo los fondos para iniciar las obras.
El 2 de agosto de 1869 comenzó sus actividades el Colegio Nacional de Corrientes, siendo su primer rector fue el irlandés Fitz Simon. Fue inaugurado en un primitivo edificio bicentenario otrora perteneciente a los jesuitas, construido en barro pisado y adobe, con techo de azotea, asentado sobre tirantes de maderas de curupay, urunday y lapacho, procedentes mayormente del Paraguay. Hasta 1888 el colegio compartirá el edificio con la Casa de Gobierno, prueba de la importancia que se daba por entonces a los asuntos educativos. Otras 90 escuelas repartidas por todo el mapa provincial completarían la obra de Guastavino en la materia.
Posteriormente presentó un proyecto de reformas de la Constitución Provincial que fue rechazado por la Legislatura, lo que determina su dimisión al cargo de gobernador. En su provincia fue también diputado durante tres períodos, en 1872, 1880 y 1896. Redactó el Código de Policía de Corrientes e integró su Tribunal Superior de Justicia, presidiéndolo en dos oportunidades. También produjo algunas obras sobre derecho civil. En 1898 integró como convencional la convención reformadora de la Constitución Nacional.
Falleció en 1911. Como pasa con tantos próceres de bajo perfil de nuestra historia, no es recordado como se debiera, en atención a sus múltiples méritos.

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