domingo 24, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Quién es quién: Mercosur y Unión Europea

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Las diferencias entre el bloque americano y el europeo tienen varios orígenes. Hoy ninguno pasa por su mejor momento, sin embargo siguen aportando a la estabilidad regional y global.

Por José Emilio Ortega y Santiago Martín Espósito (*)

Aún se sigue negociando un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE). Dos décadas son el pesado fondo del iceberg que asoma, por estos días, en las esperadas rondas de Asunción del Paraguay. Se trata de dos bloques de países, cuyas historias, tradiciones, objetivos y perfiles, sin adentrarnos en pormenores, signan las dificultades para avanzar.

Objetivos de la integración americana
Figuras como Francisco de Miranda, Simón Bolívar, José de San Martín, José Cecilio del Valle, Bernardo de Monteagudo o José G. Artigas sugirieron para la confusa e incipiente agenda latinoamericana independentista de aquellos años (1810-1825), reagrupamientos o asociaciones entre Estados nacientes. Ensayos incompletos, esbozos confederativos o anfictiónicos naufragaron sin haberse concretado. Pese al fracaso, la idea de una América más unida y relativamente autónoma frente al mundo, no se abandonó.
En el siglo XX se destacó el primer “ABC” -previo a la Primera Guerra, frustrado por la permeabilidad del Barón de Río Branco a los requerimientos de EEUU-. Se trataba de propuestas de libre comercio en la década del 30, previos a la Segunda Guerra, que quedaron truncos cuando comenzó ésta. La reedición del “ABC”, avanzada la posguerra, impulsado por Perón, Ibáñez y Vargas, otra vez fue abortado por la cercanía entre Itamaraty (cancillería brasileña) y EEUU.

Después de la depuración ideológica forzada de mediados de los 50, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) impulsó a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (Alalc, 1960), organización que contó con estructura intergubernamental y programa de liberación arancelaria. La Guerra Fría y las hipótesis de conflicto recurrentes entre países gobernados por dictaduras militares impidieron el progreso de la Alalc, sustituida por la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi, 1980).
La transición democrática sudamericana y la mayor flexibilidad de la Aladi facilitaron la integración “parcial” (grupo de países dentro del bloque amplio) entre Argentina y Brasil, a mediados de los 80, de las que finalmente surgiría el Mercosur en 1991 (sumando a Uruguay y Paraguay) con el fin de reasegurar la democracia y superar tradicionales rivalidades, abriendo la histórica oportunidad para establecer una agenda constructiva.
En 27 años, el bloque tuvo momentos de esplendor, ingreso de nuevos miembros plenos (Venezuela -suspendido-, Bolivia en curso) y asociados, pero la endeblez “fundacional”, de objetivos e institucional, conspiró contra su consolidación.

La integración europea
Por siglos centro del mundo, impulsora de ensayos hegemónicos y contrahegemónicos, cuna de variadas experiencias gubernamentales, Europa supo emplear fórmulas o herramientas tendientes a conseguir objetivos actualmente “integracionistas”.
Por ejemplo, el Zollverein o Unión Aduanera liderada por Prusia desde 1834 -ejerciendo representación en negociaciones con terceros países, coordinando una treintena de Estados germanos federados, sin aduanas interiores, dividiendo proporcionalmente el arancel externo común.
Signada por cruentas batallas y agudas crisis, las aproximaciones a una Europa más cohesionada son planteadas sin embozos desde fines del siglo XIX, y con recurrencia en la entreguerra (federalismo). Pero será ajeno a la región el impulso integrador definitorio.
Tras Yalta, resultaba fundamental -en particular para Occidente- reconstruir un continente devastado económica, social y moralmente, y era el objetivo central encauzar por vías seguras las relaciones entre Francia y Alemania (enfrentadas en 1870, 1914 y 1939). El Plan Marshall, impulsado por EEUU con activa participación de figuras centrales en la organización de circuitos de provisión de insumos entre EEUU, Inglaterra y la Francia libre durante la Guerra, como Jean Monnet, impulsó el rápido rescate socioeconómico, consolidado por medios instrumentales, entre ellos la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (1951) y las Comunidades Económica Europea y de la Energía Atómica (1957).
El modelo institucional europeo cuenta con organismos supranacionales: aunque están integrados por Estados soberanos, las decisiones de aquéllos tienen jerarquía superior y obligan directamente a cada ciudadano. Incluye un Tribunal de Justicia, con carácter independiente.
Diferencia sustantiva respecto al Mercosur: las decisiones de sus órganos (intergubernamentales), sin tribunales comunitarios, son luego discutidas (muchas veces ignoradas) por cada uno de los Estados parte.

Otras diferencias
Sostenidos por aquel temprano apoyo inicial (el Plan Marshall), los 28 miembros actuales de la UE pudieron desarrollar un mercado único que garantiza la libre circulación de capital y personas, adoptando 19 de éstos el euro como moneda única (unión monetaria regulada por el Banco Central Europeo, determinante de políticas macroeconómicas integradas), convergente con el resto de países de la zona. Al poseer los recursos, Europa afirmó acciones y prácticas que aseguran su inserción exterior y su protección interior.
Nacido y criado sin más impulso que algunas voluntades, un Mercosur “a la intemperie” dependió siempre de variables coyunturales o ajenas a su dinámica. Es considerado una unión aduanera “imperfecta” o “incompleta”, pues su arancel externo común no contempla 100% de los productos de los Estados partes; más en realidad, siquiera es una zona de libre comercio perfecta, al no establecerse el arancel cero para todos los productos.
La integración regional se expresa en escenarios y modalidades que requieren su análisis particular. Araceli Mangas Martín, en el prólogo del libro Integración Latinoamericana: Experiencias (Editorial UNC-Encuentro Grupo Editor, 2017), explica que tantas intentonas latinoamericanas integracionistas han dejado una confusa “sopa de letras” -Mercosur, Unasur, SICA, ALBA, Celac, etcétera-; mientras que Europa, desde 2009, cuenta sólo con la Unión Europea.

Lección que perfora la mera referencia terminológica.
Mercosur y UE son muy distintos: obran para ello razones históricas, geográficas, socioeconómicas y políticas. Ninguno de los dos bloques pasa hoy por su mejor momento. Sin embargo, siguen siendo marcas “confiables”, aportantes a la estabilidad regional y global, promoviendo relaciones y vínculos tanto económicos como políticos.
¿Será la acogedora Asunción, el escenario de un acuerdo?
Con distintas necesidades, perspectivas, posibilidades y capacidades, y aún sin que la ronda redunde en logros de alto impacto, los bloques no deberían renunciar al diálogo regular, pues ello potencia una aspiración integradora que, como ocurrió otras veces en la historia, ante una coyuntura globalmente crítica, finalmente los aproximará.

(*) Docentes de Derecho Público Provincial y Municipal, UNC.

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