lunes 4, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

¿La muerte acalla la voz de un halcón?

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Por Silverio E. Escudero

La muerte de Zbigniew Brzezinski (ZB) -quien fue asesor del ex presidente de Estados Unidos James E. Carter en asuntos de Defensa y director del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca- más allá de cualquier valoración política que merecería este actor complejo de la realidad internacional, es una oportunidad de excepción para abrir una hendija diferente, una ventana, en procura de comprender en su complejidad la batalla por el predominio mundial que está en curso.
Resulta imprescindible entonces asirnos a la historia para, cual Dédalo, escapar de los laberintos que plantea la política internacional. Ésa es la única manera de valorar la visión que propone ZB. Una perspectiva norteamericana que, de estudiarla, serviría para fortalecer la crítica política que aparece tan precaria, tan fútil, que ha dejado de preocupar a los habitantes transitorios o permanentes de la Casa Blanca.
Nuestro personaje compartió bambalinas con lo más granado del poder mundial. Sabedor de su potencia de fuego, procuró influir sobre la sociedad de manera determinante aunque no siempre sus consejos fueron escuchados. Brzezinski avisó de manera brutal, allá por principios de enero de 2014, de la llegada a la Sala Oval de Donald Trump y del surgimiento de una nueva era de la supremacía racial de los Wasp -White, Anglo-Saxon and Protestant-, en un país profundamente fracturado que protagoniza un retorno a horas profundamente oscuras, donde el norte y el sur se aprestan a recrear la Guerra de Secesión, y el reinado de las cruces flamígeras del Ku Klux Klan es realidad en cualquier suburbio negro de Estados Unidos.
Decíamos de su formación y de la utilización de las experiencias de la historia en las tomas de decisión. ZB analiza a la hora de los consejos el comportamiento, ante situaciones similares, de los principales imperios hegemónicos que han sido en la historia y llega a la conclusión de que ninguno antes había disfrutado de una dimensión planetaria y de una pretensión tan universal de sus dogmas como Estados Unidos: “La supremacía mundial de los EE.UU. es única tanto por su dimensión como por su naturaleza; se trata de una hegemonía de un tipo nuevo que refleja, en muchos aspectos, el sistema democrático americano: es pluralista, permeable y flexible”.

Y anota -para los distraídos de siempre- detalles que nuestra clase política desprecia. La influencia de Roma -escribe en su libro El Gran Tablero de Ajedrez- descansó sobre la superioridad de su organización militar, sobre la aureola de su cultura y la fortaleza de su sistema jurídico. La dominación china lo hizo sostenida por una burocracia eficiente capaz de administrar un imperio fundado sobre una identidad étnica común y reforzado por una marcada conciencia de su superioridad cultural que pervive en la idea -pese al dominio político del comunismo- del origen divino de sus emperadores que, alguna vez, retornarán a la Cuidad Prohibida. El poder del imperio mongol combinaba tácticas militares inéditas con una tendencia a la asimilación de lo mejor de los pueblos conquistados. Las potencias europeas plantaron sus banderas allí donde consiguieron abrir rutas comerciales y utilizaron la superioridad de su organización militar y de sus recursos culturales para asentar su poder. El más extenso de estos imperios fue el mongol, que abarcó casi la totalidad de Eurasia.
Los imperios europeos consiguieron dominar grandes extensiones de ultramar pero no pudieron ni supieron lograr control en el continente de origen. El desmoronamiento, la implosión de la Unión Soviética produjo una situación sin precedentes. Por primera vez una potencia exterior al continente europeo se constituyó en árbitro de las relaciones entre los Estados de Eurasia y en dominante global. “El poder global al que han llegado Estados Unidos -escribirá Zbigniew Brzezinski- es único, tanto por su envergadura como por su ubicuidad. América controla no solamente la totalidad de los océanos y mares sino que además dispone de fuerzas anfibias que le permiten intervenir en todas partes. Sus ‘legiones’ ocupan posiciones seguras en los extremos este y oeste del continente euroasiático, y controlan también el Golfo Pérsico. Con vasallos y tributarios repartidos por todos los continentes”.

Según esa visión, Eurasia es el centro de la disputa mundial. Ejercer su control político y económico -junto al posicionamiento militar- es clave en el diseño del nuevo mapa global, que pasa de “una escala regional a una aproximación planetaria, que postula que la preeminencia sobre el continente euroasiático sirve de anclaje de la dominación global. Estados Unidos, potencia hegemónica externa -según la denominación de moda- a Eurasia, disfruta de la primacía internacional gracias a su presencia directa sobre tres zonas periféricas del continente, posiciones que extienden su radio de acción hasta los Estados del hinterland continental”.
Así, podemos -en el nuevo mapa “brzezinskiano”- identificar cinco actores geoestratégicos: Francia, Alemania, Rusia, China e India, y cinco pivotes geopolíticos: Ucrania, Azerbaiyán, Corea, Turquía e Irán, sobre los cuales la Sala Oval -más allá de la voluntad de su inquilino- debería posicionarse en el corazón de ese doble continente y desplegar sus recursos para dominar la Ruta de la Seda y del Opio y, con ello, tomar el control de todos los yacimientos hidrocarburíferos y el tráfico de combustibles desde Asia Central hasta el Mediterráneo oriental, en cuyas costas acaece una enorme tragedia humanitaria sin solución a la vista.
Tragedia que, reconoce ZB, tiene origen en las malas políticas norteamericanas que “han inflamado la reacción árabe colectiva. La hostilidad musulmana hacia Estados Unidos se ha intensificado. Estados Unidos se ha aislado de sus principales aliados, en especial de los europeos. Consecuentemente, el mundo es menos seguro. Hay un creciente riesgo y todos somos más vulnerables. La salida es tratar de alcanzar la paz de manera seria y sostenida, que no dependa, como la política norteamericana, casi exclusivamente del uso de la fuerza. Estados Unidos debe tratar de involucrar a las Naciones Unidas y sus aliados europeos en la provisión de una sombrilla de estabilización en Irak para poder reducir su visibilidad y su papel. (…) Esto, a su vez, permitirá a los Estados musulmanes más moderados, como Pakistán y Marruecos, enviar sus fuerzas de pacificación a Irak, reduciendo así la percepción de una guerra contra el Islam. Al mismo tiempo, Estados Unidos debe unirse seriamente a la ONU y a los europeos en la formulación de una propuesta integral y justa para resolver el conflicto árabe-israelí.”

Será necesario continuar indagando en el pensamiento de ZB para encontrar nuevas claves para entender hacia dónde marcha Occidente o, al menos, su potencia hegemónica y cuáles han sido sus previsiones ante un eventual enfrentamiento que comprometa a China, Estados Unidos y Rusia. Sería un absurdo no considerar su pensamiento en el balance global por el hecho de estar muerto.
Pepe Escobar, el celebérrimo analista brasileño y columnista de Asia Times, anota que el juego entre Estados Unidos, China y Rusia se está trasladando al Asia Central, lo que transforma a dicha región en un “teatro privilegiado” donde se podrá observar en acción a China y Rusia. ¿Lo harán de común acuerdo o crecerán las tensiones entre ambas naciones? Henry Kissinger “privilegia a Rusia”; Brzezinski simpatiza con China, “pintándola como una amenaza para Rusia”. Al mismo tiempo, la doctrina predominante en Rusia, de orientación euroasiática “en una oposición frontal con el atlantismo”, busca una igualdad geopolítica entre Estados Unidos, China y Rusia. Los rusos no perciben a China como una amenaza, por mucho que lo quieran los titiriteros de Estados Unidos.
Este acercamiento al pensamiento estratégico de Brzezinski permite aseverar que la hegemonía estadounidense se sostiene sobre cuatro pilares fundamentales: el militar, el económico, el tecnológico y cultural.
Soportes de una política imperial que aparece cuestionada por las “naciones vasallas” que resisten las imposiciones de Washington.

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