ESCUCHARPor Silverio E. Escudero
La transición latinoamericana es compleja. La sociedad y sus partidos políticos, debilitados en su esencia, carecen de la fuerza necesaria para construir un proyecto “revolucionario” o de, al menos, una idea de cambio por no comprender la naturaleza de los reclamos del conjunto social.
Mucho más porque en medio de una recesión generalizada, una nueva burbuja económica está a punto de estallar. Quizás porque los gobiernos no han sincerado cómo le fue a América Latina durante la crisis global y cuáles son las limitaciones que se le impuso cuando se reordenó el capitalismo para enfrentar su nueva etapa.
América Latina, que se debate contra las consecuencias de su propia crisis estructural, es objeto de todo tipo de manipulaciones. Fundamentalmente para mantener el control social y desviar la atención de los problemas importantes y los cambios decididos en contra del interés general.
Utilizando a manera de bombardeo los medios de comunicación adictos, como ocurrió con las operaciones distractoras que se montaron tras los anuncios de los viajes hacia la estratosfera, la diabetes como enfermedad de los ricos, la homosexualidad y los pollos y, por cierto, el desopilante diálogo del presidente venezolano Nicolás Maduro con su pajarito, que superó largamente la feraz imaginación propia del realismo mágico.
Es decir, “Mantener la atención del público distraída -apunta el francés Sylvain Timsit-, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
Mucho más cuando sus naves insignias están sometidas a fuertes tifones, más rudos que los que surcan el mar de la China. Allí está Brasil que, después de una deleznable operación de deposición de la presidente Dilma Rousseff, con su clase política y empresarial gravemente comprometida en actos de corrupción, atraviesa una de las más profundas crisis política y económica de su historia. Descomunal escándalo que afecta los países de la región, en especial a la Argentina que, debido a la incapacidad manifiesta de su clase política, es Brasil-dependiente. Es el destino excluyente de más de 20% de las exportaciones argentinas, particularmente las del sector automotor.
Así las cosas, América Latina se ha transformado, una vez más, en una presa de los grandes tiburones de la política internacional. Mientras Donald Trump muestra los dientes, Michel Temer justifica el desembarco del ejército de Estados Unidos en la Amazonia. Incursión que se enmascara como un ejercicio militar denominado “Amazon Log 2017”, que consiste en al menos diez días de simulaciones militares con tropas de Brasil, Perú y Colombia.
Y, por cierto, el armado de una base logística multinacional (¿temporal?) para el control de la migración ilegal, la asistencia humanitaria, operaciones de paz, acciones contra el tráfico de drogas y cuidados ambientales.
Brasil toma así como referencia la operación de la OTAN realizada en Hungría en 2015, que desplegó 1.700 militares en una simulación de ayuda logística con elementos como municiones, equipos de transporte y comunicación. Maniobra que seguirán con atención tres centenares de observadores de otras naciones y diversos organismos, tales como tropas de Argentina, Bolivia, Chile, Canadá, Panamá, Ecuador, además de la Junta Interamericana de Defensa, de la Conferencia de Ejércitos Americanos y del Consejo de Defensa Sudamericano.
El escenario elegido es el de la Triple Frontera. El punto de encuentro de Brasil, Colombia y Perú. Para, de paso, legitimar los territorios en los que participa el Pentágono y se diluyen los espacios propios de la región sudamericana.
Un juego nada sutil en momentos críticos en que la región necesita establecer distancias con Washington y afirmar su identidad. Mientras se batalla en el Congreso brasileño por consentir el apoderamiento por parte de las grandes mineras de los ricos yacimientos amazónicos, que representan 95% de las reservas de niobio, fundamental para el acero de las naves espaciales y de los misiles intercontinentales, y 96% de las reservas de titanio y tungsteno, utilizados en la industria aeronáutica espacial y militar, además los ricos yacimientos y minas de petróleo, gas, uranio, oro y diamantes.
El otro gran escualo nada orondo por los mares circundantes de nuestro continente haciendo pingües negocios. La presencia e influencia global que comienza a representar el poder nacional de China y de la región Asia/Pacífico reconfigura el equilibrio de fuerzas a nivel mundial, anota el sociólogo e investigador Juan Cruz Campagna.
Cambio de guardia que compromete el futuro de la región, que debe aprender a mirar hacia el Pacífico, el nuevo eje del poder mundial -mal le pese a Estados Unidos y sus aliados-, que se traslada desde el Norte al Sur, del Atlántico al Pacífico y desde Occidente a Oriente. Este nuevo orden, además, no se trata de una situación coyuntural sino más bien de una tendencia de largo plazo.
“EEUU comienza a tener dificultades para competir pese a las preocupaciones de que Pekín interfiera en la esfera de influencia en el continente americano. El país asiático se ha convertido en el nuevo gran actor de las inversiones mundiales y sus bancos han otorgado en 2016 préstamos a los gobiernos latinoamericanos que han superado en volumen los que concedieron el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Interamericano de Desarrollo. Otro de los aspectos clave es el hecho de que puede ser posible que el recién electo presidente de EEUU, Donald Trump, entierre el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), algo que podría beneficiar a China y aumentar aún más su margen de acción”, anota Campagna.
Éste es el cuadro general del nuevo asociativismo internacional en el que China y América Latina tienen un papel determinante. El Plan de Cooperación China-Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) proporciona una referencia institucional para entender la voluntad de asociación. Allí se plantea incrementar el comercio hasta alcanzar 500 mil millones de dólares en los próximos años.
China se compromete a elevar el stock de inversiones en la región a 250 mil millones de dólares durante los próximos diez años. En este vínculo, el Foro entre China y la Celac, celebrado por primera vez en enero de 2015 en Pekín, desempeña un papel fundamental: se intentan acoplar las estrategias de desarrollo conjunto y de cooperación internacional.
Las prioridades del programa son comercio, inversión y cooperación financiera, y los sectores clave serán la energía y recursos, obras de infraestructura, agricultura, manufactura, innovación científica y tecnologías de la información. En consecuencia, las relaciones entre el gigante asiático y los países latinoamericanos entran en una nueva fase de cooperación, que implica adecuarse al nuevo modelo de desarrollo que impulsa China, dado que el vínculo comercial ya no puede sostenerse únicamente de la inversión en infraestructura que realiza el país oriental y en la venta de recursos naturales y materia prima de parte de Latinoamérica.
Con este crecimiento del modelo de desarrollo, China seguirá demandando materias primas de la región pero también está dispuesta a incorporar productos con mayor valor agregado. La decisión y la responsabilidad de avanzar en este sentido parece estar más del lado de los gobiernos y los empresarios latinoamericanos que de la contraparte oriental.
Una nueva clase media de varios cientos de millones de personas en China necesita y demanda productos de mejor calidad y en mayor cantidad. Si América Latina puede recuperarse de la crisis internacional que la afecta, será también en gran medida gracias a la capacidad que tenga de diversificar sus relaciones, y uno de los actores importantes que aparece como socio (no solamente comercial) es la República Popular China.
