Por Eugenia Gutiérrez de Vásquez (*)
Acepté la convocatoria de un colega para trabajar por única vez en el Centro Judicial de Mediación de una ciudad del interior provincial.
Se trataba de una mediación que fue solicitada por “José”, con motivo de un accidente de tránsito, pidiendo que se citara a “Ramiro” para tratar las consecuencias del siniestro.
A la hora designada para la audiencia se anuncia un joven, quien dice llamarse Ramiro, quien debido a sus escasos recursos estaba patrocinado por un asesor letrado.
Preguntamos por José, quien se encontraba esperando junto a su abogado.
Una vez verificada la presencia de todas las partes y sus letrados, los hacemos ingresar a la sala. Les informamos y explicamos de qué se trata el proceso, sus reglas y firmamos el convenio de confidencialidad.
Comienza su relato José, de 84 años, quien miraba con notable enojo a Ramiro, de 22, reprochándole que “no lo había atendido” cuando se presentó en su casa, que se escondía, que lo evitaba, y manifestando su malestar porque de las tres veces que lo buscó para hablar del choque “siempre lo atendía su madre”.
Fue interesante la participación del abogado que acompañó a José, guiándolo para que relatara con claridad cómo ocurrió el siniestro, colaborando de ese modo en disminuir el nivel de enojo de su cliente.
José detalló el accidente que había ocurrido entre él y Ramiro e indicó que los dos autos colisionaron en una avenida de la ciudad. El interés de José era que el joven le pagara todos los gastos del arreglo de su vehículo, para lo cual había traído un presupuesto de materiales y mano de obra.
El relato de Ramiro era tranquilo; mirando a los ojos a José le explicó que no fue su intención no atenderlo y que realmente no estaba en su casa cuando él lo buscó en tres ocasiones, dado que trabaja en una empresa de distribución de gaseosas y está todo el día en la calle por su tarea laboral. También le pidió disculpas por no haberse acercado él para conversar del tema. Le dijo que no tenía seguro en su auto porque lo compró con mucho esfuerzo hacía dos meses, que sentía mucho el accidente ocurrido y que estaba dispuesto a ofrecerle una propuesta de pago para que José arreglara los desperfectos.
Fue notable el acertado asesoramiento y colaboración de parte del letrado que acompañó a Ramiro.
Comenzamos a trabajar en reuniones privadas, primero con José y luego con Ramiro.
José había traído un presupuesto del mecánico más caro de la ciudad, de allí que los números eran altos. Según José era el único que le garantizaba que los desperfectos en su auto quedarían debidamente reparados. El letrado de José generó múltiples opciones que no fueron aceptadas en un primer momento por su cliente.
En audiencia privada con Ramiro y el asesor letrado, ofreció varios planes de pagos en cuotas, teniendo en cuenta sus ingresos mensuales.
Se le transmitieron a José todas las propuestas de Ramiro, que al principio no fueron aceptadas. Con trabajo en privado y con la partición activa de su abogado, eligió una de las siete modalidades de pago en cuotas.
Ambas partes tuvieron un adecuado asesoramiento que les permitió valorar las alternativas que tendrían en un eventual juicio. Redactamos el acuerdo, lo revisaron los letrados, se entendieron una por una las cláusulas y se firmó.
Al momento de retirarse, José buscó a Ramiro en la puerta de la sala, lo miró a los ojos, le tendió la mano y le dijo: “Perdoname, no era mi intención hacerte daño, sólo quería tener mi auto arreglado”. Ramiro respondió con un cálido apretón de manos y le dijo: “No se preocupe, Don José, le voy a cumplir con cada una de las cuotas prometidas”.
Adecuado funcionamiento
En esta mediación no sólo se cumplieron los principios de neutralidad, confidencialidad, comunicación directa de las partes, satisfactoria composición de intereses y consentimiento informado sino que también se reflejó un adecuado funcionamiento de todos los operadores del Poder Judicial.
Desde el punto de vista profesional, entiendo que ser mediador requiere paciencia, sensibilidad y compromiso para acompañar a las personas que traen un conflicto a nuestra mesa.
En esta oportunidad, un apretón de manos entre José y Ramiro no solamente fortaleció a ambos: también nosotros salimos enriquecidos.
(*) Mediadora.