Por Luis A. Esterlizi*
Después de un 2016 con alta inflación y grave recesión económica cuyas secuelas repican en el presente año -más allá de alicientes en algún rubro de la economía-, amplios sectores populares y el país, en general, sigue sin encontrar una salida promisoria que supere la coyuntura y reconstruya la unidad de los argentinos, para terminar con las causas estructurales de la crisis y poder enfrentar en mejores condiciones las amenazas de un mundo complejo, confuso y violento.
La ruptura del diálogo entre la CGT y la UIA y la decisión del Gobierno de volver a utilizar un recurso no deseable en democracia, como son los decretos de necesidad y urgencia (DNU), ponen de manifiesto una fase del fracaso institucional y la anulación de un ámbito para la coincidencias entre los sectores y de éstos con el Gobierno.
Estos sucesos se potencian en un año electoral, cuando las urgencias partidarias del oficialismo y la oposición se anteponen a la posibilidad de concretar con la sociedad los acuerdos de consistencia estratégica que deciden las ideas-fuerza como guía de un proyecto nacional, que es lo que realmente necesita Argentina.
Hoy dicho escenario, después de la apertura de las sesiones en el Congreso de la Nación, parece complicarse aún más, ya que el recinto legislativo no se mostró una referencia válida para la unidad y el entendimiento de los argentinos, sino como caducas tribunas de campaña.
En el campo diplomático, la conexión e integración al resto del mundo presentan sus incongruencias porque Argentina no tiene decidido su proyecto estratégico en lo tecnológico e industrial, y lo que producimos con mucho esfuerzo y tesón encuentra políticas incomprensibles que entre trabas a la exportación y apertura indiscriminada de la importación impiden nuestra recuperación laboral y productiva.
Por eso advertimos que Argentina se encuentra ante una grave encrucijada ya que, por un lado, debe decidir estrategias en lo externo y solucionar en lo interno los desencuentros y enfrentamientos institucionales que pueden conducirnos a situaciones de extrema gravedad social.
Demás está decir que ante la necesidad de realizar una implosión dinamizadora del trabajo y la producción nacionales, el Mercosur nos puede brindar las oportunidades que complementariamente nos ayudarían a plasmar una auténtica integración económica, productiva y social con los pueblos de la región.
Esta posibilidad, como la de mensurar con detenimiento cada una de las relaciones internacionales, necesita afirmarse y afianzarse con la armonización del disenso interno y la concreción de un ámbito de genuina participación social con todos los sectores políticos y sectoriales, ya que ningún sector asumirá responsabilidades si no participa del diseño de un mismo proyecto nacional. Persistir en el diálogo cuando las políticas estructurales las decide una parte solamente, nos puede llevar nuevamente al continuismo que por muchos años sirvió para poner parches, sin resolver definitivamente las causas de la crisis que afecta a casi toda América latina.
El pueblo cada vez se involucra menos en las propuestas que diseñan los gobiernos o ideólogos de turno, cuando a veces nos empujan desde la izquierda y en otras desde la derecha, cosa que hemos vivido repetidas veces y siempre, al final de los ciclos comprobamos que los resultados fueron desastrosos para la sociedad en su conjunto, hecho que pone de manifiesto que es fundamental asumir el compromiso de no regalar a nadie nuestro futuro. Es que si no se restituye la confianza consustanciada con un mismo destino para y entre todos los argentinos, todo intento será en vano.
Sabemos que no es fácil, en un año electoral, contar con el interés y la preocupación de muchos dirigentes porque sus compromisos partidarios restringen la posibilidad de trascender en sus gestiones públicas y privadas.
También debemos admitir que a muchas instituciones, tanto empresariales como gremiales, les cuesta separar por un lado la defensa particular de sus intereses y por el otro asumir con responsabilidad ética y moral el pensar y bregar por soluciones definitivas en beneficio de la comunidad a la que pertenecen.
Lamentablemente la realidad actual nos muestra un contexto cargado de incertidumbre, relaciones anarquizadas, defección de dirigentes y confusión en muchas instituciones, como reflejo de un modelo político caduco y agotado en sus concepciones.
Argentina necesita inexorablemente un cambio de época porque requiere de dirigentes e instituciones que actúen sabiendo que “nadie se puede realizar en una sociedad que no se realiza”, siendo impostergable forjar un ámbito permanente para la concertación social y sectorial en el seno del Estado.
Pero resulta fundamental no confundir gobierno con Estado, ya que éste es permanente, representa al pueblo y a la Nación organizados jurídicamente y responde a los fines de la ley de continuidad histórica. Mientras que los gobiernos tienen un tiempo transitorio en su ejercicio y muchas veces circunstancial.
*Arquitecto. Exministro de Obras y Servicios Públicos de la Provincia de Córdoba