Por Silverio E. Escudero
En este mismo espacio, siete días atrás, describíamos la tragedia que significó para la Unión Europea (UE) el resultado de las elecciones en Gran Bretaña, Italia y Francia. Ver Guía para entender el futuro de Europa (I)
Comicios que pusieron en jaque el sueño de generaciones de transformar el viejo mundo en un continente de paz, generando un movimiento anacrónico que retrotrae la historia en décadas. Tantas que estamos en presencia de los primeros escarceos de una guerra comercial, una guerra de predominio que, a pesar de los discursos, desembocará en un enfrentamiento bélico de consecuencias no mensuradas.
Esta cuestión favorece la aparición de líderes carismáticos que ensangrentan los escenarios de la historia.
La batalla descripta no sólo compromete las potencias centrales, las locomotoras de Europa, a defender la libertad.
Es que las derechas y las pseudoizquierdas europeas se confunden en sus proposiciones políticas. Son autoritarias, xenófobas, racistas, erráticas en lo económico y fundamentalistas en lo religioso. Hacen peligrar la dignidad del género humano, la igualdad entre los hombres, el acceso a la justicia y cercenan la promoción humana cerrando a los más pobres -que dicen proteger- el camino hacia oportunidades de progreso, justas y equitativas.
Ése es el mensaje que se trasluce de la mera lectura de las plataformas electorales y documentos fundacionales del nacionalismo europeo, de los partidos euroescépticos y de los populistas como Podemos -que asume prácticas políticas previas a la Segunda República Española-, los italianos Movimento 5 Stelle y Forza Italia, el griego Amanecer Dorado, el Partido Popular Suizo, la Liga de Familias Polacas, el Congreso de Nacionalistas Ucranianos, el Partido Radical Serbio y el Partido Renovador de Portugal, entre muchos otros, fomentados por dirigentes residuales del otrora poderoso eurocomunismo, que se ofrecen al mejor postor.
El holandés Partido de la Libertad (Partij voor de Vrijheid, PVV), quizá sea el mejor ejemplo. Se ha transformado en una potencia continental. No sólo por su poderío económico y su potencia editorial sino porque ha logrado quebrar la socialdemocracia, de la que se ha desprendido “Nuevas Maneras”, liderado por Jacques Monasch. Personaje que habría asumido como propia la expresión “Vosotros, negros, fuera del autobús, dejad sitio a los verdaderos holandeses” -orden que se viralizó cuando un conductor de autobús obligó a descender a una familia negra que viajaba entre Amstelveen y el centro de Amsterdam-.
La defensa la asumió Sylvana Simons, actriz negra, animadora de televisión y periodista nacida en Paramaribo, Surinam, fundadora del partido Artículo 1, que alude al primer artículo de la Constitución de Holanda, que reza: “Todas las personas en los Países Bajos serán tratadas por igual de circunstancias. No se permitirá la discriminación por motivos de religión, creencia, opinión política, raza, sexo o cualquier otro motivo.”
El Instituto Maurice de Hond y otros observadores independientes prevé, a pesar de todo, un resonante triunfo del Partido de la Libertad en las elecciones parlamentarias de marzo próximo. Victoria que le permitirá, mediante de alianzas en el seno de la Segunda Cámara de Estados Generales, transformar a Greert Wilders en primer ministro.
Wilders funda su éxito político y electoral en su odio serval a los marroquíes, “que no son siquiera una raza” (negando su condición de seres humanos), y al “Islam, una religión maldita. Por eso mi voz es la de millones de personas. Mi partido crece y es más fuerte cada día; los holandeses quieren que les devuelvan su tierra y el genio del cambio no volverá a ser encerrado en su botella (…) Nosotros sabemos que llevamos dentro el fuego de la libertad de expresión y no lo dejaremos extinguirse. Ya está bien de elites, de políticos, jueces y periodistas que nos minusvaloran. Basta de corrección política.”
Transformado en líder antimusulmán, en una conferencia que dictó en el Four Seasons de Nueva York, Wilders dijo: “Yo vengo a América con una misión. No todo está bien en el Viejo Mundo. Hay un enorme peligro inminente y es muy difícil ser optimista. Podemos estar en la fase final de la islamización de Europa. Esto no sólo es un peligro claro y actual para el futuro de la propia Europa, es una amenaza para América Latina y la simple supervivencia de Occidente. El peligro inminente que veo es el escenario de Estados Unidos de América como el último hombre de pie. Veo a los Estados Unidos como el último bastión de la civilización occidental frente a una Europa islámica. En una generación o dos, EEUU se preguntará a sí mismo: ‘¿Quién ha perdido Europa?’. Patriotas de toda Europa arriesgan sus vidas cada día para evitar, precisamente, ese escenario (…) Muchas ciudades europeas ya tienen una cuarta parte musulmana: acaban de tomar Amsterdam, Marsella y Malmö en Suecia. En muchas ciudades la mayoría de la población menor de 18 años es musulmana. París está rodeada por un anillo de barrios musulmanes. Mohammad es el nombre más popular entre los niños en muchas ciudades. En algunas escuelas primarias de Amsterdam la granja ya no puede ser mencionada, porque eso significaría también mencionar el cerdo, y sería un insulto a los musulmanes. Muchas escuelas estatales en Bélgica y en Dinamarca sólo sirven alimentos halal a todos los alumnos. En vez de existir tolerancia, los gays de Amsterdam son golpeados casi exclusivamente por musulmanes.”