Las expectativas que rodeaban esa convocatoria que se concretó en China a comienzos de mes se vieron constreñidas a convertirse sólo en un escenario más de confrontación que ha agudizado las tensiones preexistentes – Por Salvador Treber
Entre los pasados días 3 y 5 del corriente mes, en la ciudad china de Hangzhou, al sur de Shanghai, se realizó la habitual reunión anual del poderoso Grupo de los 20 (G20), que integra nuestro país. Para dar una idea de su peso e importancia cabe advertir que este grupo de naciones concentra 85,4% del producto bruto mundial y dos tercios del total de población; mientras que los restantes 188 países cubren 14,6% y 1/3, respectivamente.
Los organizadores se esmeraron a tal extremo en generar una impresión de orden, modernidad y elegancia, que obligaron a abandonar transitoriamente sus viviendas a unos dos millones de los habitantes permanentes de Hangzhou.
Todo ello se complementó con el otorgamiento de una semana de vacaciones pagas al personal de las empresas públicas instaladas en esa área urbana que contiene normalmente a alrededor de nueve millones de personas. Además, ordenaron el cierre de los locales comerciales y cualquier desobediencia a estas imposiciones era motivo de elevadas multas. Hasta el menor detalle fue preparado minuciosamente y las obras en ejecución se suspendieron con 12 días de antelación en un radio de 300 km2 a la redonda, incluyendo a Shanghai, para mejorar la atmósfera e impresionar a los visitantes; lo cual significó que unas 250 grandes empresas industriales afrontaron esa obligada interrupción.
Las descripciones periodísticas de estos detalles no ocultaron que se buscó presentar un ámbito tan admirable como la impresión que causó a Marco Polo en su visita a esos lares (siglo XIII) a la que recordó toda su vida como “la más bella vista del planeta”. Con el mismo objeto se prohibió el uso de drones y otras vías de comunicaciones especiales, salvo las que realizaron personalmente la “nube” de periodistas procedentes de todo el mundo que concurrieron a la mencionada cita.
Fue sorprendente la profusión de carteles que instaban a comportarse en todo momento como “ciudadanos civilizados” y las múltiples aclaraciones sobre las sanciones que se aplicarían ante la detección de la más mínima infracción. Un testimonio de la preocupación que había es el hecho de que los montos establecidos para las multas iban de 2.000 yuanes (US$134) para las más leves y crecían varias veces si se violaban las múltiples prohibiciones. La más curiosa y singular, así como la más reiterada, era la de “no tender ropa”; seguramente debido a que esa antiestética práctica parece ser allí muy frecuente.
Se supo que en forma preventiva se hicieron más de cien detenciones y también a quienes procuraron ir al escenario de deliberaciones sin tener un motivo válido que, por supuesto, era la simple curiosidad de visualizar un acontecimiento que no se repetirá en ese país por varias décadas. Toda esta movilización y vigencia de normas limitativas buscaron presentar al mundo un escenario impecable, aunque en sí la reunión del G20 se olvidará pronto por los muy pocos logros alcanzados.
Temas y resoluciones concertadas
En el transcurso de las deliberaciones se debía buscar solución al conflicto que sufre Siria, la atención de los que huyen despavoridos de ese virtual infierno y conseguir un compromiso formal de recepción por la mayor cantidad de países posibles. Es oportuno recordar que las autoridades argentinas, en forma voluntaria, decidieron recibir 3.000 de ellos y el primer contingente ya ha sido instalado en la provincia de La Pampa. En cambio, el Reino Unido se ha destacado por su actitud de total rechazo y hasta ha decidido financiar un elevado paredón de un kilómetro de extensión en el puerto francés de Calais para evitar la llegada del aquéllos a la isla británica.
Otra preocupación que no logra avance alguno es la de organizar en su seno una vía adecuada destinada a consolidar, con el respeto y aquiescencia generalizados, un esquema de gobierno en aspectos de interés que permita mejorar la gestión en los cinco continentes. Ninguno de estos temas recibió aportes valiosos ni registró el más mínimo progreso sobre lo ya conocido.
Los cinco puntos dados a publicidad como resultado de las deliberaciones han procurado disimular y suavizar el fracaso. Por otra parte, los funcionarios de los 20 países, en forma paralela, concentraron sus esfuerzos en concertar reuniones bilaterales para acrecentar las respectivas relaciones económicas y financieras.
Con el mismo objetivo, en otro intento de disimular tal frustración en el temario central de la convocatoria, el comunicado final informa que llegaron a cinco acuerdos, que son de orden muy general, asemejándose apenas a una clase inicial de economía internacional y no a un conciliábulo en que participaron los máximos jefes de las economías más poderosas e influyentes del universo. Para aquilatar hasta dónde fue una salida de mero compromiso, basta con leer la agenda supuestamente tratada y discutida para ratificar que, al cierre de esas estériles deliberaciones, no hubo ninguna novedad que sume algún progreso. Por ello, resulta oportuno consignar el contenido de los cinco puntos, los cuales corroboran que no agregan aportes debido a su obviedad.
El primero de ellos sugiere perseverar en la promoción de políticas macroeconómicas adaptadas a las realidades para permitir coordinar los aspectos preexistentes de cada país con el objeto que coadyuven a avanzar en la ampliación de la oferta y propender al crecimiento. Pero resulta superfluo e inapropiado dar a los líderes ecuménicos un recomendación tan evidente.
En segundo término, se aconseja promover un más rápido crecimiento, introduciendo todas las innovaciones existentes que apunten en especial al logro de una reforma estructural que genere una nueva revolución industrial y la expansión de la economía digital. Nuevamente una obviedad.
En tercer término, insistiendo en un esquema tan general y totalmente despojado de practicidad operativa como en los puntos precedentes, se convoca a continuar perfeccionando la estructura de los respectivos gobiernos y organismos financieros para mejorar el funcionamiento de esa área, lo cual -sostienen- se debe acompañar con un esfuerzo especial para alcanzar un alto nivel de capacidad energética, preferentemente en el campo de la no renovable, a cuyo efecto afirman que ello se debe combinar con métodos y prácticas destinadas a evitar la corrupción.
En el cuarto punto se informa que se discutió y aprobó un esquema denominado, en forma muy rimbombante, “Estrategia para el crecimiento del Comercio Internacional y los Principios Directrices de las Políticas de Inversión Global”, al que asignan la función de convertirse en el primer marco reglamentario en el ámbito universal con el objeto de incentivar y dirigir racionalmente la inversión multilateral. Una vez más se usan frases ampulosas de escaso contenido, sin agregar un sintético detalle de la forma y contenido operativo de esa referida reglamentación. Dado que no se ha publicado nada más que ese parco enunciado, no resulta útil ni práctico para cumplimentarlo en los hechos.
Cierra ese singular comunicado el punto quinto señalando, mediante expresiones igualmente generalizadoras, que el G20 ha innovado, adoptando por primera vez un plan de acción que apunta a lograr hasta el año 2030 ejecutar las vías indispensables para coadyuvar eficazmente a viabilizar la pronta vigencia del reciente Acuerdo de París que pretende acelerar la industrialización de África, junto con otras áreas de escaso desarrollo, como las bañadas por el océano Índico. Respecto a este objetivo, resaltan la iniciativa de crear con premura la “Alianza de la Conectividad Mundial de Infraestructura”, que -anuncian- será una realidad antes de finalizado el presente año. Pero ni siquiera se aclaran métodos, objetivos y mecanismos que se considerarán al efecto.
El cierre de las deliberaciones estuvo a cargo del presidente chino, Xi Jinping, que juzgó como de gran importancia el contenido de las deliberaciones y los acuerdos alcanzados (¿?), remarcando enfáticamente que la precitada Cumbre del G20 fue útil para consolidar intereses vitales de todos sus miembros y asegurar la consecución exitosa de la economía en el orden ecuménico. Evidentemente, palabras formales de circunstancias que resultan tan vagas e imprecisas como cualquiera de los cinco puntos antes enunciados.
La presencia argentina y su gestión in situ
La delegación nacional estuvo presidida por el primer mandatario, al que acompañaron ministros de las diversas áreas específicas. Su preocupación principal fue la concreción de una serie de reuniones con el objeto de incentivar las actuales relaciones de intercambio; en momentos que en el mundo y también en nuestro país, se sufre una muy notoria baja que no se puede precisar hasta cuándo se extenderá. Las entrevistas bilaterales fueron muchas y con representantes de los principales países que, por el escaso tiempo disponible, se circunscribieron a pactar posteriores nuevos encuentros con un orden del día previamente convenido.
Seguramente la entrevista entre Xi Jinping y el presidente Mauricio Macri fue la más significativa para Argentina, al coincidir en afianzar y ampliar las relaciones bilaterales acrecentando el intercambio de bienes y servicios como también las inversiones; prueba de lo cual es la inminente reanudación de la construcción y financiación de las dos centrales hidroeléctricas localizadas en la provincia de Santa Cruz.
La cita ecuménica de Hangzhou merece ser considerada un nuevo hito de una acción multilateral coordinada y conjunta para lograr la mayor integración posible. China ha declarado solemnemente que es de su especial interés procurar la consolidación de una alianza estratégica integral y tal aseveración, sin duda alguna, es el mayor saldo favorable de la reciente reunión del G20 para Argentina.
Habrá que seguir de cerca dichas actividades para ratificar tales expectativas, al margen de trasmitir experiencia a nuestros funcionarios con vistas al ejercicio rotativo de la presidencia del G20.