Somos lo que otros nos legaron y los que vengan serán de acuerdo con lo que nosotros les dejemos. La existencia humana colectiva se asienta en dos grandes pilares: un pacto de convivencia en el presente y un acuerdo a futuro, intergeneracional.
Hay una parte de eso, pertenenciente al patrominio colectivo, del que hemos hablado en anteriores colmunas y volvemos ahora a expresarnos: el patrimonio arquitectónico-urbanístico.
¿De qué se trata? Nos quedamos con la definición dada en la ordenanza Nº 2588/93 de Preservación del Patrimonio de la ciudad de Catamarca: “Componente del Patrimonio Arquitectónico-Urbanístico” resultan aquellos bienes de naturaleza inmueble que sin ser en ningún caso excepcionales o únicos en el conjunto edilicio urbano testimonien óptimamente, por sus particulares valores históricos, arquitectónicos, ambientales y/o paisajísticos, las diferentes etapas edilicias del desarrollo urbano de la Ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca a través del tiempo”.
¿Y por casa cómo andamos? El poco interés puesto en el cuidado de tales inmuebles, o de zonas emblemáticas de la historia de nuestra Córdoba, como por ejemplo los inmuebles del ex Batallón 141 en el parque Sarmiento, muestran a las claras la falta de conciencia en el tema.
Reafirma que existe entre nosotros, y de larga data, una desidia social primero, y gubernamental luego, respecto de la conservación de inmuebles de valor patrimonial. Como dijimos alguna vez, nuestra ciudad podría perfectamente tener un casco céntrico con construcciones del siglo XVI o XVII. En lugar de eso, lo más antiguo que puede apreciarse -salvo contadas excepciones- son edificaciones del siglo XIX. Que no son muchas. El grueso de las edificaciones es propio del siglo XX. La última actualización del Catálogo de Bienes Inmuebles y Lugares del Patrimonio de la Ciudad de Córdoba, llevada a cabo por ordenanza Nº 12201 es de 2013, existiendo a la fechas muchas construcciones de valor sin catalogar. Eso de acuerdo con los datos que se manejan, no siempre muy públicos. Ojalá nos equivoquemos y exista algo más actualizado.
Por alguna razón, no habiendo nuestro casco céntrico ni nuestros barrios más emblemáticos padecido ningún bombardeo, incendio o terremoto, tiene muchos menos inmuebles de antigüedad que la ciudad de Londres, que padeció los bombardeos de la Luftwaffe alemana durante la Segunda Guerra Mundial.
También, como dijimos alguna vez, la codicia inmobiliaria resulta más destructiva por estas tierras que las bombas lanzadas desde el aire. Y el cóctel de esa conducta mezclada con la usual práctica omisiva estatal ha sido, a lo largo del tiempo, demoledor.
Efraín U. Bischoff, en su tiempo, los denominó como “ventarrones fenicios” que arrasaban por cuestiones del vil metal las construcciones que reflejaban nuestra historia. En relación con ellos, desde esta columna hemos postulado que deben ser “aplacados por quienes deben ponerlos en caja”. Es decir, las autoridades. Lamentablemente, el tiempo sigue transcurriendo sin que tomemos conciencia, empezando por el sector público, del deber de proteger, para nosotros y para los que vendrán, esas muestras en ladrillo, vidrio, madera, hormigón de lo que somos por aquello que fuimos una vez.
Alguna vez pasará. Y la discusión en derredor de los terrenos del ex Batallón 141 se muestra como una excelente oportunidad para dar un golpe de timón en el sentido correcto.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. ** Abogado. Magister en Derecho
y Argumentación Jurídica