sábado 23, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

¿Un socialista en la Casa Blanca?

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Como si se tratara de un cuento de la Tierra de Nunca Jamás miramos, entre azorados y sorprendidos, la carrera presidencial en Estados Unidos. Si bien creemos en lo pasional de la política, esta vez parece que transita por caminos de tragedia, de posibles magnicidios.

Uno de los precandidatos republicanos no vacila en amenazar con los fuegos del Averno a todo aquel que ose oponerse en su marcha hacia la Sala Oval. Actitud que logra apoyos inusitados de sectores hispanos integrados por inmigrantes indocumentados que saben que no tendrán salvación cuando comience la Gran Persecución que promete a los gritos Donald Trump, que se apropió de todas las banderas de la ultraderecha norteamericana.
En el otro andarivel los demócratas ofrecen enormes sorpresas. Una mujer -Hillary Clinton- aspira con posibilidades a sentarse en el despacho principal de la mansión de la Avenida Pensilvania. La dama, para cumplir su sueño presidencial, debe competir con un candidato “socialista” que suma la simpatía de millones de electores subyugados por su discurso anti-sistema, no conveniente, en el cual las palabras tienen el valor que deben tener y en el que los eufemismos están (¿definitivamente?) desterrados.

La presencia de Bernie Sanders como candidato encendió todas las alarmas en Wall Street, en los grandes medios de comunicación que invierten millones de dólares para entender por dónde marcha el humor social y, por supuesto, en la cúpula política que se llena de preguntas que plantean un universo de dudas. Dudas que cuestionan no sólo las prácticas políticas estadounidenses, sino su política intervencionista y hasta la estructura del capitalismo del siglo XXI.
Una pregunta hasta ahora impensada ronda las mesas de análisis político: ¿Estados Unidos está listo para un presidente socialista? Como nunca antes, los gritos y enfrentamientos ganaron espacio a la reflexión tan propia de los órganos de consulta. En un foro republicano los golpes de puño dieron por tierra con la convocatoria y enviaron al coordinador a la guardia de un complejo sanatorial. Los dieciséis puntos de sutura no alcanzaron para matar al mensajero.
Si emprendemos la lectura circunstanciada de los editoriales del Washington Post y otros medios afines, podemos comprobar que el “candidato socialista” se ha convertido en una verdadera asechanza. Temor que gana, también, a la dirigencia del ultraderechista Partido de la Reforma, a la del Partido Verde y a la del Partido Libertario, que tienen miedo de ser arrasados por el “Huracán Sanders”, como le llaman sus partidarios.

La campaña sucia asoma. Una lectura de la historia electoral de Estados Unidos nos hace saber que no tienen límites. Nuestros corresponsales, profesores de la universidad californiana de Berkeley, extrañamente han recordado el asesinato de Robert Kennedy. Acaso sea una exageración para asustar a un columnista insistente de un diario de provincia.
Uno de ellos se reafirma en la idea. Funda su aserto en la desesperación que cunde en los “bunkers” de Hillary Clinton y Donald Trump: “Cada día se asustan más. Operadores de la campaña de Clinton están intensificando sus esfuerzos para etiquetar de `radical´ y por lo tanto `inelegible´ a Sanders, y los aliados ya empiezan a tener tintes macartistas, alimentando el debate de que el senador es algo más parecido a un comunista, y que sus ideas están fuera de lo aceptable para este país (…) Sanders es lo que en cualquier otro país sería un social demócrata y no un socialista marxista, aunque disfruta convocar una `revolución política´ para que el pueblo recupere la democracia que ahora está en manos de `la clase millonaria y multimillonaria´ y de Wall Street que `controla la vida económica y política de este país’. Señala que comparte una ideología similar a la de Franklin D. Roosevelt y su modelo son los países escandinavos y Canadá.”

La aparición de la figura del presidente Franklin Delano Roosevelt (FDR) ha sido un acierto del comité de campaña de Sanders. Desarma a sus opositores. Todos recuerdan que fue FDR quien sumó al partido demócrata a los sindicatos norteamericanos para garantizar, según Gary Marks de la Universidad de Carolina del Norte, los ideales de igualdad, movilidad social, autosuficiencia “y un gobierno limitado que los estadounidenses han mantenido desde la declaración de independencia de Gran Bretaña, en 1776 (…) siendo una excepción en la historia del país donde frecuentemente nos quejamos del tamaño del Estado (gobierno) y tratamos de minimizarlo, pero el Estado –si usted lo observa en todos los niveles, aclara- es el más pequeño del mundo occidental”.

El tiempo urge. Todas las señales ayudan a escudriñar un futuro que aparece venturoso para Sanders. Socialismo ha sido la palabra más buscada en el portal de los diccionarios Merriam Webster en 2015. Los encuestadores aseguran que una amplia mayoría de jóvenes afirma que están dispuestos a votar a favor de un candidato que se dice socialista. En los debates entre los precandidatos demócratas se tuvo que preguntar a cada quien si era o no capitalista, y en las entrevistas con todos los candidatos siempre está la pregunta sobre el socialismo.
Y, por cierto, nadie recuerda cuándo fue la última vez que el carácter capitalista, casi sagrado del sistema estadunidense, se ha cuestionado en foros vistos por millones en la televisión, ni cuándo el socialismo fue pregunta en sondeos nacionales.

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