La degradación del hombre aparece en el horizonte como la constante del siglo XXI. Todas las organizaciones políticas lo consideran apenas un número en sus anaqueles. Número que les permite recibir en forma permanente una contribución económica del Estado. Lo que a su vez mantiene una burocracia parasitaria que nada aporta al debate de las ideas.
Tampoco se hace desde las usinas de pensamiento de los gobiernos, que en vez de tender puentes profundizan abismos y tensiones en la sociedad.
Sólo les importa el espíritu de la facción, de parcialidad. Proponen un modelo obsesionado en la destrucción del otro que, extrañamente, tiene otra parte de la verdad. Modelo que descree del diálogo y torna imposible encuentros y reencuentros en territorio neutral, como los que protagonizaron, en su tiempo, Umberto Eco y Carlo María Martini.
Frente a ese cuadro lamentable resulta imperiosa la búsqueda de caminos alternativos. Referencias que ayuden a comprender que hay senderos distintos al de la violencia. Atajos que llevan a reflexionar sobre el futuro de la humanidad. En esa construcción de la paz empeñaremos nuestro esfuerzo. Dejando de lado la maledicencia, las ofensas gratuitas, los prejuicios o las agresiones.
La búsqueda de alternativas puede llevar mucho tiempo si no tenemos el ojo avizor y el oído alerta. Porque, sin duda, están al alcance de la mano. Existen hombres y mujeres que han construido, con esfuerzo, un universo distinto.
La invitación de hoy es diferente. Intenta que compartamos -sin prejuicios- el pensamiento y la reflexión de Desmond Tutu, aquel clérigo que fue Premio Nobel de la Paz por sus trabajos incesantes en contra del apartheit y su “vigorosa y constante lucha por la justicia social y la mejora de las condiciones de los oprimidos, desde una integridad, un coraje y una capacidad excepcionales”.
Ésa es la razón por la cual, en esta ocasión, alzamos sus ideas. Fundamentalmente porque el sueño de la “Nación del Arco Iris” está corriendo serio riesgo. Sectores importantes del colectivo blanco -que antes habían decidido sobre la vida y hacienda de la mayoría negra- aprovecha las dificultades de la economía sudafricana para lanzar su ofensiva. Acompañada por un fuerte contingente militarizado que alza las banderas de las antiguas repúblicas boers -Goshen, Stellaland, Nieuwe Republiek, Transvaal (ZAR), Transorangia y Natalia- como insignias.
Desmond Tutu se ha convertido en una figura imprescindible en la dura lucha contra el armamentismo, la guerra y por la paz. Tanto, que lo llevó a comparecer ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya para exigir que sean juzgados, como criminales de guerra, el exprimer ministro británico Tony Blair y el expresidente de EEUU George W. Bush, por ser los principales responsables de la guerra contra Irak en 2003, que dejó miles de muertos y heridos, con la sola intensión de consolidar sus posiciones hegemónicas en el mundo. El Premio Nobel denunció, mediante un artículo publicado en el diario británico ‘The Observer’, que Tony Blair y George Bush falsificaron los datos sobre las armas de destrucción masiva en Irak para causar una guerra en ese país que desestabilizó la situación en Oriente próximo, y que preparó el terreno para la actual situación que atraviesa Siria y el Medio Oriente y para un posible conflicto de mayor escala, con la participación de Irán.
La primera gran referencia que obtuvimos de sus admiradores fue hasta risueña. “No te expongas frente a Tutu, su lengua es demasiado afilada”, nos dijo una de nuestras corresponsales. Insistimos en la búsqueda de un retrato del personaje. Alguien nos lo sugirió.
Está incluido en un trabajo del periodista Xavier Aldekoa para la Revista 5W, titulado “Desmond Tutu, el hombre que hace reír a Dios”: Cuando escucha, leemos atentos y transcribimos, “(…) Tutu apoya las palmas de las manos abiertas en las rodillas. En cuanto empieza a hablar, se vuelven incontrolables. Su habilidad de fino orador y su eterno sentido del humor, salpicado de una carcajada fresca cada dos por tres, destrozan la distancia con el interlocutor. A Tutu no le escuchas, le crees. Incluso cuando cita la Biblia, algo que hace constantemente, y habla de Dios, lo hace como quien habla de un amigo cercano, con quien tiene un café pendiente la semana que viene.”
Esa calidez -continua el cronista- le permite lanzar críticas como dardos y cerrar sus palabras con una carcajada que invita al abrazo. “En una ocasión, le pregunté por el drama de los refugiados e inmigrantes clandestinos. Cómo se sentía al ver las imágenes de miles de personas que saltaban las vallas de Melilla o Ceuta o arriesgaban su vida en lanchas de juguete para llegar a Europa. Bajó la mirada y lamentó la falta de memoria de la humanidad. ‘
Es horrible y espantoso. Siempre ha sido así, la Biblia explica cómo Abraham o Jacob huyeron con su pueblo por el hambre o las persecuciones. Las familias siempre han huido para buscar un futuro (…) Muchos países europeos marginan a minorías o a inmigrantes porque buscan chivos expiatorios. Ocurre cuando la economía no va bien.
Cuando la economía iba bien, esos mismos inmigrantes eran mano de obra necesaria, los gobiernos los querían para que hicieran ese tipo de trabajos incómodos.
¿Podemos recordar que esa mentalidad fue lo que llevó al poder a Hitler? Hitler llegó al poder cuando había recesión; entonces buscaron chivos expiatorios y los encontraron. El resultado fue el Holocausto. Así que tengan cuidado’. Me quedé tan atónito por su hostia a mano abierta a las autoridades europeas que se hizo un silencio de un par de segundos. Él, consciente del tono de su declaración, utilizó su mejor arma para rebajar su crítica sin cambiar una coma: se rió. ‘Eso es peligroso, ¿eh? -añadió-. Te congela de miedo’. Y soltó una carcajada”.