Rui Barbosa De Oliveira, un abogado crucial para Brasil. Sus ideas diseñaron un nuevo y más democrático país.
Por Luis R. Carranza Torres
El pasado viernes, en reunión extraordinaria del Instituto de Historia del Derecho y de las Ideas Políticas “Roberto I. Peña”, en la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, un doctrinario y amigo, el doctor Ezequiel Abásolo, disertó sobre los vínculos jurídicos entre Argentina y Brasil durante fines del siglo XIX y el XX, con especial referencia a Córdoba.
El tema y lo allí aprendido nos sirve para echar un vistazo histórico a juristas brasileños que siempre tuvieron en consideración el estado y evolución de nuestro derecho. De ellos, quizás el más paradigmático, por su influencia en Brasil y sus vínculos con Argentina, resulta Rui Barbosa de Oliveira.
Este abogado, jurista, escritor y político brasileño nació en el 5 de noviembre de 1849 en Salvador, estado de Bahía.
En 1864 completó la escuela secundaria pero, por no tener la edad mínima que se requería para entrar en la universidad, se pasó el resto de ese año estudiando alemán. Al año siguiente se incorporó a la Faculdade de Direito de Olinda (Recife), donde permaneció hasta 1867, debiendo alejarse por motivos de salud. Vuelto a los estudios, en 1870 obtuvo su título en la Faculdade de Direito do Largo de São Francisco (San Pablo) y retornó a su ciudad natal, donde ejerció como abogado. Como diría después: “Mi debut en un juicio fue en Bahía, defendiendo el honor de una inocente hija del pueblo contra la lascivia de un mandão” (un poderoso).
Fue de los mayores impulsores de abolir la esclavitud y convertir el Imperio del Brasil en una república federal. Pudo ver realizadas ambas cosas. La Ley Áurea, del 13 de mayo de 1888, abolió la esclavitud. Un año después, el emperador Pedro II fue depuesto, el 15 de noviembre de 1889, proclamándose la república bajo la denominación de República de los Estados Unidos del Brasil.
A él se debió el proyecto de Constitución republicana, presentado en 1890 a la Asamblea Constituyente. Pero a una insurrección de la Marina siguió la dictadura militar del mariscal Floriano Peixoto, que lo forzó a exiliarse en Gran Bretaña.
Volvió cinco años después, siendo elegido senador por el estado de Bahía, magistratura que desempeñó hasta el fin de su vida. En 1907 representó a la nación en la segunda Conferencia Internacional de la Paz, celebrada en La Haya, y en ella defendió la tesis de la igualdad jurídica y política de todos los Estados; hizo causa común con juristas argentinos como Roque Sáenz Peña, Luis M. Drago y Carlos Rodríguez Larreta. Por el impacto de sus ideas y su oratoria en dicha reunión internancional, recibió el apodo de “A Águia de Haia”.
Se postuló en varias ocasiones para la presidencia de su país, sin conseguirlo.
Estuvo en Argentina por los festejos del centenario de la declaración de independencia, en Tucumán. Al recibir el lauro de doctor honoris causa en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, el 14 de julio de ese año, pronunció su famoso discurso titulado “El deber de los neutrales”.
Fue también, a fines del siglo XIX, uno de los primeros en denunciar el imperialismo estadounidense. Es así que, por ese tiempo, el representante argentino ante el gobierno brasileño informaba a nuestra Cancillería, en carta confidencial, que “hace algún tiempo, el Senador Ruy Barbosa, hombre eminente, viene denunciando en su periódico “A Imprensa”,el peligro que corren las naciones americanas, como consecuencia obligatoria de la política de expansión (imperialista) iniciada y desarrollada tan abiertamente por Estados Unidos después de la guerra con España”.
Siempre abogó por privilegiar una relación con Argentina, entendiendo que “los antagonismos aparentes se resuelven por mutuas concesiones…y éstas son las condiciones en que se pueden desarrollar, paralelamente y en cooperación, la Argentina y el Brasil”. Prueba de la buena opinión que se le tenía en nuestro país es el hecho de que al visitar Brasil con sus ministros el presidente Victorino de la Plaza, al hablar en un banquete oficial, expresó: “Le dije a mis ministros aquí, que el señor Rui Barbosa, con credenciales o sin ellas, siempre será considerado un representante legítimo de Brasil.”
Fue también miembro fundador de la Academia Brasileña de Letras y autor de obras tanto literarias como jurídicas, pudiendo citarse: Réplica às defesas da redação do Código Civil (1903), Discursos e conferências (1907), Saudação a Anatole France (1909), Oração aos moços (1920), Orações do Apóstolo (1923) y Elogios acadêmicos e orações de paraninfo (1924), siendo las dos últimas obras editadas en forma póstuma.
Murió en Petrópolis (Rio de Janeiro), en el primer día de marzo de 1923. Una de sus frases especialmente recordadas es la que expresa: “De tanto ver triunfar las insignificancias, de tanto ver prosperar la deshonra, de tanto ver crecer la injusticia, de tanto ver agigantarse los poderes en las manos de los malos, el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra, a tener vergüenza de ser honesto…”.
Claro está, eso no pasó en su caso. Ya que, tal como se expresa en el epitafio de su lápida, fue un hombre que persiguió la justicia, vivió en el trabajo y no perdió sus ideales. Por eso, precisamente, pudo hacer lo que hizo y contribuir a cambiar el rostro de su país.