Un equipo de profesionales puso bajo análisis el concepto de “calidad de empleo”, el cual fue cambiando a lo largo de los años. En la actualidad, incluye factores que favorecen el crecimiento personal y el desarrollo profesional del trabajador.
A lo largo de la historia, la calidad del empleo ha tenido distintos significados. En los comienzos de la industrialización, el concepto de calidad de empleo estuvo asociado a la compensación para los trabajadores que inevitablemente sufrían accidentes en las fábricas.
Después, tuvo un enfoque más preventivo, vinculado con la seguridad y la higiene y, luego, se fueron incorporando aspectos relacionados con, por ejemplo, la remuneración y la cantidad de horas de trabajo. “Con el tiempo se fue agregando la problemática de la representación sindical y, en los últimos años, se sumó otra dimensión, a la que nosotros le damos mucha importancia, que es la que tiene que ver con la organización del trabajo”, explicó la economista Sonia Roitter, investigadora docente del Instituto de Industria (IdeI) de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS).
Esta nueva dimensión que menciona Roitter está relacionada con la formación en el puesto, la autonomía para la resolución de problemas, la participación en la toma de decisiones y el trabajo en equipo, entre otros factores que favorecen el crecimiento y el desarrollo profesional, que parece ser la dimensión a explorar en pos de lograr una mejor calidad de empleo para los trabajadores dentro del mercado laboral formal. “Cuando la persona puede aprender en el trabajo, satisfacer no sólo los objetivos de la empresa, sino también los objetivos personales, se siente más a gusto y tiene otro tipo de rendimiento. Esto favorece una mejora en la calidad del empleo y redunda en su calidad de vida en términos de satisfacción”, agrega la economista industrial Analía Erbes, también investigadora docente del IdeI.
Un equipo de investigación se planteó analizar justamente la calidad del empleo en distintas ramas de la industria, entre ellas la automotriz, la siderúrgica y la alimentaria y, en el último tiempo, han incorporado a su campo de estudio la industria del software y los servicios informáticos. Los profesionales trabajan desde hace cinco años, aproximadamente y, además de Roitter y Erbes, forman parte del equipo el economista Martín Rodríguez Miglio, el sociólogo Marcelo Delfini, ambos investigadores de la UNGS, y la psicóloga Andrea Pujol, de la Universidad Nacional de Córdoba.
Con encuestas a empresarios y trabajadores, los investigadores obtienen la información que les permite analizar y construir indicadores para evaluar las condiciones de trabajo en diferentes grupos de empresas. Estas encuestas permiten determinar las características consideradas como de baja y alta calidad de un empleo, pero no hacer generalizaciones válidas para toda la industria, y tampoco para una determinada rama de ésta, debido a las dificultades para lograr una representatividad sectorial.
Datos por sector
En la industria del software y los servicios informáticos, los investigadores pudieron observar una característica específica que no se repite en las industrias manufactureras que venían estudiando.
“En este rubro es muy importante la flexibilidad; esto de poder trabajar en su casa, de no tener horarios fijos y otra serie de aspectos que hay que analizar con cuidado para ver si redundan o no en una mejor calidad de empleo”, explica Roitter.
En principio, las nuevas formas de organización del trabajo en estos sectores generan un mayor crecimiento y desarrollo profesional en los trabajadores, mayor autonomía y mayor participación en la toma de decisiones, pero también podrían tener un lado negativo. Según comenta Erbes, “esta flexibilidad puede generar una desestructuración de la vida y complejos horarios para la planificación familiar. En términos de calidad de vida o de relaciones interpersonales, pueden tener un impacto negativo”.
Elevar la calidad ¿por dónde?
¿Cómo se podría mejorar la calidad del empleo en el país? Erbes responde: “La inclusión de más cuestiones vinculadas con la organización del trabajo en los convenios colectivos sería positiva. En general hoy en los convenios están incluidos los salarios y las condiciones de trabajo, pero las cuestiones relacionadas con la organización del trabajo, con favorecer el desarrollo de la persona más allá de su rol como trabajador al interior de la empresa es algo todavía bastante débil. Entonces, lograr que se incluyeran algunas de estas cosas sería un salto significativo”.
“Claro que incluir más gente en el mercado formal de trabajo también favorecería la calidad del empleo, porque hoy hay muchos trabajadores que están fuera de los convenios y de buena parte de la seguridad social”, aclara el especialista.
“Hoy hay todavía 40 por ciento de trabajadores fuera del mercado laboral formal y, en general, las condiciones en las que trabajan, tanto desde el punto de vista de la organización del trabajo como de la remuneración, son claramente peores que las que nosotros estamos analizando, dado que todavía no hemos mirado detenidamente al sector más precario”, concluyó.