Martín Llaryora, ministro de Industria y Comercio de Córdoba habló del contexto económico y de las alternativas que manejan las economías regionales, las que no obstante consideró “paliativos”. Insistió en la necesidad de gestionar a partir de consensos y trazó un panorama optimista para Argentina.
“A veces me preguntan cuál es el sector más complicado por la actual coyuntura económica”, comienza Martín Llaryora, ministro de Industria y Comercio de la provincia, ex intendente de San Francisco. Completa ese giro retórico con una definición con vocación de título: “Mi respuesta es que el sector más complicado es el de la gente”.
– ¿Por qué lo dice en esos términos?
-Porque es la gente la que viene atravesando en los últimos dos años una importante caída en el poder adquisitivo. Esto es consecuencia de la inflación, que va más atrás que las paritarias o la variación salarial, sumado a que no se actualiza Ganancias, con lo cual se produce automáticamente una retracción del consumo, lo cual necesariamente deriva en una caída del empleo.
-Todo consecuencia de la realidad macroeconómica de Argentina que no le está siendo favorable…
Por supuesto. Y a toda esa realidad descripta hay que sumarle que se nos está acabando el viento de cola. Durante muchos años de gran crecimiento económico ayudado por una coyuntura externa muy favorable, creo que se han ido soslayando determinados temas internos que deberían haberse corregido. Es mejor corregir cuando estás en épocas de bonanza que cuando se te acabó ese momento.
– Se suma también la retracción de Brasil, nuestro principal socio. ¿Cómo nos afecta?
En Brasil están hablando del 7 a 1, pero no por la semifinal con Alemania sino por una inflación de 7% con un crecimiento del PIB de 1%. Esto necesariamente causa una caída en la demanda y que el intercambio con Brasil se siga resintiendo, justo en un momento en que cae la cotización de la soja. Son todos factores que hacen que cuando llegamos a este momento crítico por la negociación con los fondos buitres, no encontramos nada en el contexto externo que nos ayude.
– ¿Qué se puede hacer desde las economías locales?
– Está claro que nosotros somos actores subnacionales. Estamos tratando de implementar estrategias que van resolviendo algunas cuestiones conyunturales, pero tenemos en claro que se tratan de paliativos. Pueden ayudar más o menos, pueden funcionar en determinado momento para que no se te caiga la estantería, pero sin dudas no son las medidas de fondo que traerán las soluciones.
-¿Por dónde cree que pasan esas medidas de fondo?
– Estoy convencido de que Argentina tiene todas las condiciones para vivir mucho mejor. Contamos con los recursos naturales y también con los recursos humanos. Esto nos da una perspectiva en lo industrial que resulta insoslayable. Pero tenemos que recuperar la vocación de mejorar la producción agregándole valor. Eso que pasa en la industria de la alimentación también podemos verlo en los sectores de la minería y el petróleo. Resulta que tenemos una de las mayores reservas de litio del mundo, y el segundo yacimiento shale del planeta. Todo en esta Argentina a la que le cuesta tanto despegar definitivamente, y a veces parece que nos estamos por morir de hambre con la heladera llena.
-¿Por qué nos cuesta tanto?
-Porque todo necesita de previsibilidad, y muchas veces nos resistimos a mirar al largo plazo.
-¿Considera que esa mirada cortoplacista muchas veces viene de la mano de la política…?
Sin dudas, por eso creo que estamos ante un desafío que debe asumir la segunda generación democrática argentina.
-Explíquenos un poco más ese concepto…
-Es un concepto mío, el de la segunda generación democrática, en el sentido de que llevamos 30 años dentro de este sistema de gobierno y ya hemos logrado un montón de consensos fundamentales que nos permiten avanzar, dar un paso más. De toda la historia argentina, somos la generación que más años ha vivido en democracia, al punto de que ya no la discute nadie. Entonces es el momento de empezar a mirar más allá para consolidar acuerdos básicos que nos den previsibilidad como sociedad y como Estado.
-¿Tenemos un mecanismo de construcción política muy personalista?
-Seguro. Por eso es hora de dejar de pensar en un caudillo que sea el que nos lleve a destino, sino más bien comenzar a construir ese destino por medio del consenso y pedirles a esos dirigentes que sean los encargados de ejecutarlos. Creo que en un futuro próximo, los que intenten construir política sin tener en cuenta estos modelos de consenso van a ser dejados de lado por la gente.
-¿Por dónde cree que pasa la clave del crecimiento?
-Lo respondo con la idea de “densidad institucional”. Es un eje que ha sido motivo de estudios sociopolíticos y que ha llegado a la conclusión de que los países que más crecen son los de mayor densidad institucional. Es decir, aquellos que tienen instituciones más fuertes son los que pueden construir a largo plazo sin depender de personalismos. Esta densidad da mayor seguridad a las inversiones y permite saber adónde apuntar éstas y los proyectos. Creo que hacia eso debemos apuntar.