Conocida por sus casos resonantes, consiguió además el sueño imposible de muchas.
Por Luis R. Carranza Torres
Es inglesa por adopción y libanesa de nacimiento. Inteligencia y belleza, en ella, corren juntas. Y últimamente, por si fuera poco, le agregó el glamour de conquistar al soltero más codiciado del mundo. Amal Alamuddin tiene 36 años, mucho charme, un toque de exotismo e impecables credenciales académicas y profesionales.
Egresada de Oxford y de la Universidad de Nueva York, se ha especializado en los campos del derecho internacional, los derechos humanos, la extradición y el derecho penal. Antes de descollar en el prestigioso estudio de abogados Doughty Street Chambers, en Londres, trabajó en Nueva York, primero en el selecto estudio Sullivan & Cromwell y luego en las Naciones Unidas, asesorando nada menos que al secretario General de ese tiempo, Kofi Annan.
Fue también consultora internacional en las crisis humanitarias de Siria y de su país de origen, Líbano. Lugar del cual, en los años 80, su familia debió huir por la guerra civil. Alamuddin, culturalmente una británica, tiene todavía la mayor parte de su familia allí, incluidos sus padres. Domina a la perfección tres idiomas: inglés, francés y árabe. Es coautora -junto a David Tolbert y Nidal Jurdi- del libro The Law and Practice of the Special Tribunal for Lebanon, publicado el pasado año, siendo además autora de numerosos artículos y trabajos sobre derecho penal internacional, publicados por la editorial de la Universidad de Oxford.
Su cartera de clientes muestra a los más buscados del momento. Julian Assange, Slobodan Milosevic y la ex premier ucraniana Yulia Tymoshenko integran tal lista. Actualmente se encarga de la defensa de Abdulá al Senusi, ex jefe de los servicios secretos de Libia cuando Muammar Gadafi gobernaba ese país. Acusado de crímenes contra la humanidad junto al hijo del dictador, la primera y nada fácil labor de Alamuddin pasa por lograr que la Corte Penal Internacional, que accedió en octubre de 2013 a que el juicio fuese celebrado en Libia, vuelva sobre sus pasos y reasuma la jurisdicción. Como aclaró, respecto de la cuestión, al diario británico The Daily Telegraph: “Nadie discute que deban ser juzgados, lo que se plantea es que haya justicia (…) no se trata de si Gadafi (hijo) o Senussi son culpables de cometer crímenes contra la humanidad sino de dónde debería celebrarse el juicio: ¿en Libia, donde protagonizarán un espectáculo y luego serán ejecutados, o ante un tribunal internacional?”.
Pocos, en el Reino Unido o en cualquier otra parte, pueden exhibir una actuación en tantos selectos tribunales de orden internacional. Esta barrister londinense ha usado su licencia para actuar en juicios, entre otros asuntos en “Camboya v. Tailandia”, un caso de reclamo territorial entre ambos países ante la Corte Internacional de Justicia; en “Tymoshenko v. Ucrania” defendió a la ex primera ministra de ese país en la Corte Europea de Derechos Humanos de Estrasburgo; en el caso “Prosecutor v. Milosevic” actuó ante la Corte Internacional de las Naciones Unidas para crímenes en la ex-Yugoslavia, y en el caso “Merck (MSDIA) v. Ecuador” asistió a la Corte Permanente de Arbitraje de la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional.
Por si fuera poco, ahora es la prometida del galán de oro, Georgia Clooney. No es que el actor estadounidense haya renunciado a la belleza física, como una de las exigencias de sus parejas. Amal fue elegida en 2013 por la publicación digital Tour Barriste Friendo en el primer lugar de las 21 abogadas más atractivas de Londres. Digamos que Georgia sólo cambió el paradigma de belleza, de las rubias estilo californiano a los tonos oscuros propios de las mujeres árabes. Lo que sí, sigue firme en eso de asaltar cunas: le lleva a nuestra colega nada menos que 16 años de diferencia.
Como buena abogada, Alamuddin no se lo hizo fácil a George. Siguiendo el manual de las féminas seguras de sí mismas, lo rechazó en dos ocasiones antes de aceptarlo en la tercera.
Clooney, incapaz de conseguir el número de su teléfono celular, debió contentarse con mandarle correos electrónicos. Ella lo hacía esperar de una a dos semanas antes de contestarle.
Tras el definitivo ablande, la pareja apareció junta por primera vez en una cena en Londres en el pasado octubre. Luego de tal blanqueo, siguieron un par de vacaciones, a Tanzania, primero, y a las Seychelles, después.
Amal ha seguido fiel a su estilo de bajo perfil. Pocas entrevistas, siempre por sus casos, a la salida de los tribunales, donde no queda otra opción. Tenía una cuenta en Twitter pero la cerró luego de aceptar a Clooney como novio.
Hace un mes, George le pidió matrimonio. Luego de ello se los vio juntos en el Café Malibú de Los Ángeles, con un anillo de compromiso en el dedo anular de Amal. En su círculo familiar no están del todo conformes con el tratamiento de la prensa del romance. Lo tildan de superficial y que se la nombra más por ser novia del actor que por sus logros propios. Su madre, la periodista libanesa Baria Alamuddin, quien rehusó hablar del tópico, declaró hace poco: “Estamos inmensamente orgullosos de los logros de nuestra hija y de su carrera como brillante abogada sirviendo a la justicia y los derechos humanos por todo el mundo”, para luego agregar: “Nos ha dado a todos inmenso amor y alegría”. Intuimos que George seguramente estará de acuerdo con esto último. Un pálpito, nada más.