Hace un par de semanas analizábamos en esta columna que tener mayor jornada laboral no implica mejores resultados. Y que en los hechos de la historia, las reducciones de jornada han estado casi siempre asociadas a una mayor productividad.
Poníamos al respecto las reformas que Henry Ford introdujo en su propia compañía, hace ya un siglo. Este paradigma del capitalismo en serio, ese que se arremanga junto a sus empleados para hacer funcionar una empresa, el 5 de enero de 1914 redujo la jornada laboral de 9 a 8 horas al día, 5 días a la semana, duplicando los salarios de 2,34 dólares al día a 5 para los trabajadores calificados.
Por supuesto que todo aguilucho de cabotaje -de Wall Street o cualquier otra parte- en su momento le cayó encima. Lo que no entendían los especuladores de acciones neoyorkinos era que con una hora menos por turno podía incluir un tercer turno al día y lograr la panacea de la producción continua. Veinticuatro horas de producción. Mucho del aumento de salarios se le volvía en la compra de sus autos que le hacían sus propios empleados, por la mejora de sus ingresos.
Por supuesto que no está todo dicho en materia de tiempos productivos. Pero asombrosamente no se ha intentado nada demasiado novedoso en dicho campo, por décadas. Pero en este siglo XXI, la ciudad de Gotemburgo, Suecia, parece dispuesta a tomar la posta del modo de pensar de Henry Ford.
El alcalde de esa ciudad de medio millón de habitantes, Mats Philem, envió al consejo municipal en el pasado abril una propuesta para reducir experimentalmente el tiempo de trabajo de sus empleados a la mitad durante un año. En ese período, la otra mitad continuará trabajando con el mismo horario; todos recibirán el mismo salario.
El objetivo del plan es generar una experiencia de primera mano respecto de la productividad de unos y otros. Philem ya tiene una opinión formada al respecto. Entiende que ello conseguirá tornar más eficiente la administración municipal, aumentará la productividad de sus agentes públicos y será una fuente de nuevos puestos de trabajo.
Según explicó: “Al término de la experiencia, compararemos ambos grupos. Esperamos constatar menos ausencias por enfermedad entre quienes trabajaron menos y que los asalariados se sientan mejor mental y físicamente”.
Los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) parecen darle la razón a aquello de que “mientras más se trabaja, menos se produce”.
Por ejemplo, las cifras demuestran que los suecos que trabajan un promedio de 36,5 horas por semana, contra las 49 horas semanales de los turcos, tienen una productividad muy superior a la de éstos. El fenómeno se repite si se compara Turquía con Francia (35 horas), Noruega (33,9 horas) o Luxemburgo (37 horas).
Hace década y media, Francia implantó la jornada laboral de 35 horas. Se advirtió de que iba a derrumbar la competitividad de su economía. Actualmente, las cifras muestran que durante el decenio 1998-2007 el crecimiento francés superó en un punto el de Italia y en 0,8 el de Alemania.
Así como tamaño no es igual a potencia, estar en el lugar de trabajo no es lo mismo que producir. Un aspecto a tener en cuenta para no caer en falsos postulados.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas.** Agente de la Propiedad Industrial.