William Webster, el único que estuvo al frente de la CIA y del FBI. Llevó su profesión legal a las áreas más enigmáticas y secretas del Estado. Por Luis R. Carranza Torres.
La abogacía siempre ha tenido sus mediáticos, en casi todas las épocas, ya fuera por voluntad propia o imposición de las circunstancias. Un caso resonante, por lo general, acerca al conocimiento público a los abogados encargados de llevarlo. Otros letrados hacen de la exposición pública una constante de su práctica profesional.
Pero si dirigimos nuestra mirada al otro lado del asunto, para situarnos entre quienes mantienen -por convencimiento u obligación- un bajo perfil, el nombre de William Hedgcock Webster nos surge de inmediato. Si bien es conocido muy a pesar suyo, tampoco faltaríamos a la verdad al decir que es el abogado cuya parte principal de su práctica profesional se halla envuelta en la nebulosa de los misterios. Y no por casualidad sino que decididamente por las mayores y más orquestadas causalidades en que pueda pensarse.
Nacido en Webster Groves, uno de los suburbios de la ciudad de Saint Louis, estado de Missouri, un 6 de marzo de 1924, sirvió como oficial en la marina durante la Segunda Guerra Mundial, antes de volver a las aulas universitarias de la Washington University Law School de su ciudad natal y recibirse de abogado en 1949. Pero poco y nada pudo ejercer. Al estallar la guerra de Corea en 1950, volvió a servir en la marina.
Cuando volvió de su segunda guerra se reintegró al estudio jurídico al que había ingresado, ejerciendo la profesión hasta el año 1959. Como diría en una de sus pocas entrevistas: “Yo tenía una muy buena vida en San Luis. Me iba maravillosamente bien con la práctica profesional. Adoraba la vida de familia y tuve a mi primera hija por esos días. También participaba de diversas organizaciones solidarias.
Fue por esa participación social y trabajo profesional que en 1959 se le ofreció ser “United States Attorney”, una combinación de lo que en nuestro sistema son los fiscales federales y los procuradores del Tesoro. Ejerció dicha función en el Eastern District of Missouri por dos años, antes de volver a la práctica privada en 1961. Nueve años después fue nombrado juez federal del mismo distrito en que antes había sido procurador. Tres años después se lo promueve a la Cámara Federal de Apelaciones para la octava circunscripción judicial. Ésta abarcaba iete estados del centro y norte de Estados Unidos: Arkansas, Iowa, Minnesota, Nebraska, Dakota del Norte, Dakota del Sur y, por supuesto, Missouri.
El 23 de febrero de 1978, el presidente Jimmy Carter, del Partido Demócrata, lo nombra director del FBI, la agencia de investigaciones internas de Estados Unidos. Generalmente se la tiene por un organismo policial, pero en la realidad de las cosas su misión es mucho más amplia que eso. En igual forma que el MI5 británico, el Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa o el Servicio de Seguridad General israelí, se trata de un organismo con competencia en cualquier aspecto relativo a la seguridad del país con que deba lidiarse fronteras hacia dentro. Ello determina un conjunto de amenazas que va desde los delitos federales al combate al crimen organizado, así como efectuar tareas en el territorio del país de antiterrorismo y contraespionaje, siendo el único organismo autorizado a llevarlo en la esfera doméstica.
Como rememoraría luego para la revista del FBI, cuando se lo nombró muchas voces se alzaron dudando de su competencia para el puesto. “Era abogado por profesión y había servido como juez federal por nueve años. Conocía la ley y cómo aplicarla. Pero también me ayudaron mis años en la marina. Allí aprendí de disciplina, lo que era el honor y las tradiciones, lo importante que eran para sostener las instituciones. Eso me ayudó sobremanera a resolver problemas y ejercer el liderazgo como director”.
Webster le dio un enfoque judicial a la labor del FBI, destinada a realizar actividades capaces de lograr condenas en los tribunales. Su mayor éxito en este sentido fue desmantelar las principales redes de la mafia en Nueva York.
Dicho éxito llevó a que en 1987, el presidente Ronald Reagan, del Partido republicano, lo nombrara director de la CIA, el organismo de inteligencia exterior de Estados Unidos, cargo que conservó hasta 1991. Se convirtió, de esta forma, en el único estadounidense en haber dirigido ambos organismos, con el añadido de haber sido nombrado cabeza de cada uno por dos presidentes de distinto signo político.
Luego de su retiro de la CIA, Webster volvió a la práctica privada del derecho en Washington DC, como parte del estudio jurídico Milbank, Tweed, Hadley & McCloy, especializados en arbitraje, mediación e… investigaciones internas de organismos.
El 3 de marzo de 2002, en un debate llamando “Seguridad Nacional vs. Libertades Individuales”, llevado a cabo en la sede en Santa Bárbara de la Universidad de California, un par de afirmaciones de Webster ganaron la discusión nacional: “La seguridad es siempre demasiada hasta que llega el día en que no es suficiente”, y sobre el tema de fondo afirmó: “El orden protege la libertad y la libertad protege al orden”. Como puede verse, son de esas frases vagas, que pueden ser tomadas en más de un sentido, y que por eso mismo pueden decirlas desde el más democrático de los funcionarios al más sangriento de los tiranos.
Nada en las sombras es lo que parece. Sencillamente porque la sombra no es nada en sí, sino que solamente “es” en cuanto a lo que proyecta. Por eso mismo, el juicio final de la historia sobre Webster está todavía por ser pronunciado.