Por Silverio Escudero
Nuestra agenda nos lleva al centro de África. No sólo para reiterar nuestro compromiso con la memoria de Patrice Lumumba y la denuncia –para evitar el olvido sistemático– del asesinato de Dag Hammarskjold, el secretario general de las Naciones Unidas, que murió, en oscuras circunstancias, en septiembre de 1961 mientras buscaba la paz para el Congo.
Su historia nos apasiona. No sólo por su pasado y presente de proveedora de esclavos, sino porque, hoy mismo, con la complicidad de la mayoría de las naciones, sigue condenada a la destrucción. Al parecer, la comunidad internacional prefiere imaginar su futuro como un continente baldío. Sólo así se puede intentar justificar las grandes matanzas que ocurren en su seno.
En un mundo en que prima la estrategia y la geopolítica, donde África ocupa un lugar clave por su posición de crucero de caminos del comercio internacional por estar rodeada por tres grandes vías marítimas: el mar Mediterráneo y los océanos Atlántico e Índico, esa es la razón por la que ahora ocupa el centro de disputas político-militares entre las grandes potencias y sus aliados que buscan proteger intereses comerciales y políticos, montando verdaderas expediciones punitivas para saquear sus riquezas minerales y, proporcionar, a los grandes laboratorios, un inestimable banco de pruebas en humanos para sus experimentos.
No nos ocuparemos, como en otras ocasiones, de aspectos geopolíticos y geoestratégicos. Procuraremos traer a la memoria la figura de Kwame Nkrumah (KN), constructor de la liberación de Ghana –la antigua Costa de Oro en la ribera occidental del Golfo de Guinea–, y uno de los mayores líderes del movimiento que tuvo un protagonismo excepcional en el V Congreso Panafricano, celebrado en Manchester entre el 15 y el 21 de octubre de 1945, tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
Aun cuando eran conscientes de que se presentarían nuevas dificultades, emprendieron la tarea. Muchos africanos se opusieron tenazmente. Estaban comprometidos con los intereses de las potencias coloniales. Por eso, tildaron el intento como “profundamente ineficaz” y contrario a “la personalidad africana” y un “antro comunista que pretende esclavizar al pueblo africano (…) porque con el colonialismo no estábamos tan mal como ahora, que las cosas podían ser peores”. Muchos cronistas europeos destacados en Manchester vieron en esos episodios la larga mano de los servicios de inteligencia que tirotearon la sede de las deliberaciones y atentaron en contra de la vida de numerosos miembros de las veinte delegaciones presentes.
Ante ese cuadro de situación queremos recoger un fragmento del pensamiento de este líder olvidado. Fragmento que servirá de reflexión para todos los pueblos del mundo que sufren los embates del neocolonialismo. Esencialmente “Porque la libertad no es un producto que se `da´ a los esclavizados cuando la piden; es una recompensa preciosa, el brillante trofeo de la lucha y el sacrificio, lucha y sacrificio que no cesan con la obtención de la libertad –leemos en África debe unirse, una de sus obras capitales, editada por Eudeba en 1965–.
El período de servidumbre deja tras de sí imposiciones fuera del alcance de las conquistas logradas; a costa de ellas se llena el vacío dejado por el coloniaje: son la lucha y el trabajo para edificar los cimientos y luego la superestructura de una economía que eleve los niveles sociales del pueblo, que le proporcione una vida plena y satisfactoria, de la cual hayan quedado desterrados de la carencia y el estancamiento. Debemos vigilar de cerca nuestra libertad, duramente ganada, y mantenerla a salvo de las intenciones predatorias de quienes desean volver a imponernos su dominio. Las naciones nuevas como la nuestra se enfrentan con tareas y problemas que abrumarían, con seguridad, a Estados mucho más antiguos, con toda su experiencia e ingenio. Sería bastante difícil si viviéramos en un mundo pacífico, libre de potencias en conflicto y de países interesados, ansiosos de intervenir en nuestros asuntos internos y de manejar nuestras relaciones interiores y exteriores, para separarnos nacional e internacionalmente. Tal como estamos, nuestros problemas se agudizan con los recursos neocolonialistas. Y cuando intentamos tratar con ellos del modo que, habida cuenta de todos los hechos que conocemos, nos parece más apropiado para el empeño de mantener la unidad interna, de la cual depende nuestra supervivencia y nuestro progreso, se hace aparecer ante el mundo exterior una imagen nuestra deformada hasta la distorsión”.
“Si ese mundo exterior –continúa Nkrumah– nos niega su simpatía y su comprensión, tenemos, al menos, derecho de pedirles que nos dejen solos, para que labremos nuestros destinos en la forma que parezca más afín a nuestras circunstancias y medios, tanto humanos como materiales. De todos modos estamos decididos a vencer las fuerzas destructoras que se nos oponen y a forjar en África una nación donde Ghana se destacará como un ejemplo brillante, ante el resto del mundo, de la capacidad del africano para resolver sus propios problemas. No me cabe duda de que lo lograremos. Pero quedan por delante años de trabajos y perseverancia, de restricciones e incluso privaciones. Debemos liberarnos de las garras del imperialismo económico y proteger nuestra Libertad. Al mismo tiempo, debemos trabajar sin pausa en pro de la completa liberación y unidad de África.”