La muerte de Ricardo Fort, causó una conmoción que no cesa de generar efectos en el tiempo. Varios factores se conjugan para que el hecho haya atraído el interés social: riqueza, fama, ostentación. La poca edad del protagonista —45 años— y los dos chicos de corta edad que deja.
Por Luis Carranza Torres (*) y Sergio Castelli (**) – Exclusivo para Comercio y Justicia
Como dijo Jorge Lanata al morir Néstor Kirchner: “La muerte, siempre, sorprende y espanta”. Nada más cierto. Y agrega: “La muerte ajena espanta porque nos enfrenta al fantasma de la muerte propia. Esta mañana supimos, otra vez, que no somos inmortales. La sola idea es insoportable, por eso vamos a olvidarla con rapidez. Ni siquiera el poder puede defendernos de ella”. Tampoco la fama, o el dinero. Todos estamos sometidos a ese hecho de acaecimiento incierto, pero inexorable. Que cuando llega, llega. Se llame uno Néstor Kirchner, Ricardo Fort o Juan Pérez.
Pero con el correr de los días, las noticias al respecto han pasado de la sección de espectáculos, a la de policiales. Lo que primero fue un rumor, respecto de si había o no recibido la debida atención médica, hoy es una causa judicial.
El pasado jueves 28 de noviembre, el Juez de Instrucción N° 19 a cargo de tales actuaciones, Diego Slupski, ordenó el secuestro de la historia clínica del paciente de un conocidísimo sanatorio de la Capital Federal.
Consultada una de nuestras fuentes en el fuero criminal y correccional de dicha jurisdicción, bajo obvia reserva de identidad, nos dijo lo siguiente: “La cosa va en serio. Un tema es toda la parte mediática y los ‘escandaletes’ de Fort, y otra esta causa. Un dato prueba la seriedad y el empeño que se ha puesto: fijate que a la historia no la secuestra una comisión policial cualquiera, sino personal especializado de la División Delitos contra la Salud de la Policía Federal. Gente técnica que sabe lo que hace y que no se mete en temas menores”.
Desde el vamos, como en casi todos los casos de mala praxis médica, sea que la reclamación es de carácter civil o penal como en este caso, el quid de la cuestión pasa por un instrumento que tanto la ciencia médica como el derecho comparten como algo fundamental en la materia: la historia clínica.
Y como nos aporta una amiga de esta columna y abogada especializada en derecho de la salud, María Daniela González, “la historia clínica es una pieza documental crucial para deslindarse de responsabilidad, o para acreditarla. Y muchas veces no pasa tanto por el contenido de ella, sino con la pulcritud con que se registre el tratamiento del paciente”.
También dicha experta destaca que todavía no hay conciencia cabal de la importante de llevar las historias clínicas de manera ordenada, completa y exacta. Pasa con ellas como con la educación: todo el mundo es consciente de su importancia, pero no siempre el sector recibe la atención y los recursos acordes a tal situación.
Existe una ley que regula cómo deben llevarse y quién puede acceder a las historias clínicas. Pero la mayoría de los establecimientos de salud, públicos o privados no tienen un control cruzado y permanente —médico y legal— respecto de tales registros.
Más allá de las implicancias para el mundo del espectáculo, y lo que pueda experimentarse a nivel humano respecto de la desaparición de una persona, que siempre es trágica, la muerte de Fort también es un recordatorio respecto de la necesidad de contar con un asesoramiento especializado para tener conforme a la ley todo lo referente a las historias clínicas y demás documentación médico legal.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas.** Agente de la Propiedad Industrial.