Cuando se desarrollaba la guerra de Irak y la caída de Sadam Hussien era inminente, anotamos en nuestra crónica que, a partir de entonces, las guerras serían diferentes.
Por Silverio E. Escudero – Exclusivo para Comercio y Justicia
Los países invasores dejarían, paulatinamente, de enviar tropa propia –cuyos muertos se deben contabilizar- para contratar mano de obra especializada que, entre otros organismos militares del mundo, supervisa el Pentágono.
Este recuerdo no es casual. En nuestra recorrida por los portales de los contratistas de guerra encontramos un aviso –en alemán, inglés y francés- que avisa a los mercenarios de todas las latitudes que está abierta una nueva selección de “expertos con credenciales de acceso -¿emitidas por el Pentágono?- válidas para convoyes de seguridad”, ofreciendo en compensación una paga de 17 mil dólares mensuales y una semana, cada 90 días, de vacaciones.
¿Qué sabemos de ellos a pesar de que su oficio se pierde en el fondo de la historia? ¿Cuánto hay de mito y leyenda en esos relatos? Quisimos saber más. Recorrimos un largo camino hasta encontrar datos fidedignos. Pasaron por nuestra mesa de trabajo desde historietas –que suelen guardar en su seno claves extraordinarias- hasta la novela de Jean Lartéguy que refiere sobre los padecimientos del Batallón Francés en Corea. Nuestra memoria trajo el recuerdo del nombre de un compañero de juegos quien, cuando apenas contaba con 16 años, tomó contacto con una de estas organizaciones. Pasaron los años. Sus regresos eran celebrados por todos. Le tenían, los muchachos de la esquina, como una especie de superhéroe. Por lo que sé, terminó sus días muerto en las selvas africanas.
Pronunciar su nombre tuvo un efecto cuasi mágico. Fue una especie de salvoconducto. Por diversas vías fueron llegando noticias. Algunas contradictorias. Hasta que al fin la luz se hizo. Algunos expertos en cuestiones militares aseguran que se trata de un negocio extraordinario. El mejor –quizás- en lo que va del siglo. Permite ser millonario –si una bala no se interpone- en poco tiempo. No sólo venden seguridad sino también resultados. Nada está fuera del catálogo. El adiestramiento de estos guerreros profesionales causa envidia en los cuerpos de elite de las potencias más poderosos del mundo. Cada uno de esos hombres -se nos dijo- “tiene, por si mismo, el poder de fuego de un destructor”.
Nuestra informante, que es una oficial de alta graduación, dilucidó casi todas nuestras dudas. Sabe que sus actos de heroísmo jamás figuraran en los libros de historia. Se considera a sí misma como un mal necesario. Existen –nos dijo- en el mundo alrededor de ciento cincuenta “academias especializadas” de primer orden. Cada una de ellas tiene una determinada especialidad: “Mientras haya guerra no nos faltará trabajo; la guerra, la violencia, es la constante de la historia. No te equivoques con nosotros. Somos una especie de bomberos o una brigada de rescate. Actuamos, con eficacia, en las emergencias”. Los veteranos de guerra de Estados Unidos y la OTAN son los más buscados. La paga está directamente relacionada con su grado de especialización, con un régimen de tarea diferente del resto. Cada uno de ellos llega a facturar 500 mil dólares anuales libres de impuestos y un seguro de vida de dos millones de dólares.
Tras los luctuosos sucesos del 11S, el negocio alcanzó su cenit. Los precios de los servicios ofrecidos y requeridos volaron por sobre las nubes. Ninguno de los países del “primer mundo” vaciló. La Casa Blanca firmó una serie de contratos con la compañía militar Blackwater por más de dos mil millones de dólares para defender sus intereses en Medio Oriente. Suma que permitió, a la compañía, crecer en forma exponencial. A la fecha, contaría con un ejército de 30 mil hombres y una flota de 25 aviones. Poder que le sirve, según el periodista Jeremy Scahill, para desestabilizar cualquier gobierno del mundo.
Nuestra fuente directa fue rica en detalles. No guardó nada a la hora de narrar su vida. Fue un diálogo de más de 12 horas. Dinero y aventura fue su motivación central. “(…) El ingreso a ‘la familia’ fue complejo pese a mi experiencia de combate; a pesar de reunir todas las condiciones. Fue determinante hablar, además de mi lengua madre, cuatro idiomas, entre ellos árabe y sus dialectos. Viví como una árabe más en Siria, Líbano, Jordania y Palestina. Allí parí a mis hijos. Estoy en tiempo de retiro pero aguardo otro destino, quizás sea África, donde serán las guerras que vienen.”
Según algunos diarios norteamericanos -entre los que se cuentan The New York Times y The Washington Post-, mercenarios de la Blackwater fueron responsables de varios asesinatos de civiles inocentes en Irak y ejecutaron homicidios selectivos concertados con la CIA. El principal caso tuvo lugar el 16 de septiembre de 2007, cuando mercenarios que acompañaban un grupo diplomático en Bagdad dispararon contra varios civiles, entre los que se encontraban mujeres y niños, y asesinaron a 17 personas. El escándalo en los medios hizo que Erick Prince renunciara a la dirección de los mercenarios y la Blackwater, que desapareció por unos meses. Ahora se llama Xe – Services.
¿Alguna vez sabremos si en la República Argentina –que es considerada una zona de reclutamiento especial- existen estos verdaderos ejércitos privados? ¿Las agencias de seguridad, tan en boga por estos tiempos, son parte de este fabuloso negocio de la muerte por encargo? ¿Están asociadas a la tarea de reclutamiento? ¿Quién lo sabe a ciencia cierta?..