ENTREVISTA

Comercio y Justicia, ejemplo de otro camino ante la adversidad

Beatriz Mansilla de Mosquera, jueza de la quiebra de Comercio y Justicia S.A. y firmante del fallo que resolvió el proceso a favor de la cooperativa

El acuerdo entre grupos de interés diferentes, vía el encuentro y el diálogo genuino, se conoce hoy como innovación social. Es lo que se logró hace dos décadas entre la Justicia cordobesa, los trabajadores de la tradicional editorial quebrada y otros acreedores, como los sindicatos y las obras sociales de Prensa y Gráficos. Hoy, a 20 años, otro diálogo entre protagonistas de aquellos años es la excusa para recordar cómo se superó el mayor dilema de la historia de Comercio y Justicia, abriendo una senda que otros siguieron

Por Javier De Pascuale

El 20 de agosto de 2003 la entonces titular del Juzgado de 7ª Nominación en lo Civil y Comercial de Córdoba, con competencia concursal, Beatriz Mansilla de Mosquera, emitió una resolución por la que autorizó la venta directa de los bienes materiales e inmateriales de la empresa fallida “Comercio y Justicia Editores SA” a favor de la Cooperativa de trabajo “La Prensa Ltda.”, antecesora de la actual Comercio y Justicia Editores

Fue el corolario de un larguísimo proceso que comenzó en 1996, cuando Comercio y Justicia SA se presentó en concurso preventivo, fruto de la profunda transformación que enfrentaron los medios de comunicación argentinos en aquella década y de la que emergería un nuevo ecosistema mediático -muy diferente del que había cobijado el siglo XX-, que pervive hasta nuestros días.

La firma privada obtuvo el acuerdo de sus acreedores pero cumplió parcialmente con sus compromisos. El letrado que llevó aquel concurso ofreció luego a la familia Eguía, hasta entonces propietaria, un salvataje privado por medio de la formación de un pool de empresas locales que buscaron potenciar la firma, con el fin explícito de ofrecerla en dólares a la pléyade de grupos extranjeros que por esos años compraban medios argentinos a bajo precio internacional. 

Un grupo empresarial brasileño, Gazeta Mercantil, con negocios en Miami y Uruguay, mordió el anzuelo. En el año 2000 ingresó a la firma con un acuerdo de due diligence (gestión compartida) y al poco tiempo se quedó con la empresa. El Hotel Panorama frente a La Cañada fue escenario entonces de una cena en la que un poderoso empresario brasileño prometió “un futuro de gloria” al casi centenar de empleados de la antigua editorial cordobesa.

No pudo ser. Los avatares económicos y cambiarios de Brasil y Argentina causaron una rápida huida brasileña y el inicio de un litigio sobre la reciente compra de las acciones. Para julio de 2001 ni ex dueños ni noveles compradores se hacían cargo de Comercio y Justicia. Fue el punto exacto en que la fuente de trabajo de aquel centenar de familias mutó en fuente de miseria. 

Ese tipo de situaciones hace emerger las tendencias más profundas de los seres humanos: mientras el grupo de gerentes sin patrón se duplicaba el sueldo, los trabajadores organizaban colectas, trajinaban las calles para traer plata a una empresa que ya no lo era y bregaban junto a sus sindicatos por una moneda.

El contexto no ayudaba. Eran tiempos de ajuste y déficit cero, de surgimiento de movimientos sociales y de un gobierno en franca decadencia. 

Entonces llegó el éxodo. El cierre de la vieja editorial era un hecho que ocurriría más temprano que tarde y mientras algunos armaban las maletas, otros afirmaban los talones en el piso, proponían cogestionar la empresa, eliminar gastos superfluos, bajar costos, alzar ganancias y repartir. 

Éste fue el verbo que más se conjugaba en la vetusta redacción y el histórico taller. Había que distribuir esfuerzos y repartir lo que entraba, con cooperación y ayuda mutua. El germen de la cooperativa Comercio y Justicia ya se palpaba en el aire hacia septiembre de 2001. 

Quienes peinamos canas no olvidamos aquel año. Tampoco lo queremos recordar. Sólo pronunciaremos unas pocas palabras y que el lector haga el resto. Noviembre gris. Corralito y fuga. Diciembre rojo, 19 y 20. 

Comercio y Justicia también tuvo sus propias palabras: abandono, robo misterioso, jefes en fuga, intervención judicial, faja en la puerta, camiones anónimos cargados en la noche, Navidad sin pan. 

“En febrero de 2002 yo volvía de la feria y me encontré con una empresa intervenida, cerrada, con pedido de quiebra y con la presencia de otro medio muy importante que se quería hacer cargo del diario. Y al mismo tiempo los reclamos de los trabajadores y de otros proveedores. No fue fácil. Al principio fue muy dificultoso. Hubo encuentros, pero antes hubo desencuentros”, recuerda hoy Mansilla de Mosquera, quien en ese mismo mes declaró la quiebra de Comercio y Justicia SA y ordenó el inventario de los bienes.

Los trabajadores veían la flamante experiencia de la cooperativa de trabajo gestionando El Diario de Villa María y querían emularla. Junto a los sindicatos de Prensa y Gráficos fundaron la Cooperativa La Prensa a inicios de abril, mientras ocupaban las calles y cosechaban solidaridades varias. 

Ante el Tribunal, se ofrecieron a cuidar los bienes que pretendían usar para volver a poner en marcha la empresa cerrada. La jueza les respondió que estaba dispuesta a poner en alquiler las instalaciones para facilitar la continuidad de la firma en marcha y que la cooperativa debía compulsar con otros interesados en ese proceso. 

Efectivamente, lo hace. Con 61 asociados, todos ex empleados de la fallida, la entidad licita y contrata la locación de bienes de la quiebra hasta noviembre. Sin recursos y sin salarios, los cooperativistas montan una empresa, sacan a la calle el diario el 20 de junio, recuperan luego el Semanario Jurídico y, uno tras otro, cada uno de los productos de la editorial. Y los comercializan con gran éxito, tanto que en noviembre de 2002 más de 70% de los acreedores de la quiebra de Comercio y Justicia dan su aval para un nuevo contrato de alquiler de bienes, prorrogado hasta noviembre de 2003.

Pero para ese mes, la quiebra estaba resuelta a favor de los trabajadores, resultando la primera empresa recuperada del país en la que éstos resultaban propietarios definitivos de los bienes materiales e inmateriales de una firma privada quebrada.

“Todo el proceso fue un fuerte desafío. Tuvimos momentos fuertes en los que a lo mejor uno como juez sintió el embate de la gente con su necesidad de volver al trabajo, una necesidad que requería respuesta inmediata. Y sin embargo nosotros dijimos ‘no, busquemos caminos, tiene que haber una forma de llegar a la satisfacción de todos”, relata la jueza, al destacar el papel que jugó en aquella instancia Luis Caro, abogado de la cooperativa. “Yo creo que desde la Judicatura hay que escuchar a todos los sectores. Y Caro trajo su impronta de cómo lograr la recuperación de la empresa”. 

-Fueron muchas audiencias, muchos papeles, mucho trabajo para llegar a un fallo que expresara esa satisfacción de todos, ¿no?

-Hay que entender las circunstancias particulares que teníamos en Comercio y Justicia desde lo legal. Los bienes que estaban disponibles y entonces, recuperados y en marcha, junto a los productos. El que no hubiera ningún privilegio por sobre los trabajadores. 

Que la cooperativa se conformó, que se hizo cargo del diario, que lanzó los productos normalmente, lo cual fue difícil porque hubo mucho tiempo de cierre y por supuesto todo el empeño que se puso para recuperar los clientes. 

Por supuesto, un factor beneficioso fue que Comercio y Justicia estaba abandonado, es decir, que no teníamos un fallido deudor presente que nos incomodara con otros planteos. 

Después también en estos elementos, hay que señalar que el síndico fue un elemento muy importante. Que escuchó, que no se cerró y que tenía un diálogo directo también con el Juez del concurso. 

Con ello se dio una serie de factores que ayudaron a encontrar una solución, dentro de los medios que teníamos en ese momento, que la Ley nos otorgaba y de lo que creíamos podía resultar justo y equitativo para todos, a medida que fue evolucionando. 

Pero creo que el factor más importante que nos permitió llegar a buen puerto, más allá de los encuentros que podemos haber tenido desde un primer momento en cuanto a los intereses desde cada lugar, fue la predisposición que terminó teniendo el trabajador, de poder acordar dentro de los marcos legales el modo como llegar a una solución para no perder las fuentes de trabajo.

En síntesis, lo que a mí me quedó fue el concurso de todos, de todos que pusieron empeño en buscar soluciones. 

-Hoy se habla de eso como una innovación social, cuando hay un encuentro entre diferentes grupos de interés por lograr algo superior común a todos.

-Creo que se logró eso en ese momento. Por eso destacamos los participantes de todo esto con sus distintos intereses. 

-Logramos un encuentro en aquel momento porque todos salimos de una situación de comodidad, para encontrar la solución, lo cual no es muy común en Argentina. Los trabajadores tendemos a extremar posturas y así cada uno de los actores del sistema…

-Creo que es así y desde la Judicatura le puedo decir que con mi experiencia como juez del fuero, tuve que llevar concursos y quiebras durante 20 años y pasé por muchas circunstancias. Me tocaron épocas muy complicadas, muy duras, en las que se perdió mucho el trabajo. Había mucha desesperación y sin posibilidad de apertura alguna de hacia dónde ir, cuando la gente se quedaba sin trabajo. Y uno como juez no tiene las respuestas, no tiene las herramientas. Venía de una experiencia difícil, una empresa grande, donde hubo continuidad pero luego tuve que cerrar la firma porque yo no podía seguir perjudicando al conjunto de acreedores. Por eso uno tiene que cuidar todas las aristas, tratando de conservar la empresa, pero tampoco caer en injusticias hacia otros involucrados en la cuestión. Yo creo que la clave es conciliar. Y cuesta mucho. Allí está la importancia del caso Comercio y Justicia. 

-Como ejemplo de otro camino…

-¡Claro! Y fíjese que sirvió, porque después de esta experiencia yo he tenido muchas consultas. Se abrió con ustedes una posibilidad que después, con la reforma legal, se introdujo en la ley lo que logramos nosotros en la causa Comercio y Justicia.

Lástima que en este país seguimos con desencuentros, donde cada uno lucha por lo suyo, sin tener en cuenta los intereses de otros

-Hay muchos monólogos, no diálogos. Nosotros logramos un encuentro que implicaba un reconocimiento del otro. Me pregunto si el hecho de que se tratara de Comercio y Justicia, en particular, influyó en este caso para que se diera este encuentro, por la inserción del diario en la judicatura o en el foro.

-No sé si eso ayudó necesariamente. Me parece que lo que se dio fue la conciliación de soluciones por las personas que actuaron. Los trabajadores, el síndico, la judicatura, todos tuvimos miras más allá de la situación. Sobrepasamos miradas particulares. Sí influyó mucho el tipo de producto, sin competencia, muy arraigado y demandado. Y que pudimos resolver rápidamente el tema del inmueble, de la locación donde poder hacer funcionar la empresa. Además, el hecho de que lo que quedaba del patrimonio del diario en realidad era centralmente el privilegio de los trabajadores. Uno tiene que escuchar pero al mismo tiene que responder. Yo no puedo repartir lo que no tengo. Y allí no todos entienden que algo deben perder. 

-Nosotros la pusimos en un brete. Necesitábamos recuperar nuestro trabajo, sabíamos cómo hacerlo. Pero no teníamos los instrumentos legales para hacerlo. Nuestro abogado Caro tuvo su formación en la Universidad Católica Argentina. Usted se acordará de que él insistía en la doctrina social de la Iglesia, buscaba tocarle su sensibilidad por sus creencias…

-No le puedo decir que yo haya sentido que buscaban mi sensibilidad, porque la tengo. Como juez una no puede ser fría ante la situación que se le presenta. Con eso presente, entiende en la situación para poder salir de la mejor manera posible según los parámetros de la ley.

Son muchos años de trayectoria en el fuero, de ver cómo hacer para ejercer justicia. No sólo para el trabajador en esa circunstancia. Socialmente, para responder a la necesidad social de la unidad productiva. Uno tiene ante sí la necesidad social. Yo no siento que haya tenido la necesidad de que me toquen alguna fibra social. Sin vanagloriarme, mi compromiso como juez es con la sociedad, con la justicia, con la ley y desde mis creencias, con Dios. Es el compromiso de lograr las mejores soluciones, dentro de las herramientas que la ley le permite, claro. 

-Nosotros tuvimos mucha suerte de tener una muy buena jueza. Que no sólo lograba conocer todos los instrumentos a su alcance sino que tuvo la habilidad para poder encontrar un mix de soluciones y el diálogo que puso en marcha el proceso. Usted habilitó ese diálogo. 

-Sí, yo creo que mi idea es: puertas abiertas y escuchar. Escuchar, ver los distintos intereses, las distintas necesidades y, en este caso, haber llegado a un diálogo genuino. Yo he sentido muchos momentos de nuestros encuentros en mi despacho, que había diálogo. Y eso nos fue dando seguridad. Porque los pasos que se iban dando, la locación, los resultados, la recuperación del diario, de los productos, creo que fue lo que iba marcando el camino, lo que anticipaba naturalmente lo que seguía. Fe muy importante no sólo el diálogo sino haber encontrado personas que se comprometían con lograr lo que hacía falta. Yo vuelvo a destacar la función del síndico. El síndico es la mano derecha del juez. Es sus ojos en todo ese proceso.

-Usted lo decía siempre: el síndico es mis ojos, mis manos allá afuera…

-Tal cual. Entonces encontrar un síndico serio, con una postura de colaborar y de hacerlo con distintas herramientas, fue muy importante. Eso ayudó particularmente en este caso

-Yo era el presidente de la Cooperativa al momento del fallo resolutorio. Estaba firmando ante usted la entrega de los bienes y me dijo “no me falle”…

-(Ríe) ¡Ah, no recordaba que le había dicho eso! 

-Usted se jugó, doctora

-Sí, pero lo hice con total convencimiento. No por mí sino por la empresa. La conducta de ustedes fue muy destacable. Yo lo dije después muchas veces cuando me preguntaban sobre el porqué del fallo de la quiebra. Ustedes mostraron que la conducta del trabajador puede ir por un camino diferente del que se ve. Porque, si se nos cierran los caminos, es muy difícil. 

-Nosotros decíamos que pasamos de la protesta a la propuesta

-Exactamente Y eso es muy valioso. Que muchas veces el trabajador se queda esperando que le den y no tiene el protagonismo de luchar concretamente por encontrar una solución. Buscando las herramientas, encontrar la forma de llegar al objetivo. Es el compromiso del trabajador con su presente y su futuro lo que tuvimos en este caso.