ESCUCHARA medida que Porto Seguro se extiende hacia el sur, se muestra más bello y exclusivo.
Allí donde el aire cálido y esponjoso acaricia, el agua profundiza sus tonalidades turquesas y el ritmo se torna más lento y apacible, se encuentra Trancoso, un antiguo pueblo jesuita que se convirtió hace unos años en el reducto elegido por el jet set internacional para disfrutar de sus días de descanso.
La iglesia São João Batista dos Índios es su principal ícono, construida en el siglo XVII. Esa capilla de austeridad absoluta lidera la postal del famoso cuadrado, que simboliza la geometría de callecitas de tierra donde se esparcen tiendas de marcas reconocidas, restaurantes a cargo de prestigiosos chefs mundiales y posadas de gusto refinado.
La mayoría de estos locales ocupa antiguos hogares considerados patrimonio histórico y artístico, completando el paisaje de cuento con una cortina de árboles frondosos de gran altura.
Dicen que es común ver entre sus huéspedes a figuras famosas del fútbol, el arte, el cine y la televisión, quienes arriban a estas latitudes tentados no sólo por su belleza natural y el lujo de la simpleza sino también por su propuesta cultural.
En este plano, el lugar adquirió mayor trascendencia gracias al Festival de Música Clásica que durante ocho días al año atrae a miles de personas. El Música em Trancoso (Met), se lleva a cabo en el Teatro L’Occitane, un singular edificio diseñado por François Valentiny, arquitecto oriundo de Luxemburgo, que demandó una inversión de aproximadamente veinte millones de dólares. La silueta de este estadio multiforme se refleja sobre una laguna, creando una imagen surrealista. Tiene más de mil asientos y dos auditorios superpuestos, uno al aire libre y otro cubierto en la parte inferior. Este formato creativo e inusual permite, en caso de ser necesario por cuestiones climáticas, trasladar al público de una a otra platea en pocos minutos a través de una conexión interna.
Esta icónica obra de arquitectura colinda con el campo de golf Terravista, enclavado entre farallones multicolores y una azulada y extensa franja costera.
Espejito, espejito
Continuando hacia el sur y como todo tesoro escondido, la praia do Espelho (playa del Espejo) demanda una travesía para descubrirla. Arribar a destino implica recorrer varios kilómetros por ruta desde Porto Seguro y casi media hora de camino de ripio. Pero el resultado vale la pena. Una vez allí, la montaña selvática que se funde con la bahía de aguas cristalina supera el agotamiento del trayecto.
Situada entre Trancoso y Caraíva, casi en el extremo del litoral portosegurense, esta playa -considerada una de las más bellas del país- invita a disfrutar de una jornada nutrida por piscinas naturales, caminatas por la selva, paseos sobre la arena negra y una gran dosis de relax en paradores super chic que moldean una postal de revista.
Para más información ver nota » Un mar de descubrimientos»
