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Análisis y evaluación de la actividad estatal en las distintas economías a nivel mundial

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Salvador Treber - Exclusivo para Factor  Profesor de Posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas-  Universidad Nacional de Córdoba
Salvador Treber – Exclusivo para Factor
Profesor de Posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas-
Universidad Nacional de Córdoba

La verificación de los efectos que implica la gestión del sector público indica que no es la magnitud sino el grado de eficiencia al gestionarlo lo que califica la viabilidad de los respectivos procesos.

La exacerbación en Argentina de la discusión política que caracteriza el ámbito interno de los países que transitan los clásicos años identificados en Estados Unidos como “los del pato rengo” – los cuales incluyen a los dos últimos de cada mandato presidencial-  ha llevado a que se apele a datos supuestamente estadísticos que no suelen ser reales o que han sido preparados y reacondicionados a ese efecto.

En general se suele apuntar a desnaturalizar la realidad, en especial lo vinculado a aspectos de alta sensibilidad social, echando mano a ideas o convicciones que buscan respaldar una opinión pública bastante poco flexible y que, en última instancia, sirven para avalar posturas frecuentemente equívocas. Uno de los planteos más reiterados en tal sentido procura enfatizar respecto a que, en general, el gasto público ha venido creciendo a niveles excesivos en buena parte del mundo más industrializado y ello sería inadecuado.

Curiosamente, al encararse el examen de dicho tema, los cuatro países escandinavos surgen nítidamente encabezando cualquier listado que pretenda abarcar a los que, en el área ecuménica, presentan las relaciones más elevadas entre la proporción del mencionado gasto medido en función del respectivo Producto Interno Bruto (PIB). En la cúspide de ese podio aparece Noruega, donde el índice trepa a 57,5% y su población parece estar conforme tanto con la cantidad como por la calidad de los bienes o servicios que mayoritariamente le brinda el Estado. De la misma forma, y como consecuencia más inmediata, el ingreso medio por habitante hace lo propio llegando a US$55.000, con lo cual ratifica su muy honroso liderazgo, verificándose que esa más alta participación no obstruye el progreso.

Resulta oportuno agregar que en dicho país nórdico de apenas 324 mil km2 y cinco millones de habitantes la jornada semanal es de 33 horas, la más reducida entre todos los que el Banco Mundial reconoce como de “altos ingresos”. Sus exportaciones en 2013 ascendieron a US$200,3 miles de millones y las importaciones, a US$143,9 miles de millones, adjudicándose su florecimiento a la detección de yacimientos de petróleo en el mar del Norte, cuya explotación encaró junto con el Reino Unido y la gestión de empresas estadounidenses especializadas, generando a través de ésta un quinto del PIB. Una serie de analistas preanuncia que tales yacimientos se agotarán pronto y se apagará el actual brillo de su economía pero otros recuerdan que en Europa Continental son muy escasos, apenas en Rumania, Rusia y la zona del monte Cáucaso. En cuanto a su administración presupuestaria, viene teniendo holgados superávit anuales; a punto tal que han logrado constituir un Fondo Soberano de Previsión para atender futuras eventuales emergencias que lleva acumulados nada menos que la fabulosa suma de US$850 mil millones, constituyendo en este aspecto un caso único.

Inmediatamente después se encolumnan Dinamarca, Finlandia y Suecia. De ellos resulta muy ilustrativo evaluar el caso del referido en segundo término pues, al final de la Segunda Guerra Mundial, antes de haber sido invadido por Alemania, repelió una intervención armada de la Unión Soviética. Después de esos seis muy duros años subsiguientes quedó totalmente sumida en ruinas, acuciada por una profunda y generalizada miseria. Pese a esas enormes dificultades, su severo clima y a la gran superficie cubierta de bosques con que se acerca al Polo Norte -los cuales le restan áreas laborables vitales- actualmente está colocado en un lugar prominente, exhibiendo también un importante gasto público, equivalente a 53,3% del PIB y US$36.500 de ingreso “per cápita”.

En la franja siguiente, siempre escalonándolos según la proporción porcentual de la actividad estatal respecto de la economía general, se encuentran Francia (52%), Italia (47,7%), Hungría (46,5%) y Alemania (45,2%), siendo entre ellos esta última la que posee el PIB personal más elevado, con US$39.000. Se podría agregar que por encima o hasta el índice de 40% también se debe incluir a Islandia (43,1%), Japón (41,3%), Portugal (40,7%) y República Checa (40,1%).

Basados en el proceso que permitió a estas doce economías, todas europeas a excepción de Japón, expandir y diversificar sus fuerzas productivas, muchos economistas consideran que la acción de gestión y/o promoción que le cupo en todos ellos al sector público fue un factor decisivo y recomiendan seguir esa vía para acelerar el ritmo, especialmente en los países denominados “emergentes”.

Otras muy diversas realidades
La mención más destacada en este aspecto corresponde a la primera economía del mundo, Estados Unidos. La intervención estatal asciende sólo a 31,8%, constituyendo el principal argumento de quienes postulan la vigencia de un esquema de neto corte neoliberal que prioriza la actividad privada y pretenden el repliegue de la pública hasta niveles semejantes a los de la gran potencia americana y, si es posible, inferiores; más aún habiendo logrado dicho país alcanzar así un PIB por habitante de US$49.500.

Otros ejemplos de buenas performances con muy moderada gestión estatal se verifican en Canadá, donde cubre 37,7% y un promedio individual de US$42.700, casi idéntico al de Australia, con indicadores que llegan a 33,4% y US$42.700, respectivamente.

Frente a tal evidencia, se suele oponer la tan controvertida cuan rutilante realidad actual de China. Según datos proporcionados por el Banco Mundial, a fines de este año, anticipadamente a lo que en abril de 2011 se había previsto, este país se admite que habrá de superar a EEUU en función de su PIB pero gravita decisivamente que lo cuadruplica en población. No obstante, al recibir las congratulaciones del organismo internacional por ese inminente logro, optaron por agradecer el referido pronóstico pero advirtieron de que no lo evalúan de esa misma manera. Sostienen que el promedio personal de PIB es aún bajo y entienden que sólo cumplirán con sus aspiraciones cuando alcancen esa meta por medio de futuros y muy sostenidos incrementos del ingreso “per cápita”.

Esta prudente y mesurada ponderación de sus propios éxitos que todos coinciden, constituyen los más significativos de los últimos cuarenta años, contrasta con la soberbia de los máximos jerarcas de la fenecida Unión Soviética, quienes se venturaron a anunciar que llegarían a esa cima antes de finalizar el siglo XX. Pese a que fueron ellos los que en 1957 enviaron el primer satélite no tripulado al espacio (Sputnik I) así como también el tripulado (Yury Gagarin), lejos de alcanzar la primacía absoluta sufrieron una verdadera implosión en 1991 que terminó con el régimen inaugurado en noviembre de 1917 y desde entonces sufren un virtual desguace.

La realidad actual de la denominada Federación Rusa, que -si bien se sitúa en el sexto lugar entre las economías más prominentes  aunque muy lejos de las dos más poderosas- quedó circunscripta a una población de 143 millones de habitantes y un territorio de 17.008 miles de km2 (equivalentes a 79,4% del que poseía otrora la Unión Soviética).

Otros casos atípicos
Las dos etapas que ha vivido Japón a partir de fines de la Segunda Guerra Mundial constituyen una realidad digna de mayor estudio. Luego de atacar a China Continental en 1935 y sorpresivamente la base naval estadounidense de Pearl Harbor (Islas Hawai) en 1941, se alió con Alemania y siguió su misma suerte. Esa doble “aventura” terminó catastróficamente en una terrible derrota luego de ser sistemáticamente destruida por medio de continuos bombardeos aéreos y ocupado por tropas estadounidenses. Ello no fue óbice para que, superando todas esas calamidades y exhibiendo una tenacidad a toda prueba, luego de soportar el desastre de dos bombas atómicas en las ciudades de  Hiroshima y Nagasaki, dio un ejemplo de decisión y coraje únicos al mundo.

Entre 1950 y 1990 concretaron un verdadero “milagro” al erigirse desde sus cenizas hasta llegar a ser la segunda economía del mundo. Su vocación de subir permanentemente  la llevó a proponer a la dirigencia de Washington una alianza para, entre ambos, “manejar” el planeta a su arbitrio. La respuesta fue rotundamente negativa y desde Tokio se hizo saber que no renunciaban a esa meta pero que, al tener que lograrla en soledad, les “llevaría un poco más de tiempo”. Sus actividades más relevantes fueron la producción de siderurgia y la industria automotriz, pese a que no disponían de yacimientos de hierro ni combustibles de ninguna especie dentro de su escaso y escabroso territorio integrado por una serie de islas de diversos tamaños.

Esta suma de carencias hicieron mucho más meritorios sus avances pero, a partir de 1992, sobrevino una severa crisis que abarcó a todas las potencias de la época, de la cual Estados Unidos se logró recuperar tres años después aunque Japón no lo hizo plenamente nunca más. Nadie ha podido dar una explicación lógica y convincente a su posterior estancamiento que se extiende hasta la fecha sin poder superarlo.

Quizá la drástica condición de Estados Unidos -que les prohibió seguir importando automotores, exigiéndoles para incursionar en su mercado doméstico instalar las respectivas plantas en su territorio-   haya sido un factor decisivo pese a que giraron sus beneficios a las respectivas casas centrales. Lo concreto e indiscutible es que primero fue desplazado al tercer puesto por el avasallante avance de su vecina China; luego por India y por último por Alemania pasando así al quinto sitial que hoy ocupa. El gasto público implica 41,3% de su producto y la renta por habitante es de US$36.200. Cabe recordar que su superficie total es de apenas 378 mil km2 y su población llega a 128 millones de habitantes.

En América Latina cabe citarse en primer término el  indiscutible liderazgo de Brasil, donde el gasto público representa 37,2% del PIB y éste, expresado a través de la media por habitante, llega a US$11.800. En cuanto a su dimensión territorial, ésta es de 8.515 miles de km2, con lo cual se sitúa como el quinto país más extenso del planeta, detrás de Rusia, Canadá, Estados Unidos y  China. En cuanto a su población por km2, llega a apenas 24,9 habitantes y en ello contrasta con México, que ostenta el segundo, con 1.984 miles de km2, contiene 118,5 millones de habitantes y lo dobla con promedio de 50,4 p/km2 aunque el gasto público sólo equivale a 23,6% del PIB, al par que su producto “per cápita” es de US$15.300.

Luego de pasar revista a las economías más notorias del orbe se puede concluir que la mayor o menor presencia relativa del Estado no constituye “a priori” un factor decisivo, pues hay variaciones significativas que  logran obtener muy buenos resultados cuando la administración es eficiente y no malgasta los recursos disponibles.

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