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Ciudad, crecimiento y noticias

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Los conflictos referidos al crecimiento urbano que sufre la ciudad de Córdoba no son menores, debido a su impacto en la vida cotidiana de todos sus habitantes. Los medios gráficos reflejan los diversos síntomas que aquejan al organismo urbano en las noticias que se imprimen día a día en sus páginas.

Por Arq.  Diego Schmukler /  Director Carrera de Arquitectura Universidad Blas Pascal

Sin embargo, como si fueran las piezas inconexas de un espejo roto, cada una de ellas dispersa la realidad en una enorme cantidad de fragmentos autónomos. Así, la variada gravedad de los hechos se aplana en una lámina de desinterés informativo que desarticula la totalidad. Imposible rearmar el rompecabezas de una ciudad amable y amena que se nos presenta ahora como la fatal sumatoria de inconvenientes sin causa u origen. Todas son malas noticias y los cordobeses nos encontramos inermes ante la magnitud de los hechos y las respuestas resultan elementales, cuando no escasas. La salud de este organismo viviente se diluye en una confusa superposición de diagnósticos que proponen recetas parciales que, como los medicamentos que nos receta un especialista sin perspectiva general, nos curan un síntoma pero agravan otros.

El sábado tres de mayo del presente año La Voz del Interior publicó en las páginas 2 y 3 un extenso informe titulado “Achique”. En 30 años, Córdoba perdió 73 % de sus quinteros. Se destaca allí la disminución del área del cinturón verde que rodea a la ciudad de Córdoba y se indica el aumento en el costo de frutas y verduras y el desarraigo de los jóvenes que emigran en búsqueda de mejores condiciones.

En la página 10 de la misma edición nos enteramos de la posible remesa de 160 millones de pesos por parte de la Nación a Epec para realizar obras de infraestructura pero sólo en la capital provincial para el denominado “plan de los 10 barrios”, que la empresa delineó tras los problemas en la red de distribución durante el último verano, aunque todos ya sabemos que los “problemas” no son del último verano, y seguramente nos aquejen el próximo.

Dando vuelta la hoja, en la 12, Dómina dice que el anuncio para alumbrado público es insuficiente. Ante la emergencia decretada por el intendente (oscura emergencia por cierto en todas las calles de nuestra ciudad) y para la cual anunció una inversión de ocho millones de pesos, un estudio técnico del concejal determinó que harían falta como mínimo ¡126 millones de pesos! Una poco luminosa diferencia no aclarada todavía.

A pesar de referirse todas a la ciudad, las tres noticias no parecen guardar relación entre sí ni tener origen común. Un día después, el domingo cuatro de mayo de este año, el mismo diario insinúa una probable causa que vincula los fragmentos. En la página 10, a efectos de informar acerca de los concursos que se realizarán para los cargos públicos en la Municipalidad de Córdoba, la Subsecretaria de Reforma Administrativa y Capacitación comenta:

Cronista: Más vacantes,van a significar también más planta y más gasto. Laura Sesma: Córdoba tiene 30 por ciento más de ejido que Rosario y más o menos el mismo personal. En comparación, hace falta gente. Se entiende que la comparación se basa en la similar cantidad de habitantes, por lo que, si realizamos una inferencia de las noticias previas, Córdoba también necesita muchas más lámparas de alumbrado, infraestructura de distribución eléctrica y pagamos mucho más caro la fruta y la verdura que en Rosario. Y requerimos una mayor longitud de infraestructuras (caños de agua, cloacales, pluviales, electricidad, etcétera), mayor extensión de red vial (y su mantenimiento), mayores trayectos de transporte público y mayores áreas de influencia para los necesarios equipamientos sociales (escuelas, hospitales, por no mencionar bibliotecas, centros culturales, etcétera).

Todo para la misma cantidad de habitantes, con el impacto económico que significa prorratear los considerables aumentos de costos para idéntica población. Sus consecuencias las venimos experimentando hace tiempo los cordobeses. Menudo problema tienen Laura Sesma… y nosotros.

Pocos años atrás, el 20 de febrero del 2010, un titular del mismo matutino -que en ese momento costaba $3,25- decía: “El cinturón verde de Córdoba se redujo 50% en cinco años” para inmediatamente explicar que los motivos fueron dos: el avance de la soja y el desarrollo de urbanizaciones privadas. Las infografías que acompañaban el texto nos permitían verificar de manera aproximada (la información no era exacta ya que, tal como se aclaraba, la Municipalidad no brindó los datos requeridos, pero seguramente no estaban muy alejados de la realidad) un crecimiento extensivo de 3.600 hectáreas, que representaban 20% sobre las 18.500 urbanizadas en el año 2000 mientras que el crecimiento demográfico no superó cinco por ciento en igual período. De manera que la densidad poblacional, que en el año 2000 se acercaba a 70 habitantes por hectárea (una densidad de por sí ya baja), en el año 2010 disminuía a probablemente menos de 65.

Dispersión
La ciudad se ha dispersado de manera radical. Coinciden los expertos en los efectos negativos de este fenómeno, también conocido por la palabra inglesa sprawl. Según Mendoza Terrazas y Sánchez Flores, la dispersión urbana coincide con el uso ineficiente del suelo, que acentúa la pérdida de los recursos naturales en relación con el crecimiento de la población; y para Weitz y Moore, es un proceso enfermizo de desarrollo urbano cancerígeno en el territorio rural, de grave peligro para la sostenibilidad y salud de los habitantes de la gran ciudad.

Según Santos Preciado, tres son los síntomas críticos emergentes de esta situación: 1. Baja densidad: implica una baja tasa de ocupación del suelo, y, por tanto, un alto costo de inversión y mantenimiento de infraestructuras y equipamientos sociales. 2. Disminución del grado de contigüidad: los nuevos emprendimientos dejan zonas vacías, cortando los históricos vínculos de la ciudad, cuando ello no se agrava con la construcción de cercos perimetrales que anulan la relación entre vecinos y degradan el espacio público, en este caso la calle, lo que implica un alto costo social. 3. Descentralización: más allá de una planificada política de descentralización administrativa o propuesta de sistema policéntrico, el proceso “espontáneo” de dispersión produce un efecto de aumentos de distancia y baja proximidad entre las diversas piezas del sistema, lo cual conlleva un requerimiento de mayores tiempos de traslado, que afectan mayormente a los estratos menos favorecidos, que dependen del transporte público.

En el caso de Córdoba, se acentúa además un altísimo grado de heterogeneidad en su densidad poblacional, con picos de más de 2.000 habitantes por hectárea en Nueva Córdoba a menos de 10 habitantes por hectárea en los barrios cerrados.

El crecimiento disperso ha modificado las tradicionales pautas de la ciudad y la planificación urbana convencional, cuando ha existido, no parece haber acertado en la proyección de un panorama tan variado y contradictorio. Como lo expresa Edward Soja: la posmetrópolis está cambiando en algo significativamente distinto a lo que era y las normativas y ordenanzas de ordenamiento territorial, pensadas para esa ciudad que era, se ajustan incómodamente a esta nueva realidad. En junio de 2004, los representantes de 110 gobiernos municipales europeos adoptaron los “Compromisos de Aalborg”, un documento que delineó conceptos e instrumentos prácticos de acción en pos de un ajuste para recrear ciudades sustentables.

Además de indicar la necesidad de evitar el crecimiento urbano desmesurado, logrando densidades urbanas apropiadas y priorizando el desarrollo urbano en zonas ocupadas frente a zonas verdes, reconocía en cuanto a Movilidad y Transporte la interdependencia entre éste, la salud y el medio ambiente, indicando la ineludible visión integral de los diversos factores que hacen a la vida urbana, evitando aquellos diagnósticos y recetas parciales.

Sin embargo las instituciones y los ciudadanos de Córdoba asumimos los problemas de la ciudad de manera parcial y aislada. El acalorado debate sobre la propuesta de Solo Bus, en el que cada actor involucrado se enfrascó en la defensa parcial de sus particulares intereses (los vecinos, con los árboles y el medio ambiente; los comerciantes, con su actividad y el estacionamiento; la Municipalidad, con una inadecuada difusión de su proyecto) no es más que un ejemplo. En la inconducente confrontación entre transporte y árboles, fueron los sufridos usuarios del transporte público los convidados de piedra de esta pequeña batalla sectorial que olvidó la ciudad y demora, cuando no cancela, cualquier solución.

Un efectivo Plan Director Urbano integral, que indique los proyectos estructurales que definan el desarrollo futuro y detenga el crecimiento extensivo, mejorando sustantivamente el transporte público y aumentando la cantidad -y calidad- del espacio verde es todavía una gran deuda de la gestión pública. Plan que requiere de relevamientos rigurosos y metas viables a ser consensuadas con la adecuada concienciación de la sociedad para evitar estas batallas campales sectoriales. Será compromiso de la ciudadanía asumir esa prospectiva en la que, fijadas prioridades y jerarquías, el bien común no sea avasallado por el beneficio particular que desconoce a la ciudad como totalidad.

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