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“Las mujeres empoderadas adquieren control de sus propias vidas”

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Lo hacen por medio del conocimiento y el reclamo de sus derechos en diferentes ámbitos. En las últimas décadas, la participación femenina en el trabajo experimentó una trayectoria positiva.

a igualdad entre hombres y mujeres es un derecho humano primordial, resguardado en normas y legislación internacional y nacional. La igualdad de género es también una fuerza transformadora del desarrollo humano. Mujeres con mayores niveles de educación y poder de decisión amplían las capacidades de sus familias y comunidades.
Desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, ha habido avances significativos a favor de la igualdad entre hombres y mujeres. En el ámbito internacional, se destacan la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), la Plataforma de Acción de Beijing y los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).
En este contexto normativo, la meta de Argentina es alcanzar en 2015 una mayor igualdad mediante una mejor participación económica de las mujeres y la reducción de la brecha salarial, así como aumentar la participación de las mujeres en los niveles decisorios en empresas e instituciones públicas y privadas.

Empoderamiento: una condición necesaria
La inversión en las capacidades de las mujeres y su empoderamiento para que ejerzan sus derechos y elijan su propia trayectoria de vida no sólo es un fin valioso en sí sino también una condición necesaria para asegurar el desarrollo de un país.
El empoderamiento se refiere a las capacidades de las personas para canalizar sus derechos mediante la participación en los ámbitos donde transcurren sus vidas: la familia, las instituciones comunitarias, las instituciones del Estado y el trabajo.
Así, mujeres empoderadas adquieren control sobre sus propias vidas por medio del conocimiento y el reclamo de sus derechos en diferentes ámbitos y participan plenamente en el proceso de toma de decisiones económicas, políticas y sociales.

En evolución permanente
En las últimas décadas, la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo ha experimentado una trayectoria positiva, si bien se caracterizó por avances y retrocesos. Los factores que explican la incorporación creciente e ininterrumpida de las mujeres en el mercado del trabajo son complejos y de naturaleza económica, social, familiar y cultural. En el análisis de estas tendencias se deben distinguir las de largo plazo, como los avances educativos de las mujeres, la diversificación de opciones ocupacionales, los cambios en los modelos familiares o la socialización en torno a los roles de género; y las de corto plazo, más dependientes de ciclos económicos y de políticas sociales específicas.

¿Y las mujeres en puestos jerárquicos?
Si bien datos recientes muestran que las barreras persisten, el acceso de las mujeres a los puestos de decisión en el ámbito laboral se ha elevado desde 1996. En ese año, el porcentaje de mujeres en el conjunto de la fuerza de trabajo era de 37,7%, pero su representación en el total de puestos de jefatura y dirección era significativamente inferior: 22,9%. En 2012 aumentó la presencia de las mujeres en la fuerza de trabajo (llegó a 41,6%) y el incremento fue aún más pronunciado en puestos de jefatura y dirección (31,6%).
Los altos niveles de educación formal de la mayoría de las jefas y directoras han sido un facilitador crítico para ampliar el acceso a espacios de decisión. Sus logros educativos, incluso respecto de sus pares varones, se vinculan también con la reversión de la brecha de ingreso horario de género que se produjo en los últimos años.

No obstante, estos logros son una condición necesaria pero no suficiente para acceder a los puestos más altos de la jerarquía ocupacional. Los datos son contundentes: si bien casi 30% de más mujeres que generan ingresos laborales completó sus estudios superiores o universitarios, menos de seis por ciento alcanza puestos de decisión.
Cabe destacar que las mujeres que logran acceder a puestos de decisión no sólo se caracterizan por sus sólidas capacidades técnicas, sino también por capacidades menos tangibles, subjetivas, que se manifiestan por medio de actitudes, creencias y orientaciones.

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