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“Cuando voy a África me siento como esos niños de las historias de Peter Pan”

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Para Hernán lanvers, autor de la saga sobre el continente negro, la tierra que inspiró sus cinco novelas “es el único lugar donde todos los hombres, más allá de los años que tengamos, al encontrarnos con una naturaleza tan espectacular, volvemos a ser niños”. Un cordobés que no deja de sorprenderse y sorprender

Por Carolina Klepp – [email protected]

Hernán Lanvers se enciende cuando habla de África. Es como un fueguito que crece hasta convertirse en hoguera y allí comparte las historias de viajes, de la infancia, de su vida compartida entre novelista, viajero y docente de un instituto de ingreso a Medicina.
Con título de médico y alma de escritor, lleva en su historial la autoría de  cinco novelas sobre la vida en el continente negro. Dieciséis veces viajó por allí este cordobés que se convirtió en best seller. Vivió su infancia en Comodoro Rivadavia, una ciudad que desde chico lo conectó con aquel mundo maravilloso.
Al conocer su pasión no quedan dudas de que el magnetismo que inspiró sus obras es el poder de esas tierras para no dejar nunca de sorprender. “Cuando voy a África me siento como esos niños de las historias de Peter Pan, como si estuviera en el reino del Nunca Jamás, ese lugar donde los niños nunca podían convertirse en adultos porque perdían su capacidad de sorprenderse”, dice agradecido de poder revivir esa sensación en cada vuelta.

– ¿Cómo se  mezclan lo ficcional y las vivencias socio-políticas, culturales y naturales cuando escribís un libro?
– Tengo cinco libros escritos, tres de ellos sobre África en 1825. Ahí describo sobre todo lo que pasó con los ingleses cuando se encontraron con el imperio de Shaka Zulu, un famoso rey guerrero. Allí no hay necesidad de poner mucha ficción, 10% de ficción, porque la historia de Shaka Zulu es  increíble. Un chico que se crió en una aldea de 400 habitantes, despreciado por el padre, y que transformó eso en un imperio militar que se puede igualar al de los espartanos. Forjó un imperio donde toda la población era guerrera, a diferencia de los espartanos, de los cuales sólo era guerrero 10%. El imperio de Shaka cambió el arte de hacer la guerra en África; tenía batallones de ancianos, jóvenes y mujeres embarazadas. Allí no es necesario usar tanta ficción porque si uno inventara una historia sobre Shaka, la gente hasta no la creería. Los zulúes, esa nación que creó Shaka, fueron tan importantes que hace 200 años reinaba en el sur de África este rey negro que tenía un harém con 5.000 mujeres. Pasaron 200 años y hoy sigue reinando un presidente, el de Sudáfrica, que sigue siendo zulú, con cuatro esposas, porque en Sudáfrica actualmente la poligamia para los negros está permitida. Uno se pregunta ¿cambió tanto Sudáfrica? Y la respuesta es que no, hace 200 años los negros estaban expulsando a los blancos y, en cierta forma, en este momento los blancos se están retirando y son de nuevo los negros, sobre todo los zulúes, quienes están gobernando.

– ¿Qué mueve tu deseo de volver siempre a África? ¿La aventura, las ganas de escribir, otros deseos?
– Voy a África porque es el único lugar donde desde que apenas llego siento que hago una zambullida en la prehistoria. Me puedo encontrar con animales prehistóricos como el rinoceronte, el elefante o el cocodrilo, un animal de mil kilos y siete metros de largo que tiene toda la anatomía de un dinosaurio, que sigue gobernando los grandes ríos de todo el continente. Un lugar donde me puedo encontrar con etnias que viven como en la edad de piedra, como los bosquimanos, que cazan y viven como hace 70.000 años. O los masai, que tienen tradiciones como cazar leones a los 18 años como rito de pasaje a la adultez, un rito como lo tenían hace mil años. África es el único lugar donde todos los hombres, más allá de los años que tengamos, al encontrarnos con una naturaleza tan espectacular, volvemos a ser niños. Cada vez que voy a África, fui 16 veces, me sigo sorprendiendo, cosa que no me pasa en los otros cinco continentes a los que he visitado al menos dos veces.

– ¿Estás elaborando otro libro?
– En este momento no. Ahora estoy investigando, leyendo. Gran parte de lo que leo es relacionado con África. Y cuando, llegado el momento, tengo ganas, me siento y tras haber aprendido mucho, entonces me pongo a escribir.

Los disparadores para escribir

– Cuando te sentás a escribir ¿revivís momentos, experiencias, buscas fotos? ¿cuál es tu ejercicio mental?
– Mi ejercicio es estar leyendo varios libros de historia, geografía, costumbres de África. A uno le surgen más fáciles las historias, sobre todo porque están basadas en hechos reales, pero -además- en muchos casos, como en la última serie que están basados en la actualidad, uno pone cosas que le pasan cuando va allá.

– ¿Como cuáles?
– En África pasan cosas insólitas. Por ejemplo: yo estaba en Uganda y quería viajar a Kenia, tomé un avión chico para 20 pasajeros y en un momento nos dice la azafata: “En dos horas llegaremos al aeropuerto de Burundi”. Yo le dije: “¿Pero cómo? si estamos yendo a Kenia”. Y me contestó que la mayoría de la gente que viajaba en el avión quería ir a Burundi y otros a Tanzania: “Esta aerolínea, Air Tanzania, lo que busca es la satisfacción del pasajero, si la mayoría de los pasajeros quiere ir a Burundi me parece lógico que vayamos a Burundi. Además, usted quería salir de Uganda, pues bueno, va a salir”. Finalmente  terminé en Tanzania.

-¿Cuál es la cosa más extraña que te haya pasado allá, que  tal vez haya sido un disparador para la escritura?
– Es difícil identificar una, te pasan pequeñas cosas que te sorprenden. Por ejemplo, cuando conviví con los masai yo viví con uno que tenía siete mujeres. Él estaba un día con cada una de ellas. Para casarse ellos tienen que entregar la dote, que por lo general son 10 vacas. En esa tribu, la mujer es la que hace la choza, la construye con materia fecal de vacas, son muy simples, las hacen en un día. Allá la fuerza laboral son las mujeres. Un masai se casa y en cierta forma pasa a tener una empleada que trabaja para él y a su vez produce nuevas hijas mujeres que las va a poder entregar a cambio de 10 vacas. Le pregunté a ellas si no se quejaban de esto y una de ellas me contestó con esto otro: “¿Por qué la mujer blanca quiere un solo hombre y después no lo aguanta y no sabe adónde ponerlo?”. La masai que me hablaba había trabajado para gente blanca en una ciudad. Me dijo: “La mujer blanca quería que su esposo estuviera todo el día en su casa pero no sabía adónde ponerlo. Si el hombre estaba en el baño, molestaba; si estaba en la cocina, molestaba: si estaba en el living o en el dormitorio, también. Lo que suelen hacer las mujeres blancas es poner a los hombres en una piecita, ellos le llaman tallercito, a ella le encantaba que él estuviera allí y yo me acuerdo de que a mi patrón no le encantaba estar ahí. Estaba haciendo algo con una madera y después lo sacaban para comer, para llevarlo a una reunión, a una fiesta. ¿Para qué quiere la señora blanca tenerlo todo el día, si después no sabe para qué lo quiere?” Mientras ella hablaba yo pensaba en muchas mujeres de aquí, pensé que esta masai había estado en Córdoba y conocía a todas mis amigas (se ríe).

– Comodoro Rivadavia, donde viviste tu infancia, es una ciudad de inmigrantes sudafricanos,  ¿eso  fue un factor que te despertó la curiosidad por conocer el continente?
– En el año 1900 llegaron 600 sudafricanos a Comodoro Rivadavia, eran  afrikáners, blancos descendientes de holandeses, pero trajeron también sus esclavos zulúes. En un momento había mayoría sudafricana en esa ciudad. En esa época el presidente argentino les daba 60 hectáreas a cada uno, se venían hasta con sus carretas en los barcos. Yo me crié con muchos de ellos, pero, además, mis padres se fueron dos meses y medio a vivir a Sudáfrica, nos dejaron a mí y a mi hermano con unas tías, y  fueron a ver si podían quedarse a vivir y mi mamá no quiso y se volvieron. Quizá en mi padre había un deseo de conocer todo eso y me lo transmitió. Mis compañeros tenían todos apellidos afrikáners en el primario. Yo me crié jugando a los boers y zulúes en lugar de los cowboys y los indios, porque es lo que se vivía allí.

– Cuando contás que teniendo una profesión como la de  médico pudiste  también abrazar otra, como la de escritor, solés decir que “todo se puede”.
– Creo que todo se puede. Te voy a responder con la frase de un líder africano que entró a una cárcel donde casi lo condenan a la muerte a los 44 años y cuando salió se convirtió en el líder mundial más respetado del mundo: Mandela. Uno cree que algo es imposible, hasta que de pronto va alguien, y de un momento a otro, simplemente lo hace.  Yo creo que con voluntad todo se puede. En siete años me transformé de no haber escrito nunca nada a alguien a quien creen que se le puede hacer una entrevista.

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