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Un fin de año problemático y con escasas expectativas favorables para 2017

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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Luego de un período de trece años de crecimiento, aunque a muy diversos ritmos, el curso adoptado es muy conflictivo y el año se cierra exhibiendo un retroceso que sólo tiene antecedentes en el período 1999/2001, pese a lo cual el Gobierno nacional no acepta ni asume su responsabilidad

Por Salvador Treber

En el país existen 19 analistas o estudios especializados que siguen la evolución de la economía argentina, los cuales suelen emitir antes del cierre del año su estimación respecto a la evolución del Producto Interno Bruto (PIB) y anticipan las perspectivas para el subsiguiente. Lo notable es que, si bien todos coincidieron en que para 2017 la tasa sería negativa, sus predicciones en términos numéricos no fueron coincidentes, oscilando entre -1,5 y -3,2%. Todo ello antes de conocerse el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos que, tanto por ser la primera potencia mundial como por quién resultó ungido, virtualmente ha convulsionado al mundo.
Es que Donald Trump, durante su campaña, anunció que cerraría su país con un cerco proteccionista que, por ser el primer mercado y exportador ecuménico, si se cumple con dicho planteo generará modificaciones sustanciales en todos los demás e incluso en la integración de las posibles alianzas. Si bien después de proclamado presidente comenzó a utilizar un discurso menos rotundo y “antisistema” que complementó con el nombramiento de los principales colaboradores, las expectativas no se han calmado. Obviamente la repercusiones en Beijing, Moscú, Nueva Delhi y Bruselas (sede de la administración de la Unión Europea) serán decisivas para comprender un mundo donde ya nada será igual.

Había coincidencia en que 2017 registraría una tenue recuperación que todos, salvo un analista, suponen que permitiría revertir el retroceso precedente pero con una leve reacción que no superaría 3,5%. El único “disidente” aventuró una mejor performance (+5%) pero sin aportar elementos convincentes al respecto ni hacer apreciaciones sobre eventuales modificaciones de cierta relevancia que requieren una evaluación específica. Por lo tanto, al igual que todos los países que integran América Latina y el Caribe, área no gravitante por su poderío intrínseco, lo reconozcan o no han quedado a la expectativa del giro que tomen los acontecimientos; pero no cabe duda de que el entorno será más conflictivo y convulso.
Tampoco se puede tener certeza alguna sobre la profundidad del giro que impulsará la “gestión Trump”, aunque con lo ratificado después de elegido sobre expulsión de “irregulares”, especialmente mexicanos (ahora tres millones y no 11 millones), además del cierre del mercado interno a las importaciones ya ha trastocado las paridades por revalorización del dólar y originado caídas de diversa intensidad en las demás monedas. Es obvio que el mercado externo se reducirá, generando nuevas y enconadas pujas no sólo por extenderlo sino hasta por tratar de mantenerlo.

Una “lluvia” de diagnósticos
En ese sentido, un informe especial del Indec, divulgado en el mes de septiembre pasado después de mantener silencio absoluto durante alrededor de tres años sobre el tema, hizo conocer que 32,2% de la población urbana se mantiene bajo la línea de pobreza. Agrega que poco más de un quinto de este colectivo (6,3%) no dispone de ingresos suficientes para adquirir los alimentos que integran la canasta básica alimenticia, razón por la cual descienden a la penosa categoría de indigentes.
Ambas situaciones se han agravado en alto grado durante el año que finaliza, pues se estima que no menos de 200 mil asalariados han perdido sus respectivos puestos de trabajo. La precitada fuente oficial advierte que 33,4% de esta categoría de trabajadores lo hace de manera irregular, es decir, sin cumplir las normas mínimas exigidas por la legislación específica (comúnmente identificados como “trabajadores en negro”). Tal media nacional que comprende a alrededor de cuatro millones de personas afronta la situación más comprometida en la zona NOA, donde alcanzan la máxima proporción numérica con 39%, seguidos por el conurbano porteño con 37,9%; mientras en la región patagónica tal indicador desciende a sólo 16%. Para 2017 se anticipa que acrecerán globalmente en no menos de 18,5%.
Otro Informe especial corresponde al Banco JP Morgan, que inicialmente estimó en 1,7% la caída para el año en curso y que luego la llevó a uno por ciento; a la par que para el año próximo, pese a que en principio había admitido una recuperación de 3,4% ahora la redujo en dos décimas, pero advirtiendo que esa evaluación no es definitiva y puede seguir descendiendo.

También se hacen eco de la decepción que les han causado a sus especialistas los datos del tercer trimestre 2016. La referida entidad financiera explica que las correcciones se reflejan en la muy fuerte baja de 17,7% en la venta de cemento en octubre pasado pero que, aun así, su “convicción sigue siendo alta con respecto a la actividad que se recuperará el año próximo”.
Tales evaluaciones datan de tiempos anteriores al “fenómeno Trump” y, sin duda, deberán ser revisadas después del 20 de enero próximo, cuando se verificará el correspondiente traspaso de los símbolos presidenciales en Washington. Obviamente, a partir de entonces se sucederán decisiones y medidas de diverso corte que todos ansían conocer cuanto antes, aunque se irán sucediendo según las circunstancias. La Unión Europea, por su parte, no vaciló en iniciar consultas entre sus 27 miembros con vistas a adaptarse a los cambios que se sobrevendrán.
Por el momento, para nuestro país, la única expresión firmemente alentadora proviene del campo pues las perspectivas de exportaciones evaluadas a través de la comparación interanual por el volumen de alimentos y bebidas embarcados crecieron durante 2016 en 6,5 %y ahora seguramente aumentará la competencia. Los principales productos que componen los envíos son, en primer lugar, soja y sus derivados, seguidos por carne bovina, preparados de maní, vinos, aceite de girasol, porotos, limones y alimentos para animales. Además se prevé una cosecha récord 2016/17 que el ministerio evalúa llegará a 130 millones de toneladas.

La evolución desagregada
El subsecretario de Agricultura difundió las estimaciones principales en consonancia con ello. Si la referida cosecha récord en ciernes se confirma en los hechos, superaría en 22,6% la máxima precedente y, junto con la ya tradicional producción de soja, registraría un verdadero “salto” respecto a la de maíz y una importante recuperación en la de trigo. No obstante, por razones obvias, es conveniente y lógico referirlo apenas como una perspectiva que requiere concretarse. No obstante, debe tomarse muy en cuenta que ya en la segunda mitad de este año, se detectó una espectacular suba de 124,6%, por supuesto nada habitual, respecto de la compra de equipos, abonos y semillas.
Esa convicción surge al analizar el ritmo de adquisición de tractores y cosechadoras que se ha venido verificando a ese efecto en coincidencia con la notoria extensión del área sembrada. Por su parte, un estudio surgido de la Sociedad Rural Argentina anuncia que están dispuestos a hacer inversiones por US$58.000 millones que coadyuvarán a convertir en realidad tales anuncios. La distribución de esta suma corresponde a Ganadería (39%), Agricultura (36%), Leche (ocho por ciento), Granja (cuatro por ciento), Horticultura (tres por ciento) y Otros 10%.

Cierran el precitado análisis sosteniendo: “La reactivación es evidente: 80% se gasta y se invierte en los pueblos donde se produce”. Si bien ésta quizá sea una realidad actual, la economía de un país con pretensiones de crecimiento continuado debe impulsar las actividades industriales, especialmente las ramas identificadas como “pesadas” e “intermedias”; la construcción en sus diversas especialidades y las áreas de investigación más sofisticadas. En especial, la producción de bienes manufacturados sin materia agropecuaria constituye los que en este momento requieren recuperar su capacidad productiva plena. Los datos del año que se cierra marcan un retroceso medio de 7,2%.
Es obvio que si Trump aplica aunque sea una parte de su plan restrictivo, ello se hará sentir en las exportaciones argentinas. No es muy realista que se confíe en fortalecer lazos por medio de relaciones nuevas o preexistentes. Pero el rumor de que renunciaría el embajador argentino Martín Lousteau, procurando personalizar en él el amplio apoyo dado a la postulante Hillary Clinton, constituye una maniobra ingenua que denota mucha preocupación y seguramente bastante poco eficaz para despejar el cargado horizonte diplomático. Debe tenerse muy presente que EEUU ha venido siendo hasta ahora el destino para 6,2% de nuestras exportaciones y el origen de 12,9% de las importaciones.
Las mayores vacilaciones y dudas se refieren al tema de las inversiones; dado que urgentes necesidades de renovar, ampliar y diversificarlas se vuelven una indispensable condición pues los empresarios han cubierto apenas una cuarta parte de las actualmente existentes. Como el incremento de la inversión es condición esencial para cualquier intento serio de despegue, se debe asegurar la concreción de las ya antes prometidas pero demoradas “sine die”. Es oportuno recordar que, al asumir el Gobierno nacional el 10 de diciembre de 2015, se anunció que llegarían masivamente al país en el segundo semestre de 2016, aunque ello no ocurrió y, cada vez con menor convicción, se han venido postergando infructuosamente.
En un escenario internacional donde la Organización Internacional de Comercio permanece virtualmente paralizada y los grandes protagonistas (a los que ahora se suma Estados Unidos) prefieren negociar entre ellos, pero no colectivamente, constituye un nuevo escenario cada vez más difícil para nuestro país que requiere gran experiencia y capacidad de gestión para lograr incursionar con pretensiones de éxito; especialmente junto con sus países vecinos para mejorar su presencia. Tampoco se debe olvidar la inminente irrupción generalizada del mundo de la automatización que los especialistas anuncian como la “cuarta revolución industrial”.
Éste es el nuevo contexto, muy distinto al que primaba en septiembre cuando, según las normas vigentes, se elevó al Congreso el proyecto de Presupuesto para el año próximo. Obviamente sus principales parámetros básicos tales como tipo de cambio promedio $18 e incremento del índice de precios al consumidor 17% eran aceptables aunque discutibles. Estas condiciones no se cumplen actualmente debido al cambio operado o en vías de concretarse en el mercado mundial, por ello se corre el peligro de que se reiteren en 2017 todas las graves falencias de enfoque y gestión en la conducción que fueron muy notorias durante el primer año de gestión del Gobierno nacional.

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