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Tensiones e incertidumbres sobre España

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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El movimiento separatista catalán mantiene sus objetivos y reivindicaciones, y parece no intimidarse por lo sucedido en Escocia, optando por desafiar en forma abierta al primer ministro Mariano Rajoy.

Pese al bastante amplio e inesperado resultado que favoreció el “No” en Escocia, los activistas catalanes persisten en su intención de apelar a los ciudadanos en busca de un aval multitudinario, para decidir proclamar la independencia total y definitiva de Cataluña, el área más industrializada y estrechamente vinculada con la economía del resto de Europa.

Por supuesto, la administración nacional española no admite se verifique esa consulta que, se supone, convalidaría las aspiraciones de empezar a regir sus propios destinos en forma totalmente autónoma, sumándose a los demás componentes que integran la zona occidental del continente europeo. Dicha jornada pretende una significación histórica y puede conmover la estabilidad de toda esa área. Se propuso que en esa oportunidad cada votante habilitado conteste dos preguntas: “¿Quiere que Cataluña sea un Estado? y, en caso de expedirse favorablemente, “¿Quiere que sea un Estado independiente?”, buscando recabar el sentir de todos sus habitantes adultos.

La convocatoria se había formalizado para el próximo 9 de noviembre, pero el gobierno español realizó la apelación ante la justicia, logrando la suspensión cautelar del Tribunal constitucional, lo cual hizo retroceder en sus planes a Artur Mas.

Por eso ahora han optado por limitar que se rija por legislación regional, pues ello obvia pedir consentimiento previo del gobierno nacional. Lo imprevisible es adelantar la respuesta que dará la población militante, pero a juzgar por la enorme “ola humana” que colmó las mayores avenidas, La Gran Vía y la Diagonal, en una extensión de 11 kilómetros, portando y haciendo flamear banderas rojas y blancas en todo ese trayecto; todo ello habla por sí mismo. La precitada manifestación, además de intentar convencer a los que todavía dudan, procuró por esa vía imponer ese criterio por encima de las rotundas negativas que, en diversas formas, realizó el gobierno central para explicitar su voluntad de no aceptar su anunciada materialización.

Esa masiva demostración coincidió con el denominado Día Nacional de Cataluña en el cual se rememora la caída de Barcelona, 300 años atrás, en poder de los ejércitos borbónicos y la heroica resistencia pese a la marcada inferioridad en número y armamentos que tenían. Por su parte, el líder regional Artur Mas fue objeto de serios requerimientos dirigidos a impulsar en forma más firme el “sí”, pero siempre vaciló.

Los argumentos de los dos bandos
España tiene 505 mil km2 y 46,5 millones de habitantes, correspondiendo a Cataluña apenas 31.939 km2 (86,3% del total) que contienen alrededor de 7,6 millones de habitantes y en su capital, Barcelona, viven alrededor de 2 millones en forma permanente. Si bien es una área relativamente muy reducida y está entronizada en el ángulo nororiental del reino, entre la cadena montañosa de los Montes Pirineos y el Mar Mediterráneo, viene generando nada menos que 41,4% del producto bruto total actual.

Esa feliz combinación de favorable localización y la diversificada gestión productiva la distinguen nítidamente, por lo que hay plena conciencia de que su definitivo desprendimiento perjudicaría en mayor medida las perspectivas de crecimiento de toda España, aun sin tomar en cuenta que hay regiones que aguardan la evolución inicial para impulsar o postergar viejos reclamos no satisfechos.

La privilegiada situación de Cataluña hace menos complejo mantener un estrecho contacto comercial, dentro de la península y también con los países del continente, especialmente Francia y el Reino Unido. Obviamente, esos tradicionales lazos han permitido consolidar allí la mayor radicación industrial del país y concretar la más promisoria expansión, que muy difícilmente pueda reubicarse en otra zona pues no hay parangón alguno con ningún otro lado de la península.

Si lograre ser un nuevo país independiente, significaría para España un marcado debilitamiento y el comienzo de un aún más peligroso desmembramiento múltiple, pues existen en diversas latitudes fervientes partidarios de reeditar un escenario de varios países, como sucedía antes del reinado de los Reyes Católicos.

Debe recordarse que hace bastante tal pretensión se ha convertido en “bandera” del llamado “país vasco”; mientras existen planteos similares en Andalucía y Galicia, los cuales se verían alentados por el accionar de los catalanes. El premier Rajoy se ha opuesto con inusitada dureza a todas estas movilizaciones y advirtió de que, si lo juzga necesario, está dispuesto a encarar una represión armada cuyas consecuencias no son fáciles de prever.

La presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), organización civil que viene liderando las reiteradas marchas de quienes reclaman la independencia total, adjudicó un significado decisivo a la actitud que tuvieron los que desfilaron por la concreción de sus pretensiones separatistas.

Casi obligado por los activistas y contrariando las expresas instrucciones de Madrid, el jefe del gobierno regional, Artur Mas, previendo lo peor, expuso siempre sus temores sobre lo que sucedería ante una oposición violenta y arbitraria en un futuro acto comicial. En el transcurso de la última manifestación pública se pudo descubrir un elevado “clima” de nerviosismo, muchas pancartas desafiantes y subidos reclamos dirigidos a Rajoy. Éste contestó, en tono aún más airado, que está preparado para apelar a “cualquier recurso” y que no permitirá bajo ningún concepto se realice el referéndum, amenazando con duras reprimendas y otras no menos drásticas intervenciones, sobre las cuales optó por guardar silencio. El titular de la administración catalana también se abstuvo de aclarar cómo procedería en definitiva.

Por lo tanto, se ignoraba si los desafiaría pero era lógico suponerlo pues subrayó significadamente que “no se puede silenciar la voz del pueblo. No se puede impedir votar”.

Dentro de las múltiples expresiones llamó mucho la atención la significativa expresión “No vamos a volver atrás” y otras ostensibles pruebas de que estaban “dispuestos a todo”.

Aparece como evidencia que más de 500 mil personas se inscribieron para compartir la responsabilidad de acentuar los planteos voceados insistentemente por la muchedumbre.

Un final abierto
Durante los últimos dos años fueron vanos los intentos de sentar en una mesa de discusión al primer ministro Rajoy frente a la máxima autoridad local, Mas, e incluso ello se volvió cada vez menos viable. Actualmente, esa posibilidad se hizo nula y ese “cargado clima” se transformó en causa decisiva para descartarla. No se trata de que prime una actitud intemperante del segundo sino el reconocimiento sobre la enorme fuerza que despliegan en el sentido de no permitir se adopte una vía consensuada por parte de muchos miles de activos prosélitos.

Los manifestantes más enfervorizados desde un par de meses antes avanzaron en sus planteos urgiendo que se comiencen a preparar las urnas de inmediato, ya que consideran las demoras como una expresión de lo que califican de “inmovilismo cómplice” y denuncian como una peligrosa senda que lleva fatalmente al abismo de la frustración. En el reciente caso de Escocia no hubo interferencias ni amenazas, transcurriendo el trascendental evento sin que se suscite ni el más mínimo incidente. Quizá el carácter de sus habitantes sea bastante más flemático y ello se refleje en las posteriores muy medidas reacciones.

Nadie ignora que las modalidades de los pueblos latinos difieren de los que comparten el resto del continente europeo, pues en ellos ha sido frecuente que en todos los momentos cruciales de su historia aparecieran movidos por una alta dosis de pasión. Al tener la convicción de que se está jugando buena parte de su futuro, surgió la perspectiva de que esa convicción los movilice con mayor intensidad, lo cual hace bastante impredecible el curso que tomarán los acontecimientos.

En cuanto a los principales aspectos formales, no puede olvidarse ni por un instante que, si se verifica el plebiscito sin gozar del respectivo respaldo legal -que debiera conceder expresamente la administración Rajoy-, ya se ha convenido en el seno de la Unión Europea y la cúspide que conduce la Zona Euro que no lo reconocerán como válido en el supuesto de que el resultado otorgue el triunfo al “sí”. Hasta allí llegan las previsiones pero escapan a tales especulaciones los eventuales desbordes que puedan precipitarse.

El contexto es complejo pues Europa Occidental y Central, conceptuada por varios siglos como la vanguardia del progreso humano, viene sufriendo actualmente con mayor intensidad la profunda crisis económico-social que se desencadenó a partir del 15 de agosto de 2008 a ambas márgenes del océano Atlántico en el Hemisferio Norte.

Dado que no aparecen síntomas ciertos para suponer que esté próxima la superación de esa comprometida instancia, la referencia del plebiscito o consulta catalana con cualquier extensión puede servir de todas maneras como ejemplo para varios otros movimientos “separatistas” que siguen sumando prosélitos.

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